Mario Gilberto González R.
El sopor de la mañana era asfixiante. Poco faltaba para que el sol llegara a la mitad de su carrera. Jesús iba pálido, sediento, extenuado, sin fuerzas. Cada paso sobre la calle pedregosa, lo daba con dificultad. Las contusiones provocadas por el flagelo y los traumatismos repetidos le disminuían las fuerzas físicas para poder mantenerse en pie.
No había comido desde la última cena. Había perdido mucha sangre en el huerto de los olivos, con la afrentosa flagelación que lo dejó hecho un guiñapo, con la grotesca coronación de espinas y en el hombro al cargar la cruz de más de doscientas libras de peso. Avanzaba lentamente a base de golpes y empujones.
El poeta Manuel Machado, nos dice: «No puede más…vacila.. los divinos
pies destrozan las piedras y matojos.
Y la sangre corriendo, hasta los ojos,
borra un momento todos los caminos.»
Enrique Pérez Escriche, en su libro El Mártir del Gólgota, trae este diálogo entre la ternura y la fuerza. «Una carcajada más estentórea, más prolongada, más sarcástica, dominó las risas de los verdugos.
Jesús levantó maquinalmente su hermosa y dolorida cabeza.
A pocos pasos del sitio donde se hallaba veíase una casa, sobre cuya puerta extendía sus verdes ramas una frondosa parra.
Bajo este verde techo se hallaba un pozo, y encima del brocal un cántaro lleno de fresca y transparente agua.
Junto a ese pozo, subido de pie sobre un banco de piedra, veíase un hombre de elevada estatura y facciones provocativas y pronunciadas.
Aquel hombre era el que había soltado la terrible carcajada. Llámase Sanuel Beli-Beth.
-¡Hosanna al que viene en nombre del Dios invisible de Israel á morir por el hombre! … ¡ja! ¡ja! ¡ja!- exclamó Beli-Beth en tono de mofa- El Gólgota va quedar honrado con tu suplicio. ¡Llorad, hipócritas jerosolimitanas!! ¡Llorad por el mago, por el falso profeta, por el embaucador!… ¡ja! ¡ja! ¡ja!
Y aquel miserable se reía como un condenado.
-Samuel,- dijo Jesús- tengo sed. Por caridad, dame un poco de agua que contiene tu cántaro.
-¡Anda, falso profeta! Mi pozo se secaría si tus malditos labios bebieran de su agua.
-Samuel, -volvió a decir Jesús- permite por caridad que descanse un solo momento a la sombra de ese emparrado; no puedo con la fatiga, deja que me apoye unos instantes en el poyo de tu puerta.
– ¡Anda, hechicero maldito! Tu contacto marchitaría los verdes pámpanos de mi parra. – Samuel, -repitió Jesús- aun puedes salvarte. Ayúdame por caridad a llevar la cruz hasta el Gólgota; su enorme peso me postra y las fuerzas me abandonan.
-¡Ja! ¡ja! ¡ja! -exclamó Samuel. -¿No eres hijo de Dios? Pues entonces ¿por qué no llamas a los ángeles? ¡anda, embaucador! ¡Anda, hechicero! ¡anda! ¡anda! ¡anda!
Y empujó brutalmente a Jesús, que cayó por la tercera vez a la puerta de aquel miserable judío sin caridad, sin corazón, sin clemencia.
Jesús se incorporó lentamente.
