Hace algún tiempo doña Sandra de Torres, esposa del Presidente y por ello considerada protocolariamente la Primera Dama de la Nación, fue invitada o citada para concurrir por la conocida y activa diputada Roxana Baldetti al palacio del Organismo Legislativo. La razón evidentemente era para requerir información sobre el Programa de Cohesión Social que la Primera Dama coordina o supervisa.
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Como lo ha indicado la prensa, la invitación al principio fue cordial, al no atender la misma la Primera Dama el tono se convirtió en agresivo y aunque tardó en reaccionar doña Sandra Torres, al hacerlo ella invitó a las legisladoras opositoras (como lo califica la prensa) Roxana Baldetti, Nineth Montenegro y Rosa María de Frade a que fueran ellas las que concurrieran a la Casa Presidencial.
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Como lo indicara el título de esta columna: «En opiniones como en todo cada quien tiene un parecer», desde el punto de vista protocolar, sería prudente que las diputadas reconocieran que deberían ser ellas las que concurrieran a la Casa Presidencial, evidenciando que le conceden a la Primera Dama el respeto y estima procedente.
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Lo cortés no quita lo valiente, el hecho que concurrieran a Casa Presidencial, juntas o separadamente, no impediría que se iniciase un diálogo que a la larga podría ser beneficiosa, tanto a la Primera Dama como a ellas en su carácter de legisladoras. Por supuesto, también sería beneficioso a la sociedad guatemalteca en general.
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Habiendo sido el suscrito uno de los ponentes cuando se modificó la Constitución a raíz del serranazo, para que los diputados pudieran citar a cualquier funcionario público, a los contratistas del Estado o a cualquier persona individual o jurídica que perciba ingresos que provengan de los impuestos, sé que el espíritu de la norma no incluía a la cónyuge del Presidente, del Vicepresidente o a los parientes dentro de los grados de ley que integran la familia de los funcionarios públicos, sea por afinidad o por consanguinidad.
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En todo caso, el diálogo siempre es útil y conveniente aun cuando no podemos ignorar que en la política y en el quehacer humano siempre ha existido y existirá el aprovechamiento político de cualquier acto. Aún así, la reunión de buena fe entre los seres humanos siempre será positiva y no debe ser rehuída.
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En cuanto a opiniones de terceros tan valederas son las de unos como las de otros y por ello es que Manfredo Marroquín tiene derecho de opinar en representación personal o del grupo que ha venido creando, como lo tiene también la abogada Lea de León, quien ha manifestado: «que debería hacerse la consulta de este caso a la Corte de Constitucionalidad». Igual opinión podría externar cualquier otro profesional colegiado.
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En todo caso, pretender decir que el tema no tiene diferentes aristas sería desconocer la realidad. Lo que sí se debe evitar es la confrontación y ello indudablemente es responsabilidad de todas y cada una de las personas involucradas en este aspecto, especialmente de quienes gozan de la calidad de diputadas, quienes al haber sido electas por parte de la población y además haber sido funcionarias públicas en el Gobierno de Jorge Serrano y en el Gobierno de í“scar Berger o haber sido conocidas activistas, saben que es muy distinto el concurrir a una reunión en el Organismo Legislativo que en hacerlo en Casa Presidencial. En todo caso, el derecho de opinar pública o privadamente es una garantía constitucional que debe ser cuidada y respetada democrática y universalmente, especialmente entre damas.