Según el Diccionario de la Real Academia, Barquín significa «fuelle para avivar fuego». Y el Superintendente de Bancos, Edgar Barquín, hizo exactamente eso en el tema Transurbano/SIGA, al salir con la «charada» de que los múltiples datos de identificación son indispensables para impedir que se lave dinero comprando y revendiendo las tarjetas de pasaje prepagadas.
Si así fuera, había que también pedir cédula, datos personales, recibo de agua/luz, etc. Para comprar una tarjeta de recarga de celular, o incluso para comprar verduras en el mercado; o para adquirir cualquiera de los cientos de miles de productos que se pueden comprar y revender para lavar dinero.
Además, los mayores lavadores de dinero de Guatemala están plenamente identificados. Son funcionarios del mismo Gobierno para el que trabaja Barquín. Y él no les hace nada. Porque el único preso actualmente por lavar dinero es Portillo. Y ése está en la cárcel por acción de los Estados Unidos. Si por Barquín, la SIB y su IVE fuera, seguiría libre y campante en la calle.
Pero Edgar Barquín también antes se opuso a la divulgación de datos de MIFAPRO, aduciendo el Secreto Bancario. Es más que obvio para quien trabaja o a quien defiende oficiosamente.