La herencia de Ingmar Bergman


Lilian Fernández Hall

El genial cineasta sueco Ingmar Bergman fue, sin lugar a dudas, un alma atormentada. Hijo de un pastor luterano, creció rodeado de sí­mbolos religiosos y fue inducido desde niño a las lecturas bí­blicas, lo que seguramente influyó en su constante necesidad de explorar el laberinto de las pasiones humanas. Como creador, supo plasmar estas inquietudes en sus pelí­culas, dando vida a obras que ya se consideran clásicas. Pelí­culas como Persona, Gritos y susurros, La fuente de la doncella, El séptimo sello y Fanny y Alexander son reconocidas pelí­culas de culto en todo el mundo.


A pesar de haber tratado con maestrí­a el tema del desgaste emocional que la institución del matrimonio significa para muchas personas («Escenas de la vida conyugal»), Ingmar Bergman no dudó en casarse. Y no una vez, sino cinco. Mantuvo además otras dos largas relaciones amorosas que no se formalizaron en matrimonio. Producto de estas relaciones fueron sus nueve hijos, engendrados con seis mujeres diferentes (1).

Contrariamente a su imagen profesional de genio atormentado, en su vida privada gustaba Bergman de asumir el rol de padre de familia, y con frecuencia reuní­a a todo su clan en reuniones celebradas en su casa de la isla de Fí¥rí¶, en el distrito de Gotland. Esposa y ex esposas, hijos, nueras, yernos y nietos, de varias edades y procedencias, compartí­an festividades, cumpleaños y navidades en una a todas luces envidiable armoní­a.

Fí¥rí¶, una idí­lica isla de playas blancas de arena caliza, fue el refugio que el artista necesitó para concentrarse en la creación y sentirse en armoní­a con la naturaleza. Allí­ se estableció Bergman desde finales de los años ´60 y allí­ construyó lo que él sentirí­a como su hogar. Varios detalles harí­an de su casa un lugar único: un hogar a leña diseñado por él mismo, una biblioteca de 6 000 volúmenes, una sala de proyecciones, un cuarto de meditación, etc. De a poco fueron surgiendo otras viviendas más pequeñas alrededor de la vivienda principal, las cuales serí­an utilizadas como refugio para escribir o para recibir a la familia y otros invitados. Finalmente, formaron lo que se llamó la Villa Bergman, que cuenta con cinco viviendas dispersas en una extensión de aproximadamente 34 mil hectáreas.

UN GENIO SOLITARIO

Ingmar Bergman detestaba la publicidad, y a medida de que pasaban los años se retraí­a más y más del «ruido» exterior. Los escasos vecinos de Fí¥rí¶ respetaban ciegamente la voluntad del artista, y se encargaban de despistar a los turistas que de vez en cuando llegaban a la isla con la esperanza de gozar, al menos, de una fugaz visión del genial cineasta. Para desilusión de los visitantes, pocas veces se cristalizaban estos deseos.

Bergman fue activo en su profesión hasta una edad muy avanzada y en sus últimos años colaboró con relativa asiduidad con el Teatro Real de Suecia, poniendo en escena varias piezas, muchas veces versiones teatralizadas de sus pelí­culas anteriores. Ingmar Bergman falleció el 30 de julio del 2007 (el mismo dí­a que el cineasta italiano Michelangelo Antonioni), a los 89 años de edad.

Como corresponde a un artista y pensador que constantemente merodeaba el tema de la muerte, Bergman tuvo siempre muy presente la suya propia. Ya en el año 1995, el cineasta sueco escribió su testamento, legalmente certificado por dos testigos: toda su herencia: sus propiedades, sus muebles y objetos privados, los archivos con todo el material cinematográfico; todo deberí­a subastarse al mejor postor. El dinero acumulado se repartirí­a luego, por partes iguales, entre sus nueve hijos. Como él mismo lo expresarí­a, «sin peleas, sin discusiones, sin sentimentalismos». Nada para sus ex-mujeres, sus demás familiares, ni para los amigos. Todo deberí­a venderse y pasar sin intermediarios a manos de los hijos.

Quien sea dado a la especulación podrí­a sospechar una cierta sonrisa burlona desde el cielo de los cineastas. Con nueve hijos de seis diferentes madres, esto no significaba en absoluto una sucesión sin conflictos. Nueve adultos con diferentes opiniones e intereses. ¿Qué se harí­a de la herencia de Bergman? ¿Serí­a realmente cuerdo dispersar los objetos, que por sólo pertenecer al artista gozaban de un valor excepcional? La biblioteca, el archivo de pelí­culas, las propiedades ¿todo a manos del mejor postor? Las opiniones eran diversas y el debate no tardó en ocupar las primeras planas de los periódicos.

