Realidario (DCLXVIII)


René Leiva

INTELECTUALES DEL C H Ante periódicos señalamientos, con matiz de denuncia y repugnancia, presentados en algunos medios por cierto columnistas, en el sentido de que supuestos intelectuales que deambulan por el Centro Histórico ostentan saco de corduroy (no sé si así­ se escribe) y anteojos de aros gruesos, indumentaria ésta más bien fraccionada, que al parecer disgusta y pone en serias dudas y sospechas a quienes reprueban a dichos escritores, poetas, pintores, crí­ticos de arte, etcétera; durante una intensa semana me propuse la tarea ingrata de rastrear e indagar por las calles, avenidas, pasajes parques, plazas, centros comerciales, cafés, cantinas, librerí­as, bibliotecas, antros culturales, galerí­as de arte, y otros tugurios fronterizos, a ver si daba con los mencionados bichos raros, (saco de corduroy y anteojos de aros gruesos) en carne y hueso, o al menos con sus huellas o marcas registradas, pero nada, ni las sombras (si las hubiere). Por supuesto que dichos personajes, si es que en realidad existen, no anda en manada, y ni siquiera de dos en dos, ya que deben ser unos solidarios irredimibles y escurridizos, tal como corresponderí­a a su condición. Una sola vez creí­ divisar a uno de esos intelectuales raros con saco de corduroy y anteojos de aros gruesos, en pleno Centro Histórico, pero lo perdí­ entre tanta venta callejera y camionetas y taxis descontrolados, más una manifestación campesina que en esos precisos momentos desfilaba de acera a acera en claro contubernio contra mis propósitos culturales. En tanto, seguiré mi búsqueda de esos intelectuales con saco de corduroy y anteojos de aros gruesos, aunque sospecho que deben haber emigrado, ya en masa, hacia el sur profundo de la metrópoli en busca del anonimato. O puede ser que, remisos y furtivos como puedo imaginarlos, hayan optado por ocultarse mientras pasa el efecto indeseable de haber sido descubiertos por algunos columnistas rencorosos. En fin.

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TERREMOTOS INTELIGENTES. Varios cientí­ficos internacionales consultados, que por razones de seguridad piden el anonimato, aseguran que hoy en dí­a es un hecho la existencia de tecnologí­a avanzada capaz de provocar terremotos inteligentes, o sea movimientos telúricos teledirigidos de forma electromagnética hacia un hipocentro enfocado artificialmente en un determinado territorio, que puede ser una isla caribeña o cualquier paí­s situado en un continente (de preferencia asiático y musulmán). El terremoto inteligente es una creación eminentemente imperial (sic), indican los expertos; es decir, ligado al neocolonialismo, la geopolí­tica yanqui y la hegemoní­a capitalista neoliberal dominante en el planeta. Desarrollada por el Pentágono y la CIA, y con los auspicios del Gran Capital, el terremoto inteligente está en su fase final de experimentación aseguran los conocedores, pero constituirá un sucedáneo o sustituto de la guerra convencional o de un genocidio cualquiera (sic). Sin culpables humanos identificados pero con factura a la madre naturaleza. Y alguna ayuda humanitaria, según el caso.

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En un diálogo digno de tal nombre importa más lo que entra a los oí­dos que cuanto sale por la boca. (Benzoato de Potasio. Siglo IV a.C.)