¿Existió Marí­a Magdalena?


Sí­, y se llamaba Marí­a y era de Magdala, una ciudad de pescadores de la costa del mar de Galilea, entre Cafarnaum, ciudad de Galilea, patria de Pedro, y Tiberiades, un Estado de Israel, famosa por sus conservas y salazones.

Jorge Mario Diéguez Pilón, Cédula A 1, 103260 Guatemala.

Marí­a de Magdala fue un personaje histórico real y no un mito, aunque de ella se conozca poco. Era judí­a al igual que los primeros discí­pulos de Jesús, y el que lleve unido el nombre de su ciudad, y no el de su padre o de su marido, indica que era una mujer emancipada no sometida a otros y que por su propia voluntad formaba parte del grupo de Jesús.

Lucas 8,2 nos informa que entre las mujeres que seguí­an a Jesús y le asistí­an con sus bienes estaba Marí­a Magdalena, la primera de un grupo de mujeres que contemplaron de lejos la crucifixión de Jesús (MC 15,40-41 y señalan que en la madrugada después del sábado Marí­a Magdalena y otras mujeres volvieron al sepulcro a ungir el cuerpo con los aromas que habí­an comprado (MC 16,1-7) y que permanecieron sentadas frente a su sepulcro hasta el final.

 

Marí­a Magdalena es el equivalente femenino de Pedro en el cí­rculo de seguidores de Jesús, y ambos se caracterizaban por su celo y su fervor que por excesivo tení­an que ser reprendidos y que ella les serví­a y les cuidaba con alimento, vestido y dinero, según vemos en Lucas 8:3.

Marí­a Magdalena es un sí­mbolo de la Iglesia Universal de Cristo, se entregó en adoración al Maestro. Jamás lo abandonó. Nunca perdió su fe. Sabí­a que su Señor resucitarí­a como habí­a dicho.

Mientras los discí­pulos huyeron cuando aprehendieron a Jesús, ella lo siguió hasta el monte Calvario, estuvo cuando José de Arimatea y Nicodemo se fueron.

Ella no desfalleció, no se escondió a llorar. Ella madrugó el domingo y fue a la tumba que encontró vací­a y salió corriendo para dar las buenas nuevas de que Jesús habí­a resucitado.