Colocase el pesado leño sobre el hombro derecho, miró de un modo compasivo a Samuel y le dijo:
-Tú lo has dicho, tu lo quieres. Te ofrecí el paraíso de mi Padre y me has dicho anda; quise darte el agua que aplaca la sed eterna y me has dicho anda; te pedí un asiento para darte un trono en la mansión de los cielos y me has dicho anda. Pues bien, Samuel Bel-beth. Yo luego descansaré, pero tú, andarás sin cesar hasta que Yo vuelva…tu paso no se detendrá nunca; serás inmortal, pero la inmortalidad será tu mayor castigo. Prepara tus sandalias, prepara tu cayado de viaje, ¡Infeliz! Me has dicho anda, pues tú andarás hasta la consumación de los siglos. Anda…anda…anda Samuel Beli-Beth.»( 1 ) No olvidemos que los daños internos de la flagelación manifestaban sus efectos. Fray Constancio Cabezón o.f.m. cardiólogo, con autoridad médica nos relata que «la disminución de la volemia por la nueva y abundante pérdida de sangre, aumentaron más gravemente la disnea o dificultad respiratoria…Esta disnea se aumentó todavía más, si cabía, por los golpes en la espalda y en el pecho que afectaron órganos respiratorios y que además la hicieron dolorosa. Una hipercadmia muy seria estaba instaurada. Jesús tenía graves síntomas de asfixia. La hipotensión arterial comenzada en Getsemaní y aumentada con la desnutrición y la nueva pérdida de líquido corporal y de sangre, le dejaron materialmente sin fuerzas. Jesús no tenía.» ( 2 )
En la tercera caída le cuesta levantarse. «está débil, pálido y desfallecido.»
La ciudad de Antigua Guatemala, heredó de su antecesora ciudad de Santiago de Guatemala, parte de la riqueza de su valiosa y artística imaginería. En la aldea de San Bartolomé Becerra, se venera la bellísima imagen Consagrada de Jesús Nazareno que representa magistralmente, la tercera caída.
Al contemplarlo detenidamente, se aprecia el sólido conocimiento que el imaginero tenía de la anatomía humana, de las proporciones clásicas del cuerpo y el dominio seguro del buen manejo de los instrumentos sobre la madera, para darle, no solo forma sino expresión que la vincula al sentimiento humano.
Todos los elementos forman una sola unidad bien lograda. La caída es natural con una leve inclinación del cuerpo hacia la derecha por el contrapeso de la cruz. El pie izquierdo, la rodilla y la mano derecha, apoyados en el suelo. Con el brazo y la mano izquierda, sostiene el patibulum. Lo admirable es que nada es forzado. La caída natural de un cuerpo humano al suelo por un desfallecimiento físico y por un enorme peso.
Jesús iba extenuado y sus piernas le flaquearon. La caída de Jesús la tercera vez, es la caída a plomo. Esta caída tiene tres puntos de apoyo: El pie izquierdo, la rodilla y la mano derecha en tierra.
La imagen de Jesús Nazareno de la Caída, lo expresa admirablemente. Esta imagen como otras tantas que hoy se veneran en la ciudad de Antigua Guatemala, no están documentadas. Se atribuyen a. Jesús de la Caída se atribuye a Pedro de Mendoza, autor también, sin confirmación de dos vírgenes bellas que expresan humanamente, en una las punzadas del dolor y en la otra el vacío de la Soledad. Me refiero a María Santísima de los Dolores de la iglesia de la Merced y a María Santísima de la Soledad de la Escuela de Cristo. La ciudad de Santiago de Guatemala, contó con imagineros excelentes, grandes conocedores del secreto artístico que dominaron con maestría la herramienta y la madera y que dejaron escuela.
Confirmemos lo que venimos diciendo.
Jesús Nazareno de la Caída de San Bartolomé Becerra, representa con una naturalidad admirablemente la caída a plomo. El pie izquierdo, la rodilla y la mano derecha en tierra, son su apoyo, con una ligera inclinación hacia la derecha para contrarrestar el peso de la cruz.
Para reforzar esta natural expresión, voy a recurrir a dos doctores que desde el punto de vista medico, han estudiado la muerte de Jesús.
El Dr. Francisco Ortega Viñolo, lo contempla con «La boca entreabierta, respiración jadeante, la corona de espinas sobre su cabeza de donde brotan gotas de sangre, que bajan hacia su frente, cara y cuello. Sus ojos, con mirada indiferente. Su rostro, en la expresión de dolor, tristeza y profundo abatimiento.» ( 3 )
Don Antonio Hermosilla Molina es otro médico que ha estudiado la muerte de Cristo y al referirse a la caída, describe el daño que sufre el cuerpo humano.
