«Julieta», un habano destinado a la cartera y los labios de la mujer


Trabajadores de una fábrica de habanos en Cuba. FOTO LA HORA: AFP ADALBERTO ROQUE

El puro cubano, que medio siglo atrás acentuó la virilidad de los jóvenes guerrilleros Fidel Castro y Ernesto Che Guevara, recibió su tiro de gracia como «cosa de hombres» al presentarse Julieta, un delicado y aromático habano para labios de mujer.


Los habanos se hicieron famosos a nivel mundial por la imagen del Che Guevara y Fidel Castro fumándolos. FOTO LA HORA: AFP ADALBERTO ROQUE

De color claro, fino y corto, sólo 13 milí­metros de diámetro y 120 de largo, Julieta, según sus fabricantes, es para ser «disfrutado en tiempos cortos, y sigue el ritmo de vida de la mujer de hoy en dí­a, sofisticada y activa».

Su petaca (caja de cinco unidades), de sensual color rojo, no es angulosa como las tradicionales de su marca, Romeo y Julieta, sino con suaves y sugerentes curvas.

«Es un homenaje a la mujer», dijo Javier Terrés, uno de los vicepresidentes de la empresa hispano-cubana Habanos S.A, al señalar que las mujeres son «muy importantes» en todo el proceso de producción del puro.

En la fábrica El Laguito, donde se producen los famosos Cohiba, 90% de los 300 trabajadores son mujeres, la mayorí­a fuman cigarrillos, a veces puros.

Miriam Obelí­n, una torcedora negra de 60 años, trabaja fumando. «Siento tanto placer, que eso es vida. Una mujer no pierde su feminidad por fumar puro, al contrario», dice coqueta expulsando el humo azul.

Más del 60% de las manos que intervienen en la manufactura de la hoja de tabaco, su proceso industrial incluyendo el torcido y la comercialización del puro son de mujeres, precisó Ana López, directora de mercadeo de Habanos S.A.

Incluso comienzan a aparecer las primeras «vegueras», destronando la imagen del apacible y viejo cultivador de la hoja, que simboliza el rostro curtido de Alejandro Robaina.

José Torres, un albañil de 65 años, mira dubitativo la revista del Festival del Habano que se realiza esta semana en Cuba. Rubias y morenas estilizadas y elegantes fuman habanos. «Son lindas, pero fumando así­ la verdad es que no se ven bien».

De otro modo piensa Adonis Valasco, un torcedor mulato de 32 años, que trabaja en camiseta para exhibir orgulloso el rostro de Ernesto Che Guevara tatuado en su hombro izquierdo: «me siento especialmente bien cuando veo una mujer fumando tabaco», dice con picardí­a.

Yelena Vento, de 22 años, exhala frescura y olor a tabaco desde su banca de torcedora. «Mi novio no me dice nada cuando llego con olor a tabaco, a él le gusta. Una mujer fumadora de puros a veces se ve bonita, elegante», opina.

Por eso, más allá de prejuicios sexistas y de leyes antitabaco, cada vez más rigurosas, degustar un buen habano no es problema de género.

Las ventas de Habanos S.A ascendieron a 360 millones de dólares en 2009, 8% menos que los ingresos de 2008, por las leyes antitabaco, la crisis internacional, que hizo caer 11% el mercado de bienes de lujo -una caja de 25 Cohibas Lancero cuesta en Europa unos 600 dólares- y afectó el turismo, para el que Cuba promociona tabaco y ron.

La compañí­a busca nuevos nichos con productos exclusivos. El 10% de los fumadores de puros a nivel mundial son mujeres. Se trata entonces también de asunto de bolsillo, y Habanos busca ahora los femeninos.

NORMA La tabaquera de Fidel Castro


Con sus manos pequeñas torció miles de los más grandes puros cubanos, los Cohiba Lancero, que con su destreza y ojo sagaz también fueron los más exquisitos: 14 años como torcedora para Fidel Castro, Norma Fernández se ocupa hoy del Behike, el más exclusivo habano de todos los tiempos.

De traje sastre negro de ejecutiva, Fernández, de 57 años, no tiene reparos en volver a la silla de torcedora para revelar secretos centenarios del oficio, capaz de conversar mientras sus manos se mueven ágiles.

Está acostumbrada a escuchar. En cada salón, desde hace tiempo, alguien lee periódicos o novelas para los torcedores de puros. Con la modernidad, aunque no siempre con éxito, la radio a veces sustituye al lector.

La historia de Norma corre con la de la fábrica El Laguito, lujoso caserón de mitad del siglo XX -oeste de La Habana-, abierta por Fidel Castro y su secretaria personal, Celia Sánchez, como escuela de torcedoras.

Hasta entonces las mujeres sólo llegaban a «despalilladoras» -que quitan los nervios mayores a la hoja- o «escogedoras» de los tipos de hojas.

Sentadas de a cuatro por mesa, bajo una luz de neón, las torcedoras miran las hojas clasificadas («ligadas»), toman un puño según el tipo de puro, lo enrollan, cubren con una hoja mayor y lo cortan con una «chaveta» sobre un pedazo de mármol.

De ahí­ resulta la «tripa» y el «capote», que toma forma en una presa y es cubierto por la «capa», hoja más fina, elástica y de mejor color, que dará el aspecto final.

Norma es tabaquera desde los 17 años. Torció Cohiba Lanceros y Panetelas -más pequeño- para Castro, con quien conversó «en dos o tres ocasiones»: «Me dijo que hací­a un tabaco muy bueno», sonrí­e orgullosa.

En 1986 Fidel dejó de fumar y Norma de torcer. Nombrada jefa del Departamento de Producción, es responsable de calidad del sello más exquisito del portafolio de Habanos, que guarda 27 marcas y más de 200 vitolas del -según muchos expertos- el mejor tabaco del mundo.

Ahora le encomendaron la fabricación del Behike, 40% más caro que el habano mejor cotizado (20 a 25 dólares cada uno), hecho con hojas de «medio tiempo» -las dos superiores-, que no brotan en todas las plantas, obtenidas de los tres mejores vegueros de Cuba como el curtido Alejandro Robaina.

El Behike, lí­nea del Cohiba presentada en tres vitolas, «tiene una ligada muy parecida al Cohiba (tradicional), pero quise que fuera más aromático», dice Norma, que emplea hojas añejadas entre 2000 y 2003.

Algunos iniciados escogen un puro por el color. Pero Norma revela que la capa sólo aporta 7% del sabor. El gusto definitivo lo da la proporción de tres tipos de hoja tomadas en la «ligada»: la que aporta fortaleza («ligero»); aroma («seco») y calidad de combustión («volado»).

Norma confiesa que fuma puro para meditar o en una fiesta con amigos, aunque sigue prefiriendo fabricarlo para el paladar más exigente.