EL SUEí‘O EMPIEZA A COBRAR FORMA

La escritora noruega Linn Ullmann, hija menor de Ingmar Bergman, fue la primera en hacer pública la idea de su padre de fundar un centro de creación artí­stica y literaria en la isla de Fí¥rí¶. El mismo Bergman soñaba con convertir su vivienda y las demás instalaciones de su propiedad en una suerte de punto de encuentro de cineastas, músicos, fotógrafos, actores y escritores; donde pudieran originarse proyectos, ideas, manuscritos y todo tipo de expresión creadora. Muchos allegados al cineasta confirmaron esta visión que, sin embargo, nunca pasó de ser una expresión de deseos durante la vida de Bergman. Luego de su muerte, las discusiones entre los hermanos fueron siempre amistosas, pero con tantas voluntades apuntando hacia distintos proyectos e ideas, no hubo manera de ponerse de acuerdo.

Linn Ullmann se empeñó en luchar para que lo que su padre habí­a construido en Fí¥rí¶ no se dispersara en manos de coleccionistas excéntricos. Ella misma vendió su lujosa mansión en Oslo para tener un capital con el cual salvar algunas de las «reliquias» de su padre, pero entendió en seguida que serí­a imposible. Las pertenencias del director sueco irí­an a remate a través de las casas de subastas más prestigiosas de Suecia y de toda Europa. La publicidad a través de los medios elevarí­an los precios a niveles inimaginables. En un último intento desesperado, Ullmann escribió un largo artí­culo en un periódico noruego, donde proponí­a una fundación siguiendo el espí­ritu que su padre habí­a imaginado. Un centro cultural sin fines de lucro que diera apoyo y refugio a escritores, artistas, músicos y creadores de todas partes del mundo. Los planes estaban listos, lo único que faltaba era quien financiara los sueños.

Pasó un tiempo y no se habló más de la fundación. Bukowskis (http://www.bukowskis.se/), la casa de remates de antigí¼edades y objetos de arte de más prestigio de Suecia se encargó de la subasta de los efectos personales del cineasta (336 objetos: muebles, libros, archivos de pelí­culas y todo tipo de objetos), mientras que las inmobiliarias Residence de Estocolmo y Christie´s de Londres se ocuparon de la venta de las propiedades. El 28 de septiembre de 2009 se realizó la subasta de Bukowskis, abierta a todo público, la cual atrajo a una multitud de interesados con reales posibilidades de adquisición, más un sinnúmero de curiosos. Periodistas de todo el mundo siguieron las ofertas. Uno tras otro fueron desapareciendo, bajo el martillo del rematador, los objetos más preciados del director sueco: los seis mil volúmenes de su biblioteca, el escritorio firmado por el prestigioso diseñador de muebles sueco Carl Malmsten, el viejo sillón de cuero de Charles y Ray Eames, la legendaria mesita de luz de madera barnizada de blanco, donde el cineasta solí­a escribir, al despertar, el producto de sus sueños; el tablero y las piezas de ajedrez con que la Muerte juega una partida con Antonius Block en «El Séptimo Sello» e infinidad de objetos que, al haber pertenecido al cineasta, doblaron el precio de mercado. Las personas que realizaban las ofertas eran, como es usual en las subastas de arte o de objetos muy valiosos, enviados especiales de empresas o acaudalados especulantes. La pregunta que todos se hací­an era: ¿en manos de quién o quiénes quedarí­a el patrimonio cultural bergmaniano?

El gobierno sueco, fiel a sus principios, habí­a aclarado desde un principio que no ofertarí­a dinero de los contribuyentes en la subasta, decisión que fue muy criticada por muchos sectores culturales del paí­s. En un perí­odo de crisis económica global, no surgí­a tampoco ningún donante dispuesto a aportar los medios necesarios para que la herencia cultural del cineasta permaneciera en Suecia. La comuna de Gotland registró una fundación con el propósito de recaudar fondos, pero muy pronto se dieron cuenta que era imposible recolectar las sumas necesarias para la compra de no sólo los objetos pertenecientes al director, sino sobre todo las propiedades. Como último intento desesperado, la Fundación publicó anuncios en diversas revistas de cine de los Estados Unidos, para interesar al mundo de Hollywood. Todo sin resultado.

