De las ficciones y el imaginario intelectual


En momentos muy concretos y circunstancias determinadas, distintos sectores y miembros de la sociedad se organizan, movilizan, unen y buscan su reconocimiento e institucionalización. En unos casos, los gobernantes los toleran, admiten y utilizan, cuentan con ellos a fin de asegurar su continuidad y sobrevivencia y esperan que les ayuden a administrar las crisis. En otros, son parte de la oposición.

Ricardo Rosales Román
rosalesroman.cgs@gmail.com

En nuestro caso, los agrupamientos a los que se les identifica como «sociedad civil», surgen durante los años más cruentos y difí­ciles del conflicto armado interno y juegan un destacado y relevante papel en defensa de los derechos humanos, contra el genocidio, las desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales y demás excesos, abusos y arbitrariedades de las fuerzas represivas, terroristas y contrainsurgentes del Estado.

Su papel durante el proceso para la búsqueda de la paz por medios polí­ticos fue valioso, aunque no hay que dejar de decir que así­ como en determinadas cuestiones mostraban suficiente flexibilidad y comprensión, la mayorí­a de las veces sus posiciones eran de lo más radicales e intransigentes, carentes de sustentación y argumentos sólidos e imposibles de negociar y acordar entre las partes.

Luego de la firma de la paz, sus sucesivos reacomodos y reposicionamientos dificultaron que la paz firme y duradera -convenida entre el Gobierno de la República y la Comandancia General de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca, URNG-, se institucionalizara, fortaleciera y construyera consistentemente.

Además, la mayorí­a de sus sectores es la que más ha contribuido a la dispersión de lo acordado y la pérdida del contenido sustantivo e integral de los Acuerdos y en lo que a las partes signatarias corresponde igual o mayor responsabilidad. A esto, el empresariado organizado no es ajeno, como no lo fue en el pasado en su propósito por torpedear y hacer fracasar las negociaciones.

Lo cierto, también, es que fueron raros y contados quienes en la Asamblea de la Sociedad Civil se dieron cuenta que así­ era, no se prestaron al juego de los potentados y ricos locales y advirtieron que podrí­a ser lo que más adelante predominara como, en efecto, lo fue. Quienes no lo percibieron así­, se fueron plegando cada vez más a la cúpula empresarial. Ahora, es ella la que les apoya, estimula y acicatea. Los medios de difusión, se encargan de darles relevancia informativa y noticiosa.

Por su composición, objetivos y decisiones, la sociedad civil no es homogénea y las posiciones de quienes forman parte de ella, en unos casos, se aproximan más a las del centro y, en otros, a las de la derecha reaccionaria y conservadora. En su conjunto, los une y caracteriza su inclinación al reformismo y sus planteamientos e iniciativas coyunturalistas nada tienen que ver con los cambios que el paí­s necesita y sí­ con los que al sistema conviene. Muchos de quienes iniciaron el proceso de su «institucionalización», han dejado de ser lo que fueron y para lo que surgieron.

Sus objetivos y propósitos, en el momento actual, son -es cierto- la lucha contra la corrupción, el despilfarro y falta de transparencia en el manejo de los recursos del Estado, a favor del fortalecimiento del sistema de justicia, contra el tráfico de influencias, la impunidad y los poderes fácticos y paralelos lo cual no habrí­a por qué cuestionar si no fuera porque les ha llevado a hacerle el juego, pasar a ser parte y tomar partido en las disputas que por el control del poder polí­tico y la administración pública «enfrenta» a distintas facciones tan reaccionarias y conservadoras unas como otras.

Para tener un punto de referencia válido y darle seguimiento a sus posiciones, planteamientos y propuestas, no hay como tener presente, ponerle atención, caracterizar y referir su papel jugado durante el intento de autogolpe del presidente Jorge Serrano Elí­as (14 de enero de 1991 – 25 de mayo de 1993) y en el curso de la crisis de mayo pasado.

Por otra parte, también, hay que tener en cuenta y considerar el evidente y deliberado propósito de los neopensadores e ideólogos del sistema dirigido a «fundamentar» que quienes forman parte de la sociedad civil suplanten a los reales y verdaderos actores polí­ticos y sociales de la lucha popular así­ como que -con esa otra ficción del denominado «tejido social»-, se trate de redefinir y reconfigurar la estructura de la sociedad, convencer a la población de la desaparición de las clases sociales y la lucha de clases y del fin de la historia. Por su parte, las ONG -que dependen de la cooperación del extranjero-, han estado haciendo bastante para despolitizar a importantes sectores de la población, especialmente la rural. http://ricardorosalesroman.blogspot.com/