El Vudú retorna a un Haití­ en ruinas


La religiosidad de Haití­ vuelve a las calles, luego de haberse resentido por el terremoto. En la gráfica, un grupo de personas católicas reza frente al Palacio de Gobierno en Puerto Prí­ncipe. FOTO LA HORA: AFP EITAN ABRAMOVICH

Un mes antes del devastador terremoto en Haití­, el conocido músico Theodore «Lolo» Beaubrun y algunos de sus amigos fueron convocados por espí­ritus que intentaron advertirles sobre el cataclismo que se acercaba.

Redacción Internacional
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«Nos dijeron que rezáramos por Haití­ porque muchas personas morirí­an» señala Beabrun, el lí­der del grupo musical Boukman Eksperyans.

«Pensé que tení­a algo que ver con la polí­tica. No sabí­a que se vení­a un terremoto», agrega.

Si bien los espí­ritus no fueron comprendidos en ese momento, ahora están al lado del pueblo haitiano en su momento de mayor necesidad, según Beaubrun.

«Estamos muy traumatizados», señala.

«Hemos visto la muerte. Pero los espí­ritus entraron en las mentes de la gente para advertirles y ayudarles a sanar. Ellos nos hablan. Es como si fuera una terapia», dice el cantante cuya música mantiene una perspectiva claramente vinculada a la cultura del vudú.

Sin embargo la idea de Beaubrun de que el vudú deberí­a jugar un papel central en la recuperación del paí­s tras el peor desastre natural en su historia se mantiene en el ámbito de la esperanza.

VUDíš

La religión tradicional de Haití­ ha mantenido un bajo perfil en los acontecimientos tras el terremoto.

Las canciones y las oraciones que suelen escucharse en medio de los escombros y en los campamentos improvisados en el entorno de Puerto Prí­ncipe suelen ser abrumadoramente cristianas.

Se estima que muchos haitianos practican en vudú, no se sabe a ciencia cierta qué porcentaje, pero sus ritos no han estado totalmente ausentes de los esfuerzos de ayuda.

Louis Leslie Marcelin, otro cantante que igualmente se considera y guí­a espiritual y curandero, ha ofrecido su casa en Puerto Prí­ncipe como sede para un centro escolar alternativo y una guarderí­a.

«Trabajamos con los niños y los padres», señala. «Trabajamos con los pobres cuyos familiares han muerto».

Sin embargo los esfuerzos de los lí­deres del vudú han sido escasos. El grueso del trabajo de asistencia en Haití­a ha sido llevado a cabo por grupos católicos y protestantes.

«Para una religión que supuestamente es la religión nacional del pueblo haitiano, ha estado llamativamente ausente del fenómeno del terremoto», dice Gerald Murray, el antropólogo de la Universidad de Florida que ha llevado a cabo muchos trabajos de investigación en Haití­.

Prejuicios

Algunos sostienen que la visible ausencia del vudú en la recuperación tras el terremoto se debe al prejuicio. Muchos cristianos, sobretodo los protestantes, consideran al vudú una especie de rito al demonio.

Ese concepto fue expresado en su forma más vehemente por el evengelista televisivo estadounidense Pat Robertson, quien aseguró que los haitianos provocaron firmaron «un pacto con el diablo» cuando derrotaron a los colonizadores franceses hace dos siglos.

Beaubrun considera que esas actitudes se han hecho evidentes durante las operaciones de ayuda.

«Algunas comunidades cristianas no quieren darle comida a los seguidores del vudú», dice.

«Ni bien se percatan de que hay personas con indumentaria campesina on con pañuelos de vudú, los relegan a un costado y les niegan alimentos», señala el cantante. «Es algo que he visto».

La hostilidad hacia el vudú, una religión que mezcla el cristianismo con creencias y prácticas animistas de ífrica Occidental, de hecho figura prominentemente entre algunos grupos evangélicos en Haití­ y otras partes.

Sin embargo la mayorí­a de los cristianos convencionales, sobretodo los católicos, han hecho hincapié en su deseo de no marginalizar al vudú.

El padre Reginald Jean-Marie de la iglesia Notre-Dame, la más importante para los católicos del barrio de la Pequeña Haití­ en Miami, se pronunció al respecto.

«Cualquier sistema de creencia al cual se adhiera la gente, sobretodo en un momento de crisis, puede ayudarles», dice.

