Nunca es tarde


Guatemala está urgida, desde siempre, de tener un pacto nacional que defina qué tipo de paí­s queremos tener los guatemaltecos y que nos permita unificar esfuerzos en búsqueda de acciones concretas que nos permitan construirlo. Siempre vimos en los Acuerdos de Paz la posibilidad de estructurar ese tipo de pacto pero lamentablemente la inmadurez de quienes se consideraron las únicas «Â¡partes!», es decir el gobierno de ílvaro Arzú y la guerrilla, se apropiaron de los acuerdos e impidieron que los mismos pasaran a ser propiedad del colectivo social y como tal la columna vertebral de la construcción del paí­s que ansiamos.


Hoy, acaso por el impacto que produjo el esclarecimiento del Caso Rosenberg, el Gobierno inicia acercamientos con el empresariado y con los partidos de oposición para lograr un diálogo que ayude a alcanzar acuerdos en temas puntuales que facilitarí­an el entendimiento en el paí­s. De momento creemos que el esfuerzo es positivo y que nunca es tarde para emprender un proceso de negociación que se base en la confianza mutua, aunque vemos que es aún demasiado parcial porque, como ayer nos decí­a alguien, nuevamente el Gobierno pareciera que, como reza el viejo dicho, quiere hablar únicamente con los dueños del circo y deja afuera a los que parecieran ser los eternos payasos y animales. La verdad es que Guatemala no es un circo ni los dueños del capital son en realidad los dueños del paí­s. Ciertamente la mayor dificultad para alcanzar acuerdos y entendidos estará con el empresariado que ha demostrado su resistencia en temas como el fiscal y los aspectos salariales, para citar apenas unos ejemplos, pero si queremos que Guatemala pueda disponer de un instrumento que permita trabajar en la articulación de un gran consenso nacional, debemos ampliar el espectro para que todos seamos parte de ese esfuerzo. No se puede negar que todos los acuerdos en nuestro paí­s al final terminan siendo cupulares y que los que los suscriben no siempre son verdaderos representantes del sector que dicen representar, pero hay que buscar formas de hacer que los acuerdos sean vinculantes para que no terminen en un simple ejercicio retórico que al final de cuentas, como ha pasado desde los tiempos de Cerezo, termine sin dejar aporte alguno. Aplaudimos la iniciativa del Gobierno de sentarse a negociar con quienes han sido sus crí­ticos más feroces y la de éstos de deponer su enconada actitud para pensar en esa Guatemala que ansiamos y que, por fuerza, tiene que ser distinta a la que tenemos hoy y planteamos la necesidad de ampliar el espectro como un paso necesario para que los posibles acuerdos sean sustentables y efectivos.