«Fuimos a jugar, no a morir»


Keita (I), volante de contención del Barcelona, participó con su selección Malí­ en la Copa Africana de Naciones. FOTO LA HORA: ARCHIVO

El barcelonista Seydu Keita no olvidará jamás la Copa de ífrica celebrada en Angola en enero. La fiesta del fútbol fue un drama. «Pasé miedo», reconoció ayer el centrocampista de Malí­, que jugó el último partido en el estadio nacional de Chiaci, en Cabinda, la zona donde el viernes 8 de enero, dos dí­as antes de iniciarse el campeonato, fueron asesinados tres miembros de la selección de Togo al pasar la frontera de Pointe Noire, que separa la zona de Cabinda, controlada por Togo, de Congo.

Redacción Deportes
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Imagen de la fuerte seguridad que rodeó a los encuentros de la Copa Africana. FOTO LA HORA: AHMAD ABDEL MAGEED

En el atentado, reivindicado por el Frente para la Liberación del Enclave de Cabinda (FLEC), fallecieron el segundo entrenador togolés, Abalo Amelete; el jefe de prensa del equipo, Stan Ocloo, y el conductor del autocar. Otras seis personas fueron heridas y el portero, Kodjovi Kadja, trasladado a un hospital de Sudáfrica con una grave lesión neurológica. «Estamos vivos de milagro», reconoció Emmanuel Adebayor, delantero del Manchester City, que viajaba en el autocar y que salvó la vida tras diez minutos de intenso tiroteo de los militares que escoltaban el vehí­culo con los terroristas que les tendieron una emboscada.

«Nuestra primera reacción fue irnos a casa. No sólo porque la situación nos parecí­a peligrosa. También habí­an muerto compañeros», explicó ayer Keita; «vimos las imágenes por televisión. Fue un impacto terrible». Sin embargo, Malí­, como el resto de las selecciones, a excepción de Togo, se quedó en Angola y jugó los partidos previstos. «Nos querí­amos ir, pero cuando Costa de Marfil, Ghana y Burkina Faso, que estaban en el grupo de Togo, decidieron participar… Ellos estaban en esa zona y tení­an más información que nosotros, que viví­amos en la capital. Cuando ellos jugaron, nosotros tuvimos que jugar», razonó Keita.

Malí­, en cualquier caso, disputó el último partido en Cabinda. Así­ que siguió la misma ruta que una semana antes habí­a llevado a Togo a una encerrona mortal. «íbamos escoltados por camiones con soldados, varias motos a los lados del autocar y otros vehí­culos militares. Cada vez que subí­amos a un autocar para ir a los entrenamientos o a los partidos nos acompañaba ese dispositivo», explicó Keita, un hombre muy querido en el vestuario azulgrana, por lo que su situación y la de Yayá Touré inquietó en gran medida a sus compañeros, que seguí­an entrenándose en Barcelona. Según fuentes del club, Carles Naval, delegado del equipo, logró hablar con los futbolistas al dí­a siguiente del atentado, el sábado dí­a 9. «Dijeron que estaban bien, en zonas que en teorí­a no tení­an riesgo, y eso nos tranquilizó», aseguraron las mismas fuentes.

«Fuimos a jugar, no a morir», añadió Keita, rebelándose contra la sanción que la FIFA ha impuesto a Togo por «interferir en cuestiones polí­ticas». La selección de Togo decidió retirarse de la competición después de sufrir el atentado. «La decisión de la FIFA [castigar a Togo apartándola de las competiciones oficiales durante tres años] no es normal. Personalmente, espero que se la levanten porque es injusta. Los futbolistas vamos a la Copa de ífrica a jugar y no a morir», insistió el centrocampista de Malí­, que consideró la decisión de Togo como una cuestión que afecta a Angola y no a la Copa de ífrica: «El problema era con el paí­s, no con la competición».

Keita vivió dos semanas con miedo, rodeado de policí­as y militares armados con fusiles incluso dentro del lugar donde se hospedaba su selección. «La verdad, daba miedo», reiteró varias veces.

Malí­ fue eliminada del Grupo A después de empatar (4-4) con Angola y perder (0-1) con Argelia porque no le bastó la victoria sobre Malaui (3-1) en el último partido y terminó tercera en el mismo.

Para colmo, Keita y el resto de sus compañeros tuvieron que pasar la noche en el aeropuerto 4 de Fevreiro de la capital angoleña porque el avión que debí­a trasladarles de vuelta a Bamako, la capital de la República de Malí­, debí­a despegar a las nueve de la noche y no llegó hasta las diez de la mañana del dí­a siguiente. Eso sí­, en Angola también conocen al Barcelona: «A ífrica ha llegado la televisión por cable y todo el mundo ve los partidos del Barí§a», dijo el número 15 azulgrana, que ayer reconoció que su participación en la Copa de ífrica le exige ahora ganarse el puesto a contrapelo.