El joven y legendario faraón Tutankamón, la causa de cuyo deceso hace más de 3 mil años seguía siendo un misterio, habría muerto de paludismo combinado con una afección ósea, según un estudio divulgado hoy en Estados Unidos, que revela asimismo su filiación, que hasta ahora había permanecido incierta.
Tutankamón murió tan joven –a los 19 años, en 1324 antes de nuestra era, y sin dejar herederos– que los egiptólogos especularon en abundancia tanto sobre la hipótesis de enfermedades hereditarias en la familia real de la XVIII dinastía como sobre la causa de su deceso tras nueve años en el trono, explica Zahi Hawass, responsable de las antigí¼edades egipcias en el museo de El Cairo y principal autor de este estudio.
Los investigadores se apoyaron en varios métodos, entre ellos la radiología y los análisis de ADN para el trabajo, realizado sobre 16 momias, once de las cuales, incluida la de Tutankamón, eran aparentemente miembros de la familia real.
Los trabajos realizados entre 2007 y 2009 buscaban determinar los vínculos de parentesco y de sangre, y la existencia de características patológicas hereditarias en Tutankamón. Los mismos permitieron identificar al padre del faraón como Akenatón, esposo de la legendaria reina Nefertiti.
Las dos momias comparten varias características morfológicas únicas y tienen el mismo grupo sanguíneo.
Los autores de la investigación también determinaron que la madre del joven faraón sería la momia KV35YL, cuyo nombre sigue siendo desconocido. También identificaron a su abuela, la reina Tye, madre de Akenatón.
«Estos resultados permiten pensar que una circulación sanguínea insuficiente de los tejidos óseos, que debilitó o destruyó una parte de los huesos, combinada con paludismo, fue la causa más probable de la muerte de Tutankamón», sucedida tras una fractura, escribe Zahi Hawass, cuyos trabajos aparecen en el Diario de la Asociación Médica estadounidense (JAMA) del 17 de febrero.
Este diagnóstico pudo ser establecido sobre todo gracias a los exámenes genéticos, que revelaron una serie de malformaciones en la familia Tutankamón, como la enfermedad de Kohler, que destruye células óseas.
Los análisis de ADN también pusieron en evidencia la presencia de tres genes vinculados al parásito Plasmodium falciparum, responsable del paludismo en cuatro momias estudiadas, entre ellas la de Tutankamón.
«Ese diagnóstico fue confirmado por el descubrimiento en su tumba de bastones y de una farmacia para el más allá», precisan los investigadores.
Este trabajo también descartó la hipótesis de que Tutankamón o cualquier otro miembro de la realeza de esa época sufrieran ginecomastia, el desarrollo de los senos entre los hombres, o de síndrome de Marfan, enfermedad genética rara que puede implicar la dilatación de la aorta.
«Es improbable que Tutankamón o Akenatón tuvieran una apariencia extraña o afeminada», estiman los autores.
Tutankamón y sus ancestros eran poco conocidos hasta el descubrimiento en 1922 de su tumba en el valle de los reyes por el británico Howard Carter, la que contenía un fabuloso tesoro, que incluye su máscara mortuoria en oro macizo.
Este estudio parece abrir la puerta a un nuevo enfoque de investigación en genealogía molecular y paleogenómica de los patógenos del período faraónico, opinan los científicos.