Los mártires del dos de abril


Luis Fernández Molina

Dieciocho valientes abrieron el pecho esperando el impacto inclemente del plomo homicida. Eran todos hombres probos, profesionales y comerciantes, agricultores y funcionarios. Padres de familia que diariamente comí­an en el hogar, amorosos con sus hijos y cariñosos con sus ancianos progenitores. Ciudadanos de bien que no titubearon ante la amenaza del fusil y ofrendaron su vida en la frí­a madrugada del 2 de abril de 1838. Su delito: amar su terruño. La confusión se respiraba en el aire, la incertidumbre crecí­a como las yerbas en mayo. Tan sólo habí­an transcurrido 17 años de la independencia de España y apenas 15 años de la independencia total. El aire traí­a mensajes confusos. La Federación se desvanecí­a granaba y la situación polí­tica administrativa no tení­a un rumbo: por un lado los centralistas -que proponí­an un solo estado centroamericano unificado%u2014 y por el otro los federalistas que respaldaban la soberaní­a de cada uno de los 5 estados, pero unidos en pacto de federal. En el campo ideológico se enfrentaban los liberales -que favorecí­an reformas y eran anticlericales- y los conservadores -que protegí­an el status quo. Los rumores galopaban sin control, la propaganda negra se filtraba por todas las calles: que Quetzaltenango querí­a unirse a Chiapas; que Soconusco querí­a anexarse a la federación centroamericana; que Honduras invadí­a Guatemala, etc. En 1838 se declaró oficialmente el Sexto Estado de la Federación (o sea formado dentro de la unión), el Estado de Los Altos -que se desmembraba del Estado de Guatemala-, pero lamentablemente en ese mismo año Nicaragua proclamaba su total autonomí­a. Frente a lo inevitable, el Congreso Federal en San Salvador dio libertad a los demás estados para que «se organizaran como estimaren conveniente». Al separarse el Estado de Guatemala de su gobernante, el Adorado Caudillo de los Pueblos (¡cultura de sobalevas!) ordenó la reintegración del territorio nacional por una expedición militar a occidente, en lo que allá se registró como «la invasión del Estado de Los Altos». Rafael Carrera ocupó Quetzaltenango el dí­a 27 de enero de 1838, redujo a prisión al jefe de gobierno del Sexto Estado, Marcelo Molina y a los miembros de su Gobierno y declaró reincorporado aquel Estado al de Guatemala. El 2 de abril ordenó que fueran fusilados todos los miembros de la Municipalidad de Quetzaltenango, a quienes se considera «Los Mártires del Sexto Estado». Mientras esto sucedí­a en occidente, el general Francisco Morazán, hondureño y liberal (a diferencia de Carrera), reiniciaba la guerra en contra de Guatemala, con el objeto de derrotar a los conservadores (mas inclinados a la independencia de cada Estado) y restablecer la Federación. Llegó a la capital, que salvajemente saqueó, el 18 de marzo de 1840. Por decirlo así­ Rafael Carrera tení­a dos frentes, uno en occidente con el objeto de restituir el Estado de Los Altos y uno en oriente para oponerse a Morazán que a su vez querí­a reincorporar al estado guatemalteco a la federación. Finalmente Carrera contraatacó y Morazán rompió el sitio en la madrugada del 19 de marzo y se dirigió a El Salvador. Una vez controlado el «frente oriental» Carrera ordenó en 1840 que formalmente se restableciera el Sexto Estado al de Guatemala. Sin embargo siguieron los intentos de segregación. Cuando Carrera dejó la presidencia en manos de Juan Antonio Martí­nez se volvió a proclamar el Estado de Los Altos con el respaldo militar del Brigadier Serapio Cruz quien fue vencido en la batalla de Patzún el 14 de julio de 1848 y luego, en definitiva, el coronel Mariano Paredes venció a los Altenses en el combate de San Andrés el 21 de octubre de 1848. Rafael Carrera era abierto opositor a los intentos de una nueva unión centroamericana (a diferencia del liberal Barrios años después); el 21 de marzo de 1847 emitió el Decreto por medio del cual constituyó formalmente la República de Guatemala. Recapitulando: A) La creación del Estado de los Altos fue una realidad de hecho y jurí­dica que se hizo en el marco legal, conforme la vigente Constitución Federal; B) La iniciativa no fue promovida ni alentada por caudillo o dictador, fue una decisión popular; C) El 2 de febrero de 1838 el pueblo de Quetzaltenango consciente y orgulloso de su importancia y laboriosidad se reunió «con el fin de promover su propia felicidad y la de los pueblos de los Altos» y «motivada por el abandono y falta de atención de la capital, que se habí­a convertido como en la actualidad en un succionador de las riquezas de los demás departamentos.» (Ver portal oficial de la Municipalidad de Quetzaltenango).

*NOTA: cualquier parecido con situaciones posteriores o actuales es pura coincidencia.