La estrategia de la ilusión: los argumentos de la plutocracia contra los impuestos


A los oligarcas se les puede criticar casi de cualquier cosa: egoí­stas, avaros, poco solidarios, vendepatrias… imagí­nese los siete vicios capitales y verá que son aplicables cada uno como anillo al dedo.  Pero, con todo, hay que decir que son tipos que no se duermen en sus laureles y trabajan con tesón para alcanzar los propios intereses.

Eduardo Blandón

Pienso esto, ahora que se ve a los plutócratas preocupados frente a las amenazas del pago de nuevos impuestos.  Mí­relos, ahí­ los tiene reunidos, laboriosos, cogidos de la mano, decididos -por enésima vez- a impedir esos cañonazos que los turba y les quita la paz.  No se trata de un grupo de filósofos que reflexionan sobre la naturaleza de los impuestos (¿por qué el ser y no la nada?), sino de empresarios decididos a impedir a toda costa el pago de más tasas impositivas.

 

Los medios que tienen a su disposición este grupo de monstruitos que no superaron la etapa anual es poco creativa, pero decidida, no sólo para discutir con terquedad las razones aprendidas en el catecismo del neoliberalismo, -aprendida ya saben ustedes en qué universidad-, sino para convencer a la clase media del nimio valor de los impuestos.  Las estrategias de estos dí­as son las mismas de siempre. 

Un ejemplo de esas «ideas prácticas» consiste en bombardear a la opinión pública, a través de los medios de comunicación, sobre la inutilidad del tributo en virtud del saqueo del gobierno.  Esa es la cantaleta desde la creación del mundo: no pago porque se roban mi contribución.  Ya verá recogidas en la Prensa «las evidencias» que sostienen el argumento. 

No es casual, por ejemplo, que hoy digan que en las aduanas hay contrabando a granel, que el Presidente de Guatemala es el segundo mejor pagado de Latinoamérica y quizá del mundo, que hay triquiñuelas en los fondos sociales y que también existen manejos turbios en los ministerios.  No son «noticias» sacadas al azar, producto de investigaciones concienzudas y laboriosas de los medios, sino fruto del interés de los empresarios por reforzar sus ideas.

 

Esto no quiere decir que no hay robos (lo digo de inmediato porque pronto dirán que soy un apólogo del crimen y del saqueo).  Creo que este gobierno, como todos los anteriores -incluido, por supuesto y sobre todo el de Berger- cobija ratas y hace agujeros enormes al saco tributario que impide poner las bases para cambiar el paí­s.  Pero, esto no justifica el egoí­smo a ultranza de los malos empresarios -al menos los más egoí­stas que se resisten a pagar impuestos-.

 

Mi interés es poner en evidencia el interés de los plutócratas que usan todos los medios posibles para no colaborar con el fisco.  O al menos advertir a los lectores para que lean con buena dosis de suspicacia la realidad que ellos (los malos empresarios) quieren presentarnos a través de los medios informativos (sus medios).  Atrás de una noticia que, según ellos, es objetiva y desinteresada, hay mucho deseo viciado para sacar provecho de su propia visión de mundo.

 

Dos cosas hay que exigirles a los señores de quienes hablo: 1.  Que paguen lo que deben para construir un mejor paí­s.  Está bien que adviertan las trampas del sistema y denuncien el mal manejo de la recaudación, pero esto no debe impedir su contribución.  Y 2. Que no manipulen las conciencias de las personas en beneficio propio.  Sólo así­, me parece, pueden ganar credibilidad y tener un discurso convincente.