La reciente ola de atentados en Pakistán marca la contraofensiva de los militantes partidarios de los talibanes, resueltos a hacer pagar al presidente Pervez Musharraf su alianza con la «guerra contra el terrorismo» de Estados Unidos, señalaron expertos hoy.
«Se están vengando, pues Pakistán está bajo presión occidental y ataca a los militantes que utilizan la zona tribal paquistaní para lanzar ofensivas en Afganistán», indicó un analista paquistaní de cuestiones de defensa, Talat Masood.
«Su mensaje es muy claro: si usted nos persigue le provocaremos bajas y podemos golpear donde nos parezca», explicó este analista, un general en retiro.
Un atentado perpetrado el martes en el aeropuerto internacional de Islamabad dejó un muerto y tres heridos. Se trata del quinto ataque en el país en las últimas semanas.
El 26 de enero, un kamikaze hizo estallar la carga que llevaba en el hotel Marriot de Islamabad, matando a un guardián. Un atentado suicida fue cometido al día siguiente en Peshawar (noroeste), dejando 14 muertos, entre ellos seis policías.
El 30 de enero, un kamikaze había atacado un puesto policial de Dera Ismail Jan, en la frontera de la zona tribal vecina a Afganistán, matando a un policía y un civil.
Después de haber apoyado al régimen de los talibanes desde sus orígenes en 1994, Pakistán dio un vuelco radical luego de los atentados de septiembre de 2001 en Estados Unidos, para convertirse en un aliado clave de Washington en su llamada «guerra contra el terrorismo».
Este cambio significó al general Musharraf el odio enconado de los talibanes y escapó a dos tentativas de asesinato en 2003, adjudicadas a miembros de la red Al-Qaeda.
El gobierno paquistaní, criticado por las autoridades norteamericanas, que le reprochan su laxismo e incluso su condescendencia, trata de dar pruebas de su determinación, como lo muestran sus recientes operaciones militares.
A mediados de enero, el ejército paquistaní destruyó tres campamentos de entrenamiento de activistas islamistas en la zona tribal y mató a unos 30 militantes.
«Los insurgentes se preparan para la batalla decisiva, pues si Musharraf consigue desmantelar sus redes en Pakistán, es toda su base militante que desaparecerá», estima el politólogo y escritor Najam Sethi.
«Su objetivo a corto plazo es destabilizar al presidente, pues piensan que él ha dejado de lado la ideología de la yihad (guerra santa) no sólo de manera estratégica para acomodarse con los occidentales, sino como un vuelco estratégico del Estado paquistaní», agregó Sethi.
De ahora en adelante, «las antiguas distinciones entre Al-Qaeda, los talibanes, los militantes yihadistas» dejarán de tener vigencia, según los expertos, quienes advierten que los ataques aún rudimentarios o mal organizados podrían cambiar rápidamente de naturaleza.
«Pronto tendrán experiencia y los atentado serán claramente más mortíferos», advirtió Masood.