Rubén Darí­o


Este año se cumplen 140 años del nacimiento del gran poeta universal


El gran poeta nicaragí¼ense Rubén Darí­o nació en el año 1867 en Metapa, Nicaragua. Sus padres fueron Manuel Garcí­a y Rosa Sarmiento Alemán. En febrero 6 de 1916 murió después de haber sido intervenido quirúrgicamente dejando en su testamento a su hijo Rubén Darí­o Sánchez como su único heredero.

En esos 49 años de su vida, Rubén Darí­o se transformó en el centro de gravitación del modernismo hispanoamericano. En 1879 a los doce años de edad escribió su primer poema, el soneto «La Fe».Y en 1880 aparecen sus primeros versos en el diario «El termómetro». Escribió: Naturaleza, Al Mar, A Ví­ctor Hugo, Clases, Una Lágrima, Desengaño, A…, El Poeta y A Ti, firmando con los anagramas de Bruno Erdia y Bernardo I.U.

En 1881 escribe artí­culos para el periódico polí­tico «La Verdad».

En 1882 leyó el poema «El Libro» en el Palacio del Ejecutivo, y el gobierno nicaragí¼ense le ofreció pagar los gastos de sus estudios en el Colegio de Granada pero no aceptó. En 1882 se fue para El Salvador donde dictó clases de gramática y regresó a Nicaragua en 1883. En ese mismo año escribió Alegorí­as.

Entre 1884 a 1888 Rubén Darí­o trabajó en la secretarí­a privada de la presidencia; en la Biblioteca Nacional. Colaboró en el Diario de Nicaragua, El Ferrocarril y en El Porvenir de Nicaragua. Escribió poemas y cuentos varios. Junto con Pedro Ortiz y Eugenio López dirigió la nueva publicación de Managua: El Imparcial, viajo a Chile. Publicó en el Mercurio La erupción de Momotombo. Escribió con Eduardo Poirier la novela Emelina y trabajó en la redacción de la í‰poca.

En 1888 publicó Azul en Valparaí­so, Chile convirtiéndose en el más conocido, imitado, amado y criticado de los escritores de habla castellana de fines del siglo XIX y comienzos del presente. Sus viajes a Chile, a España, a la Argentina, a Cuba le dieron un sabor cosmopolitano y un brioso individualismo, incorporando en sus poemas dioses y diosas del mundo grecorromano, imágenes orientales, tonos de la Italia medieval, de la Francia y de la América indí­gena. Su estilo era a la vez rico y sobrio, adornado y sencillo reflejando las épocas de su agitada vida literaria.