El Grand Palais expone «La mano de Dios» vista por Christian Boltanski


El artista francés Christian Bolstanski expone en el Grand Palais de Parí­s. FOTO LA HORA: AFP PIERRE VERDY

Reina un frí­o glacial y un fuerte, persistente, latido del corazón resuena en el parisino Grand Palais, que expone desde joy la última obra de Christian Boltanski, un espectáculo ambivalente y efí­mero donde el artista francés se interroga sobre la vida y la muerte.


Un trabajador observa una de las instalaciones de Bolstanski. FOTO LA HORA: AFP FRED DUFOURChristian Bolstanki. FOTO LA HORA: FRED DUFOUR

En el centro de la gigantesca bóveda del Grand Palais se levanta una montaña de ropa usada, de diez metros de alto, y una mano de hierro, manejada por una grúa, agarra al azar un puñado de esa ropa, y la vuelve a lanzar al montón.

«Es como una metáfora de la mano de Dios», señaló a la AFP Boltanski, uno de los artistas franceses más conocidos internacionalmente.

«O sugiere quizá el Juicio Final, pero sin aportar ningún juicio moral», dijo el artista, durante la presentación a la prensa de la instalación, que se presenta hasta el 21 de febrero en la llamada «nave» del museo parisino, iluminada por hermosas cúpulas de cristal.

«Es también la mano del azar», dijo Boltanski, que confiesa que, a sus 65 años, la idea de la muerte está cada vez más presente.

«Uno anda como en un campo minado: la gente se muere alrededor de uno, y uno no sabe porqué sigue vivo. Quizá mañana es el turno de uno, de morirse».

El artista reconoce que su obra juega con la ambivalencia. Incluso, en el tí­tulo de la exposición, «Personnes», una palabra que en francés tiene un doble significado: persona y nadie. «Es un término que evoca la presencia y la ausencia», explicó.

El universo que ha creado Boltanski en el Grand Palais incluye también lotes de ropa usada, ordenadas en rectángulos en el piso. Ropa que perteneció a personas, que están ausentes. Tal vez muertas.

Quizá toda la instalación es una parábola de la muerte, interrogó la AFP.

«La sociedad de hoy rehúsa hablar de la muerte. Es como si morirse fuese algo vergonzoso», respondió.

«Y aunque antes me preocupaba más la muerte de los demás, ahora, a los 65 años, me pregunto más sobre la mí­a propia», reconoció el artista.

Para la comisaria de la muestra, Catherine Grenier, la instalación en el Grand Palais, que será recreada en el Armory de Nueva York en mayo próximo, refleja también la reflexión de Boltanski sobre el paso del tiempo, y sobre las huellas que dejamos, en nuestro paso por esta tierra.

«Más que un hombre religioso, Boltanski es un gran humanista», señaló a la AFP Grenier, que señaló algunas de las exigencias planteadas por el artista para esta exhibición, entre ellas que se desarrollase en un frí­o glacial, y que no se ponga a la venta nada vinculado con la muestra.

«Personnages», que forma parte de «Monumenta», una serie que se desarrolla en el Grand Palais desde hace tres años, tiene un segundo capí­tulo en un bonito museo de la periferia de Parí­s, el MacVal (Museo de Arte Contemporáneo de Val de Marne), donde las interrogaciones de Boltanski sobre la muerte se vuelven inescapables.

«Â¿Sufriste mucho?», se escucha preguntar al artista a una figura cubierta de un oscuro abrigo de invierno. «Â¿Ocurrió en el hospital?», pregunta a otra, con un lejano aire de espantapájaro. «Â¿Dejaste un amor?, ¿Sufriste mucho?», le pregunta a otras figuras.

La instalación en el MacVal se llama «Después». Es como un recorrido en el segundo cí­rculo de «El Infierno» de Dante, sugiere el artista, uno de cuyos proyectos, recreado en ambos museos, es recoger «los latidos de corazón de la humanidad».

Otro proyecto del artista, que evoca su concepción de la vida y la muerte como un juego de azar, es el acuerdo realizado con un museo de la isla de Tasmania, en Australia, de filmar cada segundo de su vida.

Desde el pasado primero de enero, tres cámaras instaladas en su taller de Parí­s filman, dí­a y noche, lo que allí­ se pasa. A su muerte, el Museum of Old and New Art (MONA) de Tasmania emitirá estos filmes. A cambio, Boltanski recibe, hasta el dí­a que muera, una suma constante.

«Es como vender su alma al diablo», dice Boltanski, sólo un poco en broma.