Este es el último artículo que escribo en relación al excelente ensayo que investigadores de FLACSO elaboraron científicamente y en conciencia de la lamentable situación económica, política y social que padece Guatemala, en gran parte por la incapacidad de las autoridades públicas y de la corrupción e impunidad reinantes.
Mis comentarios, salvo algunos señalamientos a ciertos enjuiciamientos de los autores del ensayo, han sido de valoración positiva y de solidaridad con sus buenas intenciones para lograr la rectificación de los yerros y equivocadas y malas actuaciones no sólo gubernamentales sino también de la inexistencia y operatividad de la llamada sociedad civil.
Desde mi primer artículo manifesté mi extrañeza al hecho que los investigadores no dieron respuesta a la pregunta: ¿Es aún posible Guatemala? Ante lo cual yo respondí: Sí. Y ahora argumentaré en apoyo a mi respuesta afirmativa.
La historia de Guatemala nos demuestra que aun cuando desde la Conquista española en el siglo XVI, la coexistencia de los pueblos ha sido aciaga, a través de los siglos, aunque con grandes dificultades, siempre han habido acontecimientos reparadores de situaciones injustas, aunque la población indígena siempre ha sufrido opresión y ha sido explotada.
Así, Pedro de Alvarado y sus huestes domeñaron a los indígenas en 1524, pero tres años después, éstos se alzaron no una sino muchas veces.
En 1821, los criollos declararon la vergonzante independencia de España, sumándose al Imperio de Agustín de Iturbide, pero en 1823, decretaron la verdadera gesta cívica: Independencia de España, de México y de cualquier orea potencia del Antiguo como del Nuevo Mundo, en la que participaron mujeres e indígenas como Atanasio Tzul y Lucas Aguilar, Tomás Ruiz y Manuel Tot. Y en 1824, se abolió la esclavitud muchos años antes que en países de Europa. Si mal los guatemaltecos conservadores se hicieron del poder en alianza con la Iglesia Católica, hay que reconocer que, en unión con los hermanos del Istmo combatieron hasta fusilarlo al filibustero yanqui, en 1860. La Reforma Liberal en 1871 acabó con el régimen de Rafael Carrera, modernizó Guatemala, logró la separación de la Iglesia y el Estado, aunque estableció el trabajo forzado del indígena, despojó a la Iglesia de sus bienes e hizo rapiña de sus latifundios, apropiándose de ellos para la emergente clase dominante de ladinos, y gobernó hasta 1944, año del triunfo de la Revolución del 20 de Octubre, de la Primavera Democrática, período en el que mediante la Reforma Agraria, el indígena tuvo ya acceso a la tierra. Revolución que fue abolida por la intervención yanqui en 1954, pero seis años después, ciudadanos patriotas, civiles y militares, se alzaron en armas y sostuvieron una guerra que duró más de tres décadas, habiéndose firmado un acuerdo de paz definitiva a fines de 1996 y otros más que de haberse cumplido la situación de Guatemala sería la de un país en pleno desarrollo.
A mi juicio el saldo positivo de ese batallar de más de tres décadas está en dos cambios socio-políticos muy importantes: una toma de conciencia de sus derechos y del valor de su cultura de los pueblos aborígenes, y el otro, es el despertar de la mujer guatemalteca, que aun cuando sigue siendo víctima de la violencia masculina, discriminada y explotada, su ánimo de dignificación y conquista de su derecho a la igualdad de oportunidades con el varón, siendo ellas quienes en las familias se ocupan y forman a los hijos sean del género femenino o masculino, abren las puertas de la superación de las generaciones futuras. Y, asimismo, la nueva erguida actitud de las comunidades indígenas, por la defensa de la Madre Tierra y de brega constante para exigir la satisfacción de sus derechos, con su divisa revolucionaria: «De la Resistencia al Poder», me hace pensar que si tales pueblos llegan a un común acuerdo y confían en ya no pocos mestizos que estamos convencidos de la posibilidad de la identidad nacional, juntos mestizos e indígenas podremos echar del control del poder a la oligarquía explotadora y pro imperialista de mentalidad colonizada. Y de esa manera responderle a FLACSO: GUATEMALA Sí ES POSIBLE, AHORA, Y POR SIEMPRE.
Tanto más si seguimos el ejemplo de compatriotas como Carlos Enrique Wer García, el cadete héroe de 15 años, y símbolo de dignidad y de integración mestizo-maya.