«El mundo como flor y como invento» de Mario Payeras


Mariano Cantoral

«Según lo que habí­a visto, el universo es triste, porque sus caminos están vedados de pájaros.»

Mario Payeras


«El mundo como flor y como invento» es un libro del escritor guatemalteco Mario Payeras, que contiene nueve relatos que reflejan una postura crí­tica y realista ante el mal trato que ha caracterizado a la humanidad en su relación con el medio ambiente, sometiéndolo a su poder omní­modo, haciendo palidecer sus ecosistemas, menguando su biodiversidad, exterminado sus elementos vivos e inertes y alterando sus ciclos naturales.

«El mundo como invento y como flor», plantea una reflexión acerca del vital, por natural, intercambio e interrelación entre las especies que poblamos este gran planeta que nos ha correspondido, es decir, la vinculación insoslayable entre los elementos bióticos, abióticos e intermedios, como un proceso de supervivencia.

Las conductas del ser humano han provocado alteraciones a los ciclos naturales de vida, es decir, han alterado los procesos naturales, por ejemplo, al extraer de manera avorazada y desmedida los recursos que la naturaleza nos provee incondicionalmente, al fabricar paisajes artificiales y al mecanizar la existencia.

Eugene Odum, considerado uno de los padres de la ecologí­a (ciencia del medio ambiente), afirmó que «Toda unidad que incluye todos los organismos (es decir: la «comunidad») en una zona determinada interactuando con el entorno fí­sico así­ como un flujo de energí­a que conduzca a una estructura trófica claramente definida, diversidad biótica y ciclos de materiales (es decir, un intercambio de materiales entre la vida y las partes no vivas) dentro del sistema, es un ecosistema».

En mi opinión, por muy trófica y natural que sean las cadenas biológicas del tiempo y el ambiente, esa «naturalidad», no justifica el vilipendio a todo lo que nos rodea, ni la dilapidación de lo que nace y transcurre ante nuestros ojos, ni el aniquilamiento obstinado y descomunal de todos los reinos de la naturaleza.

Los relatos de este libro giran alrededor de las migraciones de las aves, de sus ciclos naturales adulterados por las máquinas, su aniquilamiento y la vinculación del ser humano con su entorno natural; desfilan diversa cantidad de especies animales, mismas desde las cuales intuimos los distintos escenarios en donde se desenvuelven y desarrollan su existencia, para poder reflexionar acerca de sus poéticos itinerarios.

Respecto a la maquinización alteradora de ciclos a que ya hice referencia, cito un fragmento del relato «Los Pájaros de Chilabasún» que ejemplifica esa aseveración: «Los nuevos inventos hacen nacer en el interior del hombre una prisa nueva y sin esperanza», también respecto a los ciclos mutantes, en ese mismo cuento hallamos que «La vida de un pájaro no siempre es suficiente para coincidir dos veces con los circunstanciales itinerarios de un hombre».

Si caemos a un aspecto menos mí­stico y más terrenal, claro que pueden existir, y de hecho existen, leyes regulatorias de la caza, pero más que leyes parlamentarias, esta situación requiere más bien de leyes de conciencia, de apego a nuestro planeta, y de valorar la importancia de poseer un ví­nculo armonioso con sus recursos naturales, tal como este libro lo plantea con una estética impresionante.

La narración es sumamente poética, y nos hace recordar que carecemos de huesos vací­os para volar y guiarnos por el viento o por la posición de las estrellas, que lo poco o nada que sabemos de la naturaleza ha sido aprendido a través de eso que llamamos ciencia, contrario a las aves que aprenden a la perfección las leyes del tiempo, los ciclos de la fruta y la luz, en el devenir de sus migraciones sobre «la capa de la atmósfera», que nuestra elevación está condicionada al uso de un aparato falible como «el avión de las diez que iba a Nueva Orleans» y que la medición del tiempo nos la brinda un reloj de baterí­as de litio y no «la exacta relojerí­a del cielo».

En el relato «Historia del maestro músico que tardó toda la vida para componer una pieza de marimba», se reflexiona acerca del aprovechamiento humano de los recursos naturales, o más bien, de cómo la naturaleza nos provee la materia prima para fabricar objetos que nos facilitan la vida, o en este caso, instrumentos que sirven para crear cosas tan maravillosas como la música, en palabras del narrador «que la música es la matemática de los sentimientos y que para expresar el movimiento de las cosas en el espí­ritu se hacen necesarios números que fluyan».

Destaca también el planteamiento del injusto destino a que son sometidas muchas aves, por mencionarlas a ellas en representación de otros animales, a propósito del relato «Historia del Guacamayo que se extravió en la materia», en el cual se narra el lamentable destino de un guacamayo que fue presa de una trampa y sometido a los «mecanismos del mercado mundial», y su posterior exilio, prisión y esclavización pues «en los viejos mapas de la materia que utilizan los pájaros no están registradas las rutas marí­timas ni se hallan previstos los inventos mecánicos que el guacamayo utilizó en su viaje al hemisferio nublado» y que «En la vejez, su sabidurí­a se redujo a la certeza de que la materia está llena de pájaros y de que estos tienen caminos innumerables», esta situación también puede ser emparentada con la del relato «Los pájaros de Chilabasún», en donde se describe la esclavización pero de «indios», para la construcción de obras, verbigracia, la de un ferrocarril, logrando establecer cierta analogí­a entre ambos casos.

Después de leer el relato «Historia del Azacuán que derribó el granizo», me pregunto ¿quién será el competente para juzgar al verdugo de un pájaro?, este un relato implacable, en pocas palabras, como la realidad, la soledad de un pájaro herido por un escopetazo, que después de ser recogido por un niño, debe recuperarse a fuerza de su propia fuerza, pues «muy lejos habí­an quedado los dí­as en que para descender hasta los bosques lluviosos de las Verapaces, primero planeaba describiendo cí­rculos».

í‰ste es un libro sin alas ni huesos llenos de aire pero que vuela y nos hace volar, desfilan en él, además de una que otra boa ratonera y manadas de monos, las más coloridas y diversas tipologí­as de aves: faisanes, pelí­canos, gorriones, guacamayos, azacuanes, loros, urracas, clarineros, gaviotas, chocoyos; aves que buscan sobrevivir en esa guerra injusta que deben sobrellevar contra la humanidad, y los embates de un mundo motorizado, en un universo que necesitó fabricar alas, porque le pareció tedioso volar a fuerza de sueños.