Berlín es la reina de la moda en Alemania, como demuestra hasta el domingo su Fashion Week, pero la orgullosa y rica Múnich cultiva su diferencia, segura de sí misma y de su estilo.
El pequeño taller de Patrick Mohr, un creador de 29 años, instalado en un barrio burgués y bohemio de la capital de Baviera (sur), está ocupado por retazos de telas multicolores, pilas de vaqueros, una gran mesa de trabajo.
Este diseñador obsesionado por las formas geométricas presenta una colección otoño-invierno unisex en la Semana de la Moda de Berlín. Ya llamó la atención cuando participó por primera vez en julio pasado, al hacer desfilar a indigentes.
«Berlín está bien para un desfile, pero hay demasiado bomba y platillo», afirma, mientras da su hoja de lechuga cotidiana a los cinco caracoles domésticos que viven en el taller.
«En Berlín no es posible ganarse la vida. Yo tengo que ser rentable para tener los medios de crear», afirma este joven que exhibe un fino bigote rubio con forma de manillar de bicicleta, como un dandy de principios del siglo XX.
Patrick Mohr está rodeado en la Fashion Week por una verdadera legión procedente de Múnich: Susanne Wiebe, Marcel Ostergat, Allude, Rena Lange, Strenesse Blue, Schacky & Jones. Escada, convaleciente después de rozar la quiebra el año pasado, será el gran ausente.
Desde la moda hasta la joyería, pasando por el diseño, en Múnich el lujo es una industria, más que una tendencia. Los habitantes de Múnich tienen un poder adquisitivo de casi 22.600 euros anuales. Esto significa el 23% más que el promedio nacional y 47% más que el de los berlineses, según las estadísticas regionales de 2007.
El chic en Alemania estuvo durante largo tiempo asociado a Múnich, sobre todo en los años 80, cuando Berlín todavía era prisionero de la Guerra Fría y el Muro. Pero la capital de Alemania reunificada es una ciudad barata que dispone de hectáreas de talleres vacíos que atraen a artistas del mundo entero.
Al mismo tiempo, la capital bávara sigue siendo «una pequeña ciudad refinada», según Dorothea Beisser, directora de la escuela de estilismo Esmod de Múnich.
«Evidentemente, la mayor parte de los diseñadores alemanes va a Berlín, allí las cosas cambian constantemente», reconoce Beisser. Sin embargo, su débil red de empresas obliga a muchos a partir, según ella.
Ayzit Bostan, una diseñadora de 41 años de origen turco, vivió un año en la capital a principios de los años 2000, antes de regresar a Baviera.
«Múnich es relativamente tranquila, aquí se puede trabajar bien. Además, lamentablemente en Berlín el clima es gris y sombrío durante demasiado tiempo», afirmó.
La imagen de esta ciudad barroca, cercana a los Alpes y prisionera de las tradiciones, comenzó a cambiar hace algunos años. Múnich es dirigida desde 1993 por un alcalde de centro-izquierda, y la dominación del partido conservador bávaro (CSU) en la región se encuentra en apuros.