La sombra de Pío XII, el pontífice acusado de guardar silencio ante el Holocausto nazi, y la denuncia del «antijudaísmo» de algunos católicos formulada por el embajador israelí en el Vaticano, empañan la visita que el papa Benedicto XVI debe efectuar el próximo domingo a la sinagoga de Roma.
La primera visita del Papa alemán al templo judió romano, siguiendo los pasos de aquella histórica en 1986 de Juan Pablo II, fue organizada oficialmente para reiterar los sentimentos de «amistad» entre católicos y judíos frente a los esfuerzos, las tensiones y las diferencias que han marcado las ondulantes relaciones.
«El antijudaísmo católico aún existe», lamentó ayer el embajador de Israel ante la Santa Sede, Mordechay Lewy, quien reconoce que «no obstante las diferencias, existe un diálogo honesto y amistoso, aunque no se esté de acuerdo en todo».
El largo proceso de acercamiento entre católicos y judíos desde el Concilio Vaticano II (1962-65) y la adopción del documento «Nostra Aetate», con el cual la Iglesia puso fin a «la enseñanza del desprecio» por los judíos, acusados de deicidas durante dos milenios, estableció «la filiación» entre las religiones judía y cristiana.
Pese a que el difunto papa Juan Pablo II aceleró ese proceso y que su sucesor Benedicto XVI retomara el tema y efectuara una importante peregrinación a Tierra Santa en mayo del 2009 durante la cual denunció «el brutal crimen» del Holocausto, las heridas perduran.
La decisión de Benedicto XVI de firmar en diciembre pasado un decreto que impulsa la beatificación y reconoce las «virtudes heroicas» del controvertido Pío XII (1939-1958), criticado por su pasividad ante el exterminio de judíos durante la Segunda Guerra Mundial, indignó a la comunidad judía mundial, y en particular a los pocos sobrevivientes del Holocausto.
«No he decidido aún en qué momento ni cómo, pero de alguna manera hablaremos de Pío XII durante la visita», aseguró a la prensa el rabino jefe de Roma, Riccardo Di Segni.
En una entrevista a la cadena de televisión italiana Sky TG24, el rabino jefe de Tel Aviv, Meir Lau, quien sobrevivió al Holocausto, aprobó y «bendijo» la visita papal, pero pidió que se detenga el proceso de beatificación de Pío XII, al menos por una generación, ya «que hiere a los sobrevivientes aún vivos».
Una serie de decisiones tomadas en los casi cinco años de pontificado de Benedicto XVI han generado fuertes fricciones y controversias con las organizaciones judías.
Entre ellas, la autorización en el 2007 de la misa en latín por las oraciones del misal en que se invita a los judíos a convertirse y el criticado perdón concedido a inicios del 2009 a los integristas excomulgados, entre ellos al obispo negacionista Richard Williamson.
«Se pueden encontrar muchos baches por el camino, siempre los hubo», justificó el rabino Arthur Schneier, de la sinagoga de Nueva York de Park East, quien considera clave «un cambio de mentalidad y de corazones».
«Atraversar el río Tíber es un acto cargado de simbolismo», dijo.
Benedicto XVI reconoció esta semana que espera que con su gesto «aumente la fraternidad entre judíos y católicos» y que sea interpretado como «una etapa más en el irrevocable camino hacia la concordia y a la amistad».
La tercera visita de Benedicto XVI a una sinagoga, después de la celebrada en el 2008 en Nueva York y en Colonia en el 2005, fue calificada también de «histórica» por el rabino estadounidense.
A la ceremonia asistirán los mayores representantes de la comunidad judía italiana, así como del gobierno nacional y local además de diplomáticos y religiosos de Israel.
«Debe servir como ejemplo de que se puede convivir en la diversidad», declaró Di Segni, pese a que será boicoteada por el presidente de la Asamblea de Rabinos de Italia, Giuseppe Laras, crítico frente a la actitud del papa alemán.
Antes de entrar en el templo, el pontífice va a depositar una corona de flores en una placa de la entrada que recuerda la deportación de los miles de judíos romanos (unos 4.000) a campos de exterminio por el ejército nazi en 1943.