Sorpresa fue la primera sensación que tuve al enterarme del deceso de Enrique Wer, don Quique, llegaba al recorrido de su propia «íšltima milla». Se silenciaba una voz que con energía y coherencia defendió sus puntos de vista apegados a una forma indiscutible de amar a nuestro país. De anhelar formas democráticas de convivencia y de resaltar las bondades de un pueblo que a veces, muchas veces, no se reconoce a sí mismo. Así era, así fue, así le recordaremos.
wdelcid@intelnet.net.gt
La gesta de ese 2 de agosto, como la del 11 de marzo, el casi olvidado 1 de julio o el emblemático 20 de Octubre, por mencionar unas cuantas fechas propias de nuestra historia, están marcadas, más allá de sus particulares enfoques, están marcadas decía, por una creciente indiferencia de las nuevas y actuales generaciones.
El 2 de agosto de 1954 fue una manifestación de lucha por la soberanía, con dignidad y coraje. Fueron derrotados por las campañas que neutralizaron el valor y el arrojo propios de aquellos jóvenes cadetes que cargados de sus convicciones, se armaron de entereza y enfrentaron la invasión auspiciada y financiada por la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América.
Más de medio siglo ha transcurrido. En las décadas venideras a partir de aquella y quizás por al menos una veintena de años más, los jóvenes de esos años, nos caracterizamos por soñar un mundo justo. Un paradigma caracterizado o idealizado en un justo equilibrio y una vida digna para todos. Los centeneras de desaparecidos en el marco del enfrentamiento armado interno. Las persecuciones y la aplicación más severa de las acciones del terrorismo de Estado impuesto precisamente en la década de los 70″s, quizá produjo a partir de entonces un nuevo modelo a seguir: la indiferencia.
Más allá del socialismo ideal. Más allá del cacareado comunismo dogmático. Más allá de la propia utopía social. Al vernos rodeados de tantas injusticias, de tantas mentiras socialmente aceptadas, pero cruelmente padecidas por cientos de miles de connacionales. Se entendía que se justificaba la búsqueda de un nuevo modelo de estructura social que precisamente superara esas barreras impuestas por un modelo oligárquico que esconde sus atrocidades alrededor del privilegio del individualismo egocéntrico, autoritario y manipulador.
Los ejemplos de vida como los de Quique Wer, perduran en nuestra memoria. Las injustas difamaciones de las que fuera víctima en los últimos meses atrás, son otra forma de percatarnos de lo valioso de su aporte y la grandeza de su reacción. Pero también con esa vida que se apaga, surgen otras y crueles interrogantes. Nuestros jóvenes de ahora en qué andarán. En dónde ha quedado la energía alrededor del «Movimiento Estudiantil». En dónde andará la fuerza vital para impulsar el cambio. Para buscar nuevas formas de convivencia.
Parece que el paradigma predominante deambula entre un nuevo individualismo marcado por la vida en corto. Es decir, alcancemos las máximas sensaciones posibles en el menor tiempo. Y aquí encajan como las llamativas cadenas y ostentosos anillos de los narcos, son un modelo a emular. O la arrogante actitud del Ejecutivo hijo, del hijo y heredero del heredero, aunque sea un cabeza hueca, ha de imitarse pues es el supuesto modelo de éxito al que todos los jóvenes han de aspirar. Es decir, la aspiración se circunscribe a las posesiones de los bienes materiales.
La búsqueda de nuevas formas de convivencia y nuevas oportunidades de desarrollo y vida, también lo son la búsqueda y la obtención de bienes materiales. La diferencia es que aquellos están concebidos para una colectividad y los predominantes ahora, lo son para la fútil vanidad de un momento vivido a toda velocidad. Con toda la prisa de quien desea vivir sólo para sí y por sí mismo. De ese tipo de personas estamos rodeándonos ahora. Quique era diametralmente diferente. Con sus aciertos y con sus errores. Quique es de un modelo que dio gusto conocer y valorar. Lástima que se está agotando esa forma de ver y vivir la vida. En paz descanse.