Irán celebra mañana el 31 aniversario de la revolución islámica en un clima de alta tensión, con actos oficiales que podrían ser perturbados por manifestaciones de la oposición y un gobierno sometido a fuertes presiones internacionales por su política nuclear.
El martes, Irán lanzó la producción de uranio altamente enriquecido, una decisión considerada como un desafío por las potencias occidentales, que amenazaron con adoptar nuevas sanciones contra la república islámica.
La adopción de nuevas sanciones podría agravar la crisis económica de Irán, país sumido en una crisis política desde la reelección del presidente Mahmud Ahmadinejad en julio de 2009, en unos comicios calificados de fraudulentos por la oposición.
Las manifestaciones de masa de la oposición en los últimos ocho meses acarrearon decenas de muertos y miles de detenidos en todo el país sin que la represión del gobierno, que ahorcó a dos manifestantes y condenó a muerte a otros diez, haya logrado debilitar la voluntad de los opositores.
El gobierno anunció que no tolerará voces disidentes en las manifestaciones del 11 de febrero, destinadas tradicionalmente a mostrar la fuerza y la popularidad del régimen islámico.
El miércoles, las fuerzas policiales y los basiyis, milicianos islámicos utilizados para reprimir las manifestaciones, comenzaron a desplegarse en las calles de Teherán.
El jefe de la policía iraní, citado por la agencia de prensa Fars, anunció la detención de varios opositores que se preparaban para manifestar el jueves.
«Tenemos muy buenas informaciones sobre estos grupúsculos y un cierto número de personas que hacían preparativos fueron detenidas», declaró Esmail Ahmadi Moghadam, sin precisar ni el número de arrestos ni el tipo de «preparativos».
«La nación iraní, unida y con la gracia de Dios, asestará un golpe a la arrogancia (de las potencias occidentales) el 22 de Bahman (11 de febrero)», declaró al comienzo de la semana el ayatolá Alí Jamenei, guía supremo de Irán.
«Desde la elección, el objetivo principal de la sedición fue dividir a la nación iraní, pero no logró hacerlo», agregó Jamenei.
El general Hossein Hamedani de los Pasdaran, ejército ideológico del régimen, afirmó por su lado que no será tolerada ninguna «manifestación verde», refiriéndose al color emblemático de la oposición.
«Cualquier voz, cualquier color o cualquier gesto contrarios a la revolución islámica» durante las manifestaciones «serán rechazados por el pueblo», declaró Hamedani.
«Los que buscan protestar el 11 de febrero son agentes del extranjero», agregó el general Hamedani.
En los últimos días, la policía detuvo a opositores y periodistas, lo que constituye una clara advertencia a los medios de comunicación estrictamente vigilados.
Para esquivar la prohibición de manifestar, los líderes de la oposición convocaron a participar en forma masiva en los actos oficiales, una táctica que ya utilizaron varias veces desde el inicio de la crisis.
«Participemos todos en las ceremonias del aniversario con calma y firmeza, con paciencia y sin violencias verbales o físicas», exhortó Mehdi Karubi, ex jefe reformador en el parlamento y candidato en la elección presidencial pasada.
Las ceremonias «no son propiedad de una facción o de un campo», dijo por su parte el ex presidente reformista Mohammad Jatami.
Para el ex primer ministro Mir Hosein Musavi, derrotado por Ahmadinejad en la segunda vuelta de la elección presidencial, la oposición debe estar «presente en tales movimientos».
Con «las detenciones, las palizas y otras tácticas de enfrentamiento aplicadas en nombre del islam, el régimen islámico le hace daño al islam», dijo Musavi en respuesta a las amenazas del poder.