Saint Marc se asfixia bajo el peso de los refugiados


Haitianos instalan una tienda en un campamento para refugiados que antes fue un reconocido campo de golf. AFP PHOTO / Naciones Unidas / Marco DORMINO

Diez mil haitianos dejaron la pesadilla de Puerto Prí­ncipe para refugiarse en Saint Marc. Alojados en casas de allegados, desconocidos o hasta en iglesias, se alimentan gracias a donantes anónimos. La ciudad se asfixia bajo el peso de los supervivientes.


Los autobuses no dejan de parar en esta ciudad situada a 80 km al norte de la capital, atestados con damnificados que huyen con la esperanza de encontrar refugio y un plato de comida, y escapar a las réplicas del sismo del 12 de enero, a la miseria y a los recuerdos.

Según la ONU, la cifra de personas que huyeron de Puerto Prí­ncipe puede alcanzar el millón.

Magalie Esteverle, modista de 43 años, llegó para refugiarse en la casa de una prima lejana, con su marido y sus tres niños después de haber perdido su vivienda.

«Mi casa se derrumbó. Dormí­amos en la acera, cerca de los heridos, habí­a que irse. Llamé a mi prima. Le dije que estaba dispuesta a dormir sobre una mesa. Y llegamos únicamente con los vestidos que llevamos puestos», relató.

En esta ciudad de 182 mil habitantes, afectada por las inundaciones de 2008, la solidaridad está a la mano.

Centenares de damnificados encontraron cobijo en un hotel, en escuelas o en una iglesia, donde esteras de junco fueron instaladas de prisa.

Muchos han sido acogidos por familiares o desconocidos, y han recibido alimento y vestido gracias a donantes anónimos, que buscaron entre sus cajones algo de ayuda.

Con la misma agilidad, centenares de personas acudieron al hospital Saint Nicolas para atender a los heridos que llegaron desde la capital.

«No habí­a lugar en Puerto Prí­ncipe ni los cuidados que se requerí­an», explicó Florence Dorfeuil, una estudiante de 22 años sentada a la cabecera de su primo, que espera una operación en la pierna.

Pero Saint Marc cede bajo el peso de los refugiados. El Programa Mundial de Alimentos distribuyó 12 toneladas de comida, que sin embargo fueron insuficientes para atender las necesidades de los desamparados.

Las familias que acogen a veces hasta siete personas no recibieron ninguna ayuda y los donantes anónimos disminuyen, señaló el administrador de Protección Civil, Constant Jean-Elie.

«No tenemos medios para alimentar a los refugiados, carecemos de todo. Nada esta pensado para ayudar a las familias que dan refugio: estamos obligados a apoyarnos en la población cuya mayorí­a no trabaja. Pienso que se van a asfixiar» estas familias, dijo.

La prima de Magalie, viuda, desempleada, con cuatro niños a su cuidado, hace lo que puede. «A veces tenemos, a veces no tenemos, y compartimos. Pero sin apoyo no voy a poder acogerlos por mucho tiempo», afirmó Eva Jean, de 43 años.

En el hospital, decenas de enfermos descansan sobre colchones en el suelo.

Allí­, las amputaciones y otras operaciones no se realizan con la rapidez necesaria. Sólo hay tres ortopedistas, y faltan fijadores, clavos, placas atornilladas e instrumentos postoperatorios, se lamentó el director Yfto Mayette.

Por ahora las autoridades controlan la emergencia, pero no están seguras de lo que ocurrirá mañana. «Si los refugiados se quedan van a tener grandes problemas, la falta de alimento y el aumento de la tasa de desempleo va a generar violencia», advirtió el responsable de la protección civil.

En la reducida sala de su prima, Magalie Esteverle no sabe donde acomodarse. Se siente agradecida. «Voy a tratar de montar un comercio», indicó, añadiendo: «Pero me quedó en Saint Marc. Jamás regresaré a Puerto Prí­ncipe: allá es una pesadilla».