El bien se impone al mal


Con una batalla callejera protagonizada por talcigí¼ines que representan el mal y la figura de Jesús que los derrota, el poblado de Texistepeque, 83 km al noroeste de San Salvador, celebró ayer una vieja tradición que atrae a propios y extranjeros.


La celebración, que se realiza cada Lunes Santo se inició a las 08:00 horas locales con una misa celebrada en la colonial iglesia de este poblado enclavado entre verdes cerros.

Antes de la misa, cada talcigí¼in se confesó con el sacerdote y tras recibir la comunión procedió a vestirse con una túnica y una capucha roja.

Talcigí¼in, que en Nahuat significa «hombre endiablado», es representado por hombres y niños, que deben ser «buenos cristianos» para tener derecho a participar en la fiesta a la cual llegan decenas de centenares de salvadoreños y foráneos.

El festejo popular arrancó con el repique de las campanas de la iglesia, esperado por una treintena de talcigí¼ines para comenzar el recorrido por las calles adyacentes al parque central de la ciudad.

Con un látigo de piel de res en mano, los talcigí¼ines propinan azotes a cuanto cristiano se les cruce en la calle, pues con ello hacen desaparecer sus pecados.

Risas, gritos de dolor y una que otra persona con raspones en sus brazos al caer al suelo intentando huir del látigo es la sal de esta celebración religiosa.

«Lo que representamos con esta bonita tradición es que el bien siempre se va a imponer al mal, es como una especie de teatro en las calles, la gente entiende el mensaje y a la vez ayuda a que no perdamos las tradiciones religiosas», dijo a la AFP José Caballero, de 35 años y de los cuales 13 los ha dedicado a ser un talcigí¼in.

La tradición de los talcigí¼ines, que ha sido objeto de estudio en la estatal Universidad de El Salvador, es una representación teatral de la lucha entre el bien y el mal y data de los tiempos de la colonia.

Habí­a desaparecido en 1932, pero fue recuperada en 1935 por Urbano Sandoval que dio un nuevo impulso al festejo religioso y lo mantuvo vigente.

Urbano falleció en 2005, pero desde entonces los mismos lugareños se han encargado de seguir con la tradición.

Mientras los talcigí¼ines corrí­an de un lado a otro azotando a los espectadores apostados a los costados de las calles, un hombre vestido con una túnica morada caminaba sosteniendo una pequeña cruz en su mano izquierda y una campana en la derecha. Es Walter Salguero, que representa a Jesús en su pulso con los talcigí¼ines.

Cada talcigí¼in caí­a postrado boca abajo ante Jesús en las calles empedradas de la localidad.

«Vivo en Los Angeles (Estados Unidos) desde hace 20 años, pero nací­ en Texistepeque y ahora es la primera vez que regreso a mi pueblo, emocionado de ver esta tradición que nos recuerda que todo lo malo termina y lo bueno prevalece», dijo Gerardo Orellana, quien llegó al pueblo con sus dos hijos y su esposa para pasar las vacaciones de Semana Santa.

La representación de los talcigí¼ines concluyó frente a la céntrica iglesia cuando cada talcigí¼in se arrojó al piso en la calle formando una fila. Jesús caminó sobre ellos sonando la campana al ritmo de sus pasos, ante la algarabí­a del público, que con sus aplausos celebraba la victoria del bien sobre el mal.

A los endemoniados talcigí¼ines no les quedó otra opción que salir en desbandada y refugiarse en la iglesia. A pesar de los incontables latigazos que dieron a los espectadores, ninguno de ellos puede ser demandado en los tribunales pues gozan de una amnistí­a que les concedió una ordenanza municipal de Texistepeque.