La ininterrumpida cadena de muerte de personas inocentes


Se ha dicho que la muerte cabalga alrededor de los guatemaltecos por dondequiera que estén. En general, los pueblos pobres, como el haitiano y el guatemalteco, ven repetirse calamidades de diversa naturaleza, a veces naturales y otras veces culpa de seres inhumanos. Por ejemplo, este 4 de febrero se cumplen 34 años del terrible terremoto de Guatemala, que en su momento pareció tan dantesco como ha sido el terremoto del 12 de enero de este año en Haití­, el cual ha llevado a muchos a cuestionarse si Dios se ha olvidado de esa pequeña isla. La triste realidad es que esos fenómenos naturales fueron agravados por las condiciones de pobreza de nuestros respectivos pueblos.

Ing. Raúl Molina Mejía
rmolina20@hotmail.com

Así­ como han ocurrido estas grandes tragedias, también la muerte se presenta en dosis más pequeñas pero terriblemente constantes. Tomemos dos noticias recientes. Primeramente, cinco inmigrantes guatemaltecos indocumentados -Luisa Ordóñez, Agustí­n Coyoy, Valerio Cupil, Luis Barreno y Antonio Ixtazuy- murieron en un incendio en Brooklyn, el pasado 29 de enero. El New York Times le ha dedicado tres artí­culos de fondo a esta minitragedia, porque es un reflejo de las terribles condiciones en que viven y mueren los inmigrantes indocumentados. Para colmo, el causante del incendio fue otro guatemalteco, desequilibrado por el licor y las condiciones difí­ciles en que se vive como indocumentado. Con muy pocas horas de diferencia, el 31 de enero, 13 campesinos mayas de Alta Verapaz, en ruta a trabajar en Chiquimula, murieron al volcar el camión que los transportaba. Llevamos medio siglo de protestar por las condiciones inhumanas en que nuestros campesinos son transportados a otros lugares; pero los casos de accidentes mortales, fruto del desprecio de sus vidas, se suceden en el tiempo con lastimosa frecuencia.

Y luego están las muertes por la acción inhumana. Ya escribimos la semana pasada sobre la masacre de la Embajada de España y cómo la quema en ese hecho de 37 inocentes fue el anticipo de las campañas de genocidio y tierra arrasada realizadas por el Estado que, con sus 626 masacres, completaron el holocausto de 200 mil personas. Aun hoy, la muerte acecha cotidianamente, en ese ambiente de violencia e inseguridad que sigue siendo incontenible a lo largo y ancho del paí­s, golpeando a todos los estratos sociales. Encubierto por ese ambiente, saca de nuevo la cara el monstruo de la violencia contra lí­deres y militantes del movimiento social. El 13 de enero causó gran impacto el asesinato de Evelinda Ramí­rez, lí­der de FRENA en San Marcos. Antes de que se llegara a formar el Frente contra la Violencia Polí­tica propuesto por la Red por la Paz y el Desarrollo de Guatemala (RPDG) desde el extranjero, se condena un hecho más de violencia: Pedro Antonio Garcí­a, del Sindicato de Trabajadores Municipales de Malacatán, fue asesinado el 29 de enero. Sabemos que quienes ejercen un liderazgo moral en el paí­s han clamado por el cese de las muertes violentas; pero es ya el tiempo de que nuestra población, la inmensa mayorí­a que prefiere la vida sobre la muerte, demuestre que nuestro paí­s es todaví­a rescatable. Necesitamos un rotundo NO a la violencia. NO a la muerte en sus diversas manifestaciones. Urge el SI a la vida y la coexistencia pací­fica.