EL MESíAS NORUEGO

Cuando ya todo parecí­a perdido y la opinión pública sueca lamentaba la dispersión del patrimonio cultural bergmaniano, llegó la noticia insólita e inesperada. El millonario noruego Hans Gude Gudesen habí­a financiado la compra de las pertenencias de Ingmar Bergman y tení­a también la intención de adquirir las propiedades en Gotland, para hacer realidad el sueño del cineasta. El artí­culo de Linn Ullmann en el periódico noruego habí­a conmovido profundamente al excéntrico millonario, quien inmediatamente partió de incógnito a Fí¥rí¶ y quedó deslumbrado por la atmósfera mágica de la bella isla, en la costa este de Suecia. Unos meses después, se concretarí­a la venta de las propiedades a la Fundación que Gudesen crearí­a, y que quedarí­a en manos de Linn Ullmann y una serie de personas allegadas al cineasta.

De un dí­a para otro, el interés público por la figura del noruego se hizo enorme. Hans Gude Gudesen, de 59 años, es arqueólogo de profesión pero ha amasado una fortuna en el campo de la informática. Gudesen es conocido como empresario e innovador, y es dueño y fundador de Opticom, una empresa que se especializa en innovaciones en las posibilidades de almacenar información. Gudesen es conocido como un empresario serio e idealista, más interesado en el progreso tecnológico en sí­ que en la fortuna que su trabajo le ha deparado. No suele dar entrevistas, y vive relativamente aislado en la ciudad de Fredrikstad, a orillas del fiordo de Oslo.

Tanto la casa de subastas Bukowskis como las de ventas de propiedades estaban al tanto de las intenciones del millonario noruego, quien permaneció anónimo durante el remate y dejó que cuatro representantes ofertaran, para evitar la publicidad. Gudesen no querí­a dar a conocer sus planes hasta que las propiedades no estuvieran definitivamente en manos de la planeada Fundación. Ninguno de los objetos o las propiedades adquiridas por el millonario noruego pasarán a ser su propiedad privada, sino que fueron adquiridas a nombre de la Fundación «Villas Bergman en Fí¥rí¶» (The Ingmar Bergman Estate on Fí¥rí¸, como es el nombre oficial en inglés) que tendrá como directora a la polí­tica sueca Inger Harlevi, presidenta de la comisión cultural de la comuna de Gotland, quien desde un principio apoyó activamente el proyecto de Linn Ullmann.

Durante el invierno europeo (enero-abril), las propiedades serán puestas en condiciones, y a partir de la primavera se iniciará la mudanza de objetos y la reconstrucción de ambientes, basados en fotografí­as y recuerdos de los allegados a la familia. Para el verano, la directora de la Fundación espera inaugurar el centro, dando a conocer el nombre de los estipendiados y las actividades a realizarse.

El precio por hacer realidad el sueño de Bergman no se ha hecho público, pero se calcula que, entre los objetos pertenecientes al artista y las propiedades, Gudesen ha invertido cerca de diez millones de dólares. Los seguidores de Bergman en Suecia y en el mundo entero pueden agradecerle a un acaudalado idealista noruego que el patrimonio cultural del genial cineasta se mantenga vivo y que su sueño, lentamente, se convierta en realidad.

Nota

1. Los nueve hijos de Ingmar Bergman (IB) son: Lena Bergman (63 años, actriz, hija de IB y la coreógrafa Else Fisher), Eva Bergman (62 años, directora de teatro y televisión, casada con el conocido novelista Henning Mankell, hija de IB y la bailarina, coreógrafa y directora de teatro Ellen Hollender), Jan Bergman (fallecido en el 2000 a los 53 años, director de teatro, hijo de IB y Ellen Hollender, lo suceden sus dos hijos como herederos), los mellizos Anna y Mats Bergman (59 años, ambos actores, hijos de IB y Ellen Hollender), Ingmar Bergman jr. (56 años, piloto, hijo de IB y la traductora y doctora en filosofí­a Gunvor Hagberg), Maria von Rosen (48 años, escritora, hija de IB e Ingrid Karlebo von Rosen), Daniel Bergman (45 años, director de cine, hijo de IB y la pianista Kí¤bi Laretei) y Linn Ullmann (41 años, escritora, hija de IB y la actriz Liv Ullmann).