Cuenta la leyenda que hubo un cuarto Rey Mago, que llegó tarde a la cita con los otros tres (antes de partir para Belén) por ayudar a un anciano.
Por sus medios se desplazó infructuosamente, porque siempre se enredaba en ayudar a alguien necesitado. Vuelto a su lugar de origen, los tres Reyes Magos le contaron sobre el Niño Jesús y en su corazón prometió encontrarle.
