Arte sacro en Estados Unidos


Lo más granado del arte sacro español del Siglo de Oro, con pinturas y esculturas de un hiperrealismo impactante, se exhibe a partir de este domingo en la Galerí­a Nacional estadounidense.


Algunas de las piezas salen por primera vez no sólo de España, sino incluso de las iglesias y catedrales que durante siglos las han albergado celosamente, a causa de la veneración que despiertan entre las cofradí­as religiosas.

En total son once pinturas de maestros como Diego de Velázquez o Francisco de Zurbarán y once tallas de madera policromada, la mayorí­a de ellas representando a un Cristo ensangrentado y doliente, de una gran veracidad.

La España imperial del siglo XVI y XVII desbordaba de orgullo por sus conquistas de ultramar, pero tení­a también una gran obsesión religiosa: la afrenta de la Reforma protestante.

Habí­a que reconquistar las almas, y estimulados por monarcas como el ascético Felipe II, artistas y pintores se lanzaron más que nunca a sorprender y sobrecoger a los fieles, como hací­a a su vez el estilo barroco arquitectónico.

«Lo sagrado hecho realidad», del 28 de febrero al 31 de mayo, demuestra como el arte religioso de la época avanzó algunas de las tendencias más actuales, como el hiperrealismo, explica Xavier Gray, comisario de la exposición.

«Habí­a que convertir la religión en algo mucho más relevante para la gente, para los fieles. Y el realismo es un puente fantástico» entre el arte y la religión, señala.

Un Cristo en la Cruz de Zurbarán (1598-1644), pintado en 1627, recibe al visitante de forma espectacular, con un realismo casi tridimensional.

A su lado, un Cristo también crucificado del escultor Juan de Mena (1528-1627) demuestra que el diálogo entre pintores y escultores era constante en la España de ese tiempo.

De hecho, era obligatorio. «Todos los pintores en España tení­an que pintar esculturas, formaba parte de su entrenamiento», señala Gray.

También era un negocio lucrativo, porque para muchas familias la escultura era el principal encargo de arte religioso.

Los escultores estaban obligados a ceder sus obras de arte a los pintores para que fueran policromadas, y además debí­an pagar un 10% de impuesto sobre sus ventas, a diferencia de sus colegas del pincel.

Sin embargo, grandes maestros como Francisco Pacheco (154-1644) prestaron con orgullo sus pinceles para contribuir a realzar el trabajo de auténticos genios de la madera esculpida, como Juan Martí­nez Montañés (1568-1649).

El propio Montañés fue retratado por Velázquez en 1635, el único cuadro no religioso de la exposición.

Para darles aún más realismo, los pintores no tení­an reparos en utilizar cristal para simular los ojos o las lágrimas, y pelo natural para las pestañas.

«Las cosas empezaron a cambiar a finales del siglo XVII, cuando Pedro de Mena (1628-1688), pasó el examen para ser pintor y también escultor, lo que básicamente le dio derecho legal» a pintar sus propias obras, explica Gray.

Una de las primeras esculturas firmadas en la historia del arte español es un «Ecce Homo» de Mena, realizado y pintado en 1673 en Málaga, con los latigazos y la sangre de un realismo extremo.

Ese tipo de esculturas siguen despertando el fervor popular tres siglos después.

«Casi me excomulgan cuando intenté persuadir a las cofradí­as (españolas) que me dejaran algunos de esos trabajos», explica Gray bromeando.

Algunos de los Cristos esculpidos por artistas como Montañés o Mena nunca podrán salir de España, porque cada año salen a la calle por Semana Santa, reconoce Gray.

Otros sí­ que fueron trasladados, primero a Londres y luego a Washington, con motivo de esta exposición, como el «San Francisco en éxtasis» esculpido por Mena en 1663 y prestado por la Catedral de Toledo.

Gray tuvo que escribir 17 cartas antes de recibir una respuesta afirmativa, y ello gracias a la intervención del ministerio de Cultura.