ILUSIONES PERDIDAS. Según ha trascendido, en ciertos exclusivos círculos sociales se contempla la posibilidad de presentar una demanda, a donde corresponda, contra la CICIG y en especial contra el doctor Castresana, porque sin ninguna consideración y ningún miramiento, en cosa de dos horas, hicieron añicos sus más caras ilusiones, creadas por el legendario abogado Rosenberg en el mítico video que le dio la vuelta a la Vía Láctea. Los hoy demandantes vivieron durante ocho meses con la esperanza de que las acusaciones contra don Colom, esposa y secretario fuesen ciertas, verídicas y exactas, por lo menos. Pero vienen unos investigadores internacionales, de óptimo profesionalismo, a aguarles la fiesta con pruebas científicas que no admiten duda sobre la falsedad propalada, que más parece una trama urdida por agentes de la CIA. ¿Quién les devolverá las ilusiones perdidas a esos exclusivos círculos sociales que incluye a cierta prensa más o menos independiente? Que la acción judicial a donde corresponde prospere, eso es otro cantar. (La credulidad es discriminadora y selectiva, como la memoria, y suele tener manifestaciones circunstanciales, pero está condicionada por una ideología bien estructurada, enraizada en la cultura y la historia, desea añadir mi compadre Perogrullo, en el mismo desorden de ideas).
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CANTAR VICTORIA. A criterio de los expertos, en el país de la eterna nunca se debe cantar victoria, en ningún caso, mucho menos por destacados tenores, sopranos, barítonos y contraltos, ya que dicho canto podría traspasar fronteras e interrumpir el concierto de las naciones. Si acaso, aconsejan los conocedores, se podría hablar de victoria, y mejor aún musitar victoria, aunque lo más aconsejable sería sólo pensar victoria, pero siempre tras un riguroso análisis de la situación, ya que victoria es, más que una elegante y estimulante palabra, es el éxito en un enfrentamiento, o la superioridad demostrada al vencer a un rival, lo cual resulta excesivo en nuestro medio, a escala colectiva y plural, como para cantarlo, así sea canto gregoriano o con acompañamiento instrumental, en forma de bolero o balada, y mucho menos rock, rap marero ni narcocorrido, señalan los entendidos en cantos victoriosos.
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¿QUí‰ MUEVE LA HOJA DEL íRBOL? En declaraciones exclusivas, mi amigo el árbol asegura no tener ningún tipo de vínculo, nexo, enlace, relación o trato con el señor Gustavo Alejos, como para necesitar de él la venia o autorización para que una de sus hojas, que son miles, se mueva, se mece o agite, ya que tal función la madre naturaleza tuvo a bien encomendarla a Céfiro, el viento. Mi amigo el árbol dice ignorar o carecer de la menor idea de cómo el señor Alejos podría intervenir, sea de forma directa o indirecta, para mover aunque fuera una sola de sus verdes hojas que desde tiempos inmemoriales, reitera, ha sido el viento, principalmente, el encargado de agitar, y también algún pájaro, o el paso de una culebra arbórea; aparte de cuando una hoja se le cae debido a la edad. Pero nada que ver con ninguna intervención del señor Alejos, a quien no tiene el gusto de conocer ni haber oído de él, nunca.