Hace algunos meses se alertó que vendría una intensa campaña contra los medios de Prensa independientes del país y que la misma se basaría principalmente en difamaciones, pero que no se debía excluir la posibilidad de atentados dada la terrible entraña de quienes estaban planificando tales acciones. Y no me cabe la menor duda de que Luis Felipe Valenzuela es uno de los más destacados directores de medios de Guatemala y por ello el ataque cometido contra él deja un mal sabor de boca y reclama del Gobierno una inmediata reacción para esclarecer el ataque a fin de eliminar las dudas que puedan existir respecto al móvil de la irracional agresión.
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Cierto que todos en el país estamos expuestos porque la violencia es generalizada y el Gobierno no ha tenido la capacidad de contener la criminalidad y lejos de ello vamos como el cangrejo, cada día con mayores y constantes peligros porque los delincuentes son los amos del país. Suponiendo que sea cierta la teoría de que se trata de un atentado producto del intento de robo de carro, eso no hace menos grave la situación sino que al ocurrir en contra de un personaje tan destacado de la vida nacional, da relieve a lo que es el drama cotidiano y constante de nuestro país, donde todos los días por motivos tan baladíes como el robo de un aparato de telefonía celular, matan a alguien. Desafortunadamente es tan constante y común la delincuencia, que al final la opinión pública termina acostumbrada a leer, escuchar en la radio o ver en la televisión que ocurren crímenes con la naturalidad de quien oye llover porque es tan cotidiana la violencia que se terminan endureciendo las conciencias. Por ello es que cuando ocurre un caso en el que la víctima tiene un perfil tan destacado como el de Luis Felipe, sea natural una reacción colectiva para demandar al Gobierno que cumpla con su deber moral y legal de actuar frente a la violencia y la criminalidad que hay en el país. Como en el Gobierno plantean todo como una lucha de clases y enfrentamiento entre pobres y ricos, si algo constituye un ejercicio de plena democracia en nuestro medio es el sufrimiento ante la violencia que afecta por igual a unos y otros. Ciertamente la atención que generan los crímenes no es ni igual ni democrática, pero sí que lo es la sangre regada a borbotones por puritita incapacidad de un gobierno que no ha atinado a articular una respuesta. Y la excusa de que heredaron un país en trozos, que tiene mucho de verdad, no puede seguir siendo el pretexto para apañar tanta indiferencia como la que evidentemente tienen los más altos funcionarios del país frente a la criminalidad. Respeto y admiro mucho a ese buen amigo que es Luis Felipe Valenzuela por lo que mi solidaridad con él es plena. Lamento no poder acompañarle por estar fuera del país, pero a través de este medio le manifiesto mi preocupación y deseos de una pronta recuperación y me uno a las voces de condena por tan repudiable crimen. Y recordando las advertencias que se nos hicieron hace algún tiempo y antecedentes de casos nebulosos atribuidos a la delincuencia común, pero con mucho olor a trasfondo político, reitero la exigencia al Gobierno de esclarecer el hecho y consignar a los autores para eliminar las enormes sombras de duda que siempre quedan en casos como éste.