Uno de los manejos que dieron lugar a la solicitud de extradición de Alfonso Portillo por el Gobierno de Estados Unidos fue el trasiego de los fondos provenientes de los célebres cheques de Taiwán girados a título personal a nombre del ex presidente y utilizados en ese mismo sentido. Posteriormente, cuando se supo de la existencia del dinero, los taiwaneses se sacaron de la manga la explicación de que esos fondos eran para financiar programas educativos, pero la verdad monda y lironda es que fue un soborno pagado por ese país para mantener el reconocimiento del Estado de Guatemala.
No fue Portillo el primero ni el último de los políticos de los países con los que Taiwán mantiene relaciones diplomáticas en recibir ese sucio soborno. También en Costa Rica se ha publicado que los gobernantes recibieron dinero y lo usaron para sus propios fines, sea a título personal o mediante fundaciones. En Guatemala ha sido secreto a voces que la embajada de Taiwán ha compensado generosamente a los presidentes por su decisión de no establecer relaciones con una de las mayores potencias mundiales, China, y mantener en cambio el reconocimiento que es fundamental para que Taipei pueda conservar su condición. Por supuesto que en Taiwán han admitido tibiamente que hubo «errores» en el pasado, pero nadie admite clara y tajantemente la realidad, es decir, que era un burdo soborno para comprar a los gobernantes que decidían la política exterior de sus países. Se ha preguntado usted por qué ninguno de estos gobiernos ha dispuesto romper relaciones con Taiwán y establecerlas con China a pesar de las abrumadoras evidencias de que el reconocimiento ha sido comprado mediante sobornos. Simple y sencillamente porque los taiwaneses saben ser muy generosos con los que se dicen sus amigos y lo demuestran con hechos palpables como los cheques recibidos por Portillo que no son, para nada, diferentes a los que han recibido otros gobernantes de nuestro país que los manejaron a lo mejor más discretamente o contra quienes no se estableció ninguna «task force» en los Estados Unidos. Si hubiera una verdadera investigación dirigida a todos nuestros gobernantes, seguramente que saldrían a relucir muchas porquerías y en todas el tema de Taiwán sería importante. Eso debe obligar a replantear el tema de las relaciones con Taiwán porque está demostrado el soborno y es asqueroso que nuestro país defina y sostenga su política exterior sobre esa base. Mantener las relaciones es una evidencia más de los compromisos adquiridos porque ni política ni económicamente tiene sentido ir contra la corriente mundial que reconoce el papel e importancia de China.