«En la caída se origina una contracción refleja de los músculos que adoptan posturas defensivas, por ejemplo: la mano que se apoya en el suelo al caer. Se desarmonizan las leyes organistas y antagonistas de la marcha normal y se eliminan sustancias tóxicas originadas en el esfuerzo muscular (calambres).
Las lesiones provocadas por las caídas, se localizan principalmente en las rodillas y en las manos.
Además de los traumatismos de las rodillas, en las caídas, hay que valorar otras lesiones motivadas por la misma causa, en caderas, codos, manos y costados, sumándolas a las provocadas por la cruz en el hombro, espalda, cuello y parte posterior de la cabeza.» (4)
Esta es la mano derecha de Jesús de la Caída, que se apoya en el suelo. La fuerza está en la muñeca de la mano que recibe el peso del cuerpo y marca los tendones tensos por la fuerza para no caer.
La mano izquierda, en cambio, la posición de los dedos separados, muestran la fuerza que se aferran al brazo bajo del patibulum. Ambas manos son diferentes en la expresión.
El pie izquierdo muestra en la posición de los dedos, el peso que resiste y la fuerza que hace para afianzarse al suelo. La peana representa el suelo pedregoso para darle más naturalidad. Sobresalen los tendones y el pie se ve inflamado por el maltrato.
En cambio, el pie derecho se apoya en el dedo pulgar, porque todo el peso y la fuerza está en la rodilla que se apoya en la tierra.
El Dr. Hermosilla Molina, afirma que «Las lesiones provocadas de las caídas se localizan principalmente en las rodillas y en las manos. Estas lesiones pueden ser desde una simple contusión a heridas más o menos profundas que dejan al descubierto el tejido celular subcutáneo o el periostio de la cara anterior de la rótula.» ( 5 )
Otros autores afirman que la «…rodilla derecha tiene una herida contusa mayor que la herida de la rodilla izquierda.»
«…en las caídas hay que valorar el traumatismo en sí, provocado por el propio peso del cuerpo y el motivado, además por el peso de la cruz.» ( 6 )
Los escultores-imagineros de la ciudad de Santiago de Guatemala, gozaron, además de dominio artístico, de riquísima inspiración superior para legar, joyas de arte y devoción que enriquecen la pedagogía cristiana de la pasión y resurrección del Señor.
La Consagrada Imagen de Jesús Nazareno de la Caída de San Bartolomé Becerra, sale en solemne y majestuosa procesión, el quinto domingo de Cuaresma, en hombros de centenares devotos cucuruchos que, revestidos con su penitencial túnica morada, lo llevan por las cuatro veces centenarias calles de la ciudad de Antigua Guatemala, con un numeroso acompañamiento de fieles que le siguen desde la salida hasta la entrada.
Representa magistralmente la tercera caída, en su paso por la vía dolorosa y es una joya valiosísima que lastimosamente fue tocada por manos inexpertas.
* Mario Gilberto González R. es ex cronista de la ciudad de Antigua Guatemala. Las fotografías, excepto la que se indica, fueron tomadas por el autor.
Notas
(1) Pérez Escriche, Enrique. El Mártir del Gólgota, t.II, ps. 418-420
(2) Cabezón o.f.m., P. Constancio, p. 5
(3) Ortega Viñolo, Dr. Francisco. Pregón Semana Santa Almería 2009, p. 17
(4) Hermosilla Molina, Dr. Antonio. La pasión de Cristo vista por un Médico. P. 133
(5) ídem
(6) Ibídem.
Bibliografía
Cabezón o.f.m., Constancio P. La flagelación de Jesús. Christusrex.org.
Hermosilla Molina, Dr. Antonio. La Pasión de Cristo vista por un médico. Sevilla: Guadalquivir, 1997. p. 278 ilus.
López Alonso, Dr. Antonio. La muerte de Jesús vista por un médico. Creyente. Madrid: Librería Médica, 1999
Ortega Viñolo, Dr. Francisco. Pregón Semana Santa Almería 2009. p 33
Pérez Escriche, Enrique. El Mártir del Gólgota. 3ª. Ed. Madrid: Imp. Y Librería de Miguel Guijarro, 1871, 2 t. plus.