Ekeko hace realidad los deseos en Bolivia


La figura de Ekeko ha sido utilizada para atraer la buena fortuna. FOTO LA HORA: ARCHIVO

Miles de personas colman las iglesias de La Paz al mediodí­a cada 24 de enero para hacer bendecir con un cura católico una réplica en miniatura del objeto pedido a Ekeko, un rechoncho y enano diosecillo indí­gena de la fortuna, en un ritual que mezcla catolicismo con paganismo.


Con réplicas en miniatura de dólares y euros en la mano, Yolanda Véliz, una mujer madura de unos 50 años de edad, trata de avanzar en medio de una multitud de hombres y mujeres para que el párroco de la iglesia de San Pedro, en pleno centro de La Paz, rocí­e con «agua bendita» su fortuna.

Afuera, en pequeños braseros sobre mesas portátiles, los comerciantes hacen de hechiceros y lanzan sahumerios y rezos sobre el dinero, las casas de yeso y los vehí­culos en miniatura para que Ekeko haga realidad sus sueños.

Esta práctica anual en varias iglesias de La Paz, tanto en la catedral -en plena plaza de armas- como en parroquias de barrios de ricos y pobres.

Yolanda confiesa que «desde niña hago lo mismo cada 24 de enero», mientras su madre, del mismo nombre, asiente y dice que su hija logró comprar en todo este tiempo «una casa, un lote (terreno) en La Paz y otro en Santa Cruz».

El joven hijo de la mujer, Rodrigo, un flamante economista, mira impávido el ritual y sólo atina a encoger los hombros cuando el periodista le pregunta si cree en Ekeko.

«Es una costumbre, una tradición», responde sin convicción.

El vicepresidente Alvaro Garcí­a inauguró a mediodí­a en La Paz la feria artesanal de Alasita (cómprame, en aymara), un comercio donde todas las cosas son pequeñas: tí­tulos profesionales en chico, certificados de matrimonio en pequeño y minúsculas casas, autos, y todo lo que la imaginación recree.

El presidente Evo Morales, ausente de la inauguración, envió una queja al Ekeko por medio de Garcí­a porque las «anteriores gallinas (de los últimos tres años) fracasaron; entonces ahora pidió tres gallinas». La gallina simboliza a la esposa y Morales es soltero, al igual que Garcí­a.

«El siguiente año quisiera estar acompañado (en la inauguración de Alasita) por mi pareja y el presidente Evo también con la suya», bromeó Garcí­a en un discurso de apertura de la feria.

Más serio y casi solemne Garcí­a aceptó que le obsequien dinero en miniatura.

«Me llevo este dinerito -voy a hacerlo bendecir (con un sacerdote)- para que se multiplique por millones y millones, para que llegue al bienestar de todos», dijo.

La transacción de réplicas pequeñas de monedas (dólares y euros, son los favoritos), además de minúsculas casas, vehí­culos, maletas y hasta reses hechas de estuco (yeso y agua), sirve para abonar la creencia de que esos objetos se plasmarán pronto en realidad.

Esencialmente, en la cosmovisión andina el Ekeko es un vendedor de ilusiones.

La versión más romántica dice que en 1781 una india –que padecí­a hambre y sed como toda la población a causa de un prolongado cerco indí­gena a La Paz, comandado por Tupac Katari–, recibí­a subrepticiamente alimentos de su amado.

Intrigado, el intendente de La Paz, Sebastián Segurola, a quien serví­a la india, encontró los alimentos –que ayudaron a sobrevivir a su familia– y una estatuilla desconocida. Así­, pasado el cerco, en 1782 instauró la fiesta de la Alasita.

Siete siglos más tarde la tradición sigue y cada 24 de enero la gente se lanza a las calles de La Paz a comprar el objeto del deseo y llevarlo a la iglesia más cercana para hacerlo bendecir por un sacerdote.