La eternidad de Buena Vista


Omara Portuondo, una de las voces más prestigiosas de Cuba, saluda al público previo a un ensayo con Buena Vista Social Club. FOTO LA HORA: AFP

Los famosos abuelos del Buena Vista Social Club, que hace 12 años hicieron bailar a Nueva York e inspiraron el documental del alemán Wim Wenders, aseguran que su relevo musical está garantizado y el proyecto, a pesar de la muerte de seis de sus fundadores, no desaparecerá jamás.


Amadito Valdés, baterista y fundador de Buena Vista. FOTO LA HORA: AFPManuel Galbán, guitarrista y fundador de Buena Vista. FOTO LA HORA: AFP

«Buena Vista Social Club es un sólo aire, llegó para quedarse y para que las generaciones jóvenes asuman el legado que nosotros les estamos dando», dijo el timbalero Amadito Valdés, de 63 años, uno de los fundadores en 1996, a instancias del guitarrista norteamericano Ry Cooder y el músico cubano Juan de Marcos.

Vestido totalmente de blanco -de buen augurio en Cuba-, Valdés participó en el concierto que Buena Vista ofreció en la tarde del martes a los 400 estudiantes, jóvenes de entre 15 y 18 años, de la Escuela Nacional de Arte, de donde han salido mucho de los actuales músicos.

Una es Idania Valdés, hija de Amadito, quien hace siete años integra el grupo, donde canta y toca el guayo. «Son ellos (los fundadores) los que quieren gente nueva y pienso que el proyecto no se va a acabar, estamos nosotros, el relevo, aprendiendo, haciendo lo posible porque esto continúe, hay para muchos años más», dijo.

El concierto fue también un homenaje a los fundadores que ya murieron, recordados con sus temas más conocidos: Francisco Repilado (Compay Segundo), Ibrahim Ferrer, Manuel Licea (Puntillita), Pí­o Leyva, Rubén González y Orlando López (Cachaí­to).

«Aunque fí­sicamente ellos se vayan, no se van nunca, están con nosotros», dijo la diva del Buena Vista, Omara Portuondo, que a los 79 años conserva la potente y armoniosa voz que le hizo ganar recientemente un Grammy Latino y ser nominada para el Grammy anglosajón, que se entregará a fines de enero.

«Chan chan», de Compay Segundo, tal vez la más famosa pieza del proyecto, puso pies jóvenes a bailar en el patio de la Escuela y desató la nostalgia de los mayores.

Buena Vista rescató a figuras de la época de oro, los años 40 y 50, olvidados en muchos casos, a los que se incorporó gente como Elí­ades Ochoa, de 63 años, y el guitarrista Manuel Galván, de 78, presente en este concierto.

El proyecto grabó tres discos, y uno de ellos, el Buena Vista Social Club, ganó el Grammy en música tradicional en 1998.

La fama vino ese mismo año tras dos conciertos en el Carnegie Hall de Nueva York y en Amsterdam, y un documental con el mismo nombre de Wenders, que ganó 15 premios internacionales y universalizó al proyecto.

Se trató de revitalizar el son cubano, la guaracha, la guajira y otros géneros. «Esta música tradicional cubana no ha de morir jamás», asegura Portuondo.

Sin embargo, el grupo inicial del Buena Vista sólo tuvo una actuación en la isla, en noviembre de 1999 en el teatro Karl Marx. Desde entonces no habí­an coincidido varios de ellos como en esta ocasión, convocados a tocar gratis para los futuros músicos.

Este concierto «es importante para nosotros porque aquí­ están los pinos nuevos, los que nos van a relevar a nosotros», dijo el Guajiro Mirabal, un trompetista de 76 años y clase mundial, que derrocha energí­a con el instrumento pero es parco al hablar.

Tras la muerte de Ferrer en 2005, su orquesta siguió como una especie de enlace del grupo y hace un año adoptó el nombre de Buena Vista Social Club. Su representante, Gilberto Padrón, asegura que «es una continuidad porque seguimos el rastro que nos dejaron los fundadores».

«Nos alegra estar aquí­. Yo fui una de ustedes, y ustedes hoy están ahí­ (en el público), pero mañana pueden estar aquí­ (en la escena)», dijo la treintañera Idania Valdés a los estudiantes.