«Las cosas ocurren porque hay desastres naturales. Si dices que el vudú es el responsable de esas cosas, ¿entonces es responsable Dios cuando ocurren desgracias con los buenos cristianos?», agrega.

PRENSA Sin circulación


Lo último que necesita un periódico sumido en el debate papel-Internet y en medio de una crisis publicitaria general es un terremoto de 7 grados en la escala de Richter. A Le Nouvelliste, fundado en 1898, se le movió tanto la vieja rotativa que algunas máquinas fueron desplazadas o quedaron inclinadas y ahora son técnicos venezolanos los que deberán determinar qué se hace. Su sede está en el centro de Puerto Prí­ncipe, enfrente de los restos de la prisión; allí­, quien no murió entre los escombros escapó a la carrera. En cambio, el edificio del diario sigue en pie, aunque descascarillado. Los expertos que deciden las demoliciones afirman que necesita reforzar los pilares antes de permitir el trají­n de antaño. El nombre de la cabecera que preside la fachada aguantó la sacudida con dignidad: sólo perdió la t. Todo un sí­mbolo de sus intenciones.

Le Nouvelliste es el medio de comunicación impreso más importante de Haití­ junto a Le Matin, también más que centenario. En la capital no hay quioscos y menos aún máquinas automáticas como las de EE UU. Lo poco que se vende es a través de voceadores. Al menos los atascos de Puerto Prí­ncipe tienen un efecto colateral positivo: dan la oportunidad al ambulante para que elabore, si lo tiene o quiere, un discurso sobre las ventajas de leer noticias que nadie desea conocer.

«Antes del terremoto vendí­amos 15.000 ejemplares cinco dí­as por semana, casi todos por suscripción. Hemos tardado tres semanas en sacar un número especial de 12 páginas. Tuvimos que recurrir a una imprenta privada que carecí­a de los medios adecuados y sólo podí­a trabajar unas horas pues de noche los operarios temí­an por su seguridad. Lo ocurrido nos ha obligado a centrarnos en la web [lenouvelliste.com]», dice su director y copropietario, Max Chauvet, de 59 años.

Antes del seí­smo, Le Nouvelliste contaba con 24 redactores y tení­a planes y cálculos para la adquisición de una nueva rotativa. Después del 12 de enero ha reducido su plantilla a la mitad. «La situación es grave. Algunos periodistas no han podido venir a trabajar porque tienen que cuidar de sus familias; en otros casos tuvimos que prescindir de ellos porque era necesario reducir gastos. Escogimos a los que ya tení­an otro trabajo. Ahora somos 12. Son los más polivalentes y aptos para este periodo. Son periodistas capaces de escribir, fotografiar y grabar un ví­deo. Los que dejaron de trabajar aquí­ nos siguen enviando sus textos gratis», dice con emoción.

«El periódico es ahora un medio que se publica en Internet. Lo malo es que en Internet no hay, de momento, publicidad. No es rentable. Imprimiremos esta semana dos ediciones en papel. Tardaremos años en volver a la situación anterior si es que volvemos. De la edición especial vendimos 5.000 ejemplares. Es la nueva realidad. Nuestros lectores están muertos, tienen problemas más serios o se han marchado del paí­s. Es muy difí­cil sacar un periódico en Haití­, donde la inmensa mayorí­a de la población es analfabeta o vive en Estados Unidos y Canadá», añade el director.

La sede (provisional) está en Petionville, el teórico barrio elegante de la capital. La redacción cabe en una caja de madera prefabricada del tamaño de un contenedor. Hay dos ventanas y algún tragaluz y, sobre todo, aire acondicionado. Una decena de ordenadores y un laberinto de cables son las tripas del nuevo periódico electrónico que pelea por sobrevivir.

En Puerto Prí­ncipe fueron las emisoras de radio las que mantuvieron informada a la población que tení­a receptor de radio y pilas para alimentarlo. Pero por encima de todos los medios, el favorito de los haitianos es el rumor. Como en España.

«Le Nouvelliste pertenece a mi familia desde hace cuatro generaciones. La propiedad se reparte entre un primo mí­o y yo. Empecé a trabajar en 1969. Llevo toda la vida aquí­. Desde finales de los años 90 soy el director. Mis hijos no están interesados. Tienen sus negocios. Esto ya no da dinero, lo pierdes. Debes tener otras fuentes de ingresos para sobrevivir. Pese a todas las dificultades y a pesar del daño que nos ha causado el terremoto tengo claro una cosa, el papel no va a desaparecer en la era de Internet».