El centenario de la Revolución Mexicana (Parte Primera)


Este año se celebra el Centenario de la Revolución Mexicana, la primera revolución social del siglo XX, un hecho histórico que conmocionó al mundo contemporáneo.

Doctor Mario Castejón

La dictadura del General Porfirio Dí­az entre 1876 y 1911, gobernando de manera casi ininterrumpida durante 30 años -con excepción del perí­odo Presidencial del General Manuel González de diciembre de 1880 a noviembre de 1884- vino a convertirse en el detonante de la Revolución que se inició en 1910 y lo sacó del poder un año mas tarde.

Posteriormente a la caí­da de Dí­az, la lucha armada se extendió a través de una primera etapa, terminando en 1917 con la promulgación de la Constitución y la elección del general Venustiano Carranza. Una segunda etapa de luchas y reacomodos entre las facciones revolucionarias se prolongarí­a hasta 1934 cuando fue electo el general Lázaro Cárdenas. Dentro de los horrores y los absurdos de la Guerra Civil iniciada en 1914 entre Villistas, Carrancistas y Zapatistas a raí­z de la convención de Aguas Calientes, hasta los fusilamientos sin previo juicio y masacres durante los Gobiernos del mismo Carranza, Obregón, De La Huerta y Calles, la Revolución Mexicana marcó un hito en la historia.

Ni la revuelta épica de Espartaco en los albores del Cristianismo, ni la Guerra de los Puritanos de Cromwell en la Inglaterra del Siglo XVII, ni la Revolución Francesa del XVIII, ni siquiera la Revolución Rusa en pleno siglo XX, tuvieron ese sello de grandeza y miseria que tuvo la Revolución Mexicana cuajada de un mosaico de héroes y villanos.

La entronización del general Porfirio Dí­az en 1876 vino a terminar con la reforma liberal de don Benito Juárez, al interrumpir el Gobierno de su sucesor Sebastián Lerdo de Tejada por la ví­a de la rebelión. Un nuevo grupo conservador basado en la aristocracia criolla y en el Positivismo Comtiano habí­a surgido en México. Los controles del poder público durante todos los años que duró la dictadura de Dí­az favorecieron posiciones de lucro a nacionales y extranjeros, a través de la emisión de leyes que afectaban el patrimonio nacional. Los inversionistas de Estados Unidos y Europa, se disputaban el predominio dentro del juego de poder de las grandes potencias en un paí­s que tení­a una frontera de 3 mil kilómetros con los Estados Unidos, en donde los aires de la I Guerra Mundial se hací­an sentir y México vení­a a ser una pieza importante en aquel rompecabezas. La banca, el comercio, los ferrocarriles, la minerí­a, el petróleo y la incipiente industria se constituyeron en un botí­n preciado. Para mantener el statu quo la dictadura creo los instrumentos necesarios de represión independientemente de un Ejército dócil al Dictador. Los Rurales, cuerpos de policí­a constituidos como brazo ejecutor de los Prefectos o Jefes Polí­ticos, garantizaban el mantenimiento de la «Pax Porfiriana», con esto paulatinamente se nulificó el surgimiento de cualquier corriente u organización polí­tica. En 1910, 13 millones de habitantes dispersos en los cuatro puntos cardinales hací­an de México un paí­s rural y la capital de la República vení­a a ser un centro de poder aislado del incomunicado y extenso territorio nacional de 2 millones de kilómetros cuadrados.

El detonante que dio lugar a la Revolución Mexicana fue el 3 de marzo de 1908, cuando se publicó en El Imparcial de la ciudad de México, la entrevista que el periodista James Creelman del Pearson»s Magazine de New York, habí­a realizado al general Porfirio Dí­az. El dictador aprovechó la ocasión ante las presiones existentes expresando en la entrevista que México estaba preparado para la democracia y dentro de esto que veí­a con buenos ojos el aparecimiento y formación de nuevas organizaciones polí­ticas.

La respuesta de la oposición, especialmente en la lejana y extensa región del Norte, en donde ya se habí­an dado indicios de lucha antireeleccionista, se centró en la publicación el 1º. de diciembre de 1908, del libro La Sucesión Presidencial de 1910, cuyo autor Francisco I. Madero, surgí­a como lí­der nacional. Tiempo atrás, el 1 de julio de 1906 Ricardo Flores Magón y su hermano Enrique habí­an fundado el Partido Liberal Mexicano haciendo oposición al régimen de Dí­az, manteniendo alguna comunicación con Madero. El 21 de mayo de 1909, don Francisco I Madero acompañado del grupo opositor fundó el Centro Antireeleccionista de México con el postulado de «Sufragio Efectivo y No Reelección», principiando a recorrer el paí­s fundando Clubes Antireeleccionistas. El 15 de abril de 1910, los Partidos Nacional Antireeleccionista y Nacional Democrático, presididos por Emilio Vásquez Gómez y José Marí­a Pino Suárez, eligieron como candidatos a la Presidencia y Vicepresidencia al señor Francisco I Madero y al doctor Emilio Vásquez Gómez, entrando a contender contra el presidente Porfirio Dí­az acompañado por don Ramón Corral como vicepresidente. El 6 de junio de 1910, estando en campaña proselitista en Monterrey, Madero fue detenido por la Policí­a sin ninguna justificación y trasladado a la Penitenciaria de San Luis Potosí­. Un mes más tarde, el 10 de julio, se realizaron las elecciones estando Madero detenido, habiendo obtenido el general Porfirio Dí­az 18,625 votos y Madero 196 votos, con lo cual fue reelecto Dí­az.

(continuará)