El pueblo ha sentido y sigue sintiendo en carne propia la crisis económica que muerde hasta las entrañas a la sociedad mundial.
La gente que ha vivido y sigue viviendo en la opulencia también sufre el azote de dicha crisis porque han mermado sus millonadas sin volar mucho sus caudales.
Hay quienes consideran que la crisis del cuento tiene algo o mucho de artificial e, incluso, de político en razón de la conveniencia de los dinosaurios de la economía.
Y es que se intuye una relación con acciones belicistas y de propósitos hegemónicos de líderes que empuñan riendas de gobierno en diferentes países latinoamericanos, europeos, asiáticos y, a lo mejor, de algún otro continente.
Todo cabe en un jarrito sabiéndolo acomodar, dice un viejo refrán de oriundez charra…
Los golpes de la crisis económica que afecta a los guatemaltecos son ocasionados, sobre todo, por la voracidad y por los desaciertos de los personajes que en las últimas décadas han cabalgado en el potro de la burocracia.
El presupuesto nacional ha tenido prendidos en sus ubres a miles y miles de mamíferos insaciables…
Como que un setenta por ciento -por lo menos- del inflado presupuesto se va para nunca más volver para pagar los sueldos de los burócratas de las diversas jerarquías, principalmente a los de las alturas.
Y ya se sabe que el personal burocrático privilegiado cuenta con toda una serie de «agregados» al sueldo: Gastos de representación, gastos generales, buenos viáticos, vehículos oficiales de aire, mar y tierra, comidas como las que se sirven al gusto a los diputados, etcétera.
Pero vayamos al grano ya con lo que acontece en relación con el Congreso de la República. Ese recinto es de zánganos de la colmena que hacen y deshacen a sabor y antojo en sus juegos político-partidistas. Caben, sin embargo, muy contadas excepciones.
Las famosas bancadas que se forman se desintegran parcialmente a la mejor conveniencia de los peones del ajedrez, muchos de los cuales cambian de posición en los tableros (partidos) como cambiarse los calcetines… ¡Bendito sea el transfuguismo!
Ya sabemos que son 158 los mal llamados padres de la patria. En obsequio de la justicia diremos que hay diputados honestos, dignos y capaces como legisladores, pero son los menos. Los muy menos. Los más sólo sirven para aprobar lo que puede ser negativo y aun muy lesivo a los intereses del país y del pueblo. ¡Los de la mayoría son unos pobres peones de acarreo!, y eso que decimos, valga aclarar, lo expresamos con perdón para con los modestos compatriotas que trabajan en esa forma.
Mucho se ha dicho respecto del «menudo» bulto de la burocracia congresil. En los medios de comunicación se ha abogado en páginas de opinión y en las de información también, por que se corte por mitad o por más de la mitad el gran panal de rica miel que se traga todo un volcán de millones de quetzales en cada ejercicio, incluso con pecados de inmoralidad, gracias a la impunidad (léase inmunidad).. .
Puede llegar un día (talvez está un poco lejano todavía) en que una acción «convincente» de una recia masa de ciudadanos y ciudadanas tome la ejemplar como heroica decisión de reducir a justo término el número de congresistas, no sin tener buen cuidado en su momento, cívicamente hablando, de no desperdiciar sus votos eligiendo a politiqueros cuyos méritos son sólo los de vociferar, como unos pobres gritones de feriales loterías cantonales en los mítines y, asimismo, de exhibir a lo alto el «dedito» para asentir como robots a todo, todo, en las sesiones…
Así, pues, en bien de Guatemala y del pueblo guatemalteco habrá que desmochar racionalmente (lo impone el patriotismo) el Congreso de la República para que las curules sean ocupadas sólo por diputados aptos y honestos, no por alharaquientos politiqueros.
¡Bastan y sobran dos o tres ciudadanos y/o ciudadanas a lo sumo (haciendo honor a la equidad), por cada uno de los departamentos, en el caserón de la 9ª. avenida, no los 158 que dejó un gobierno de inedificantes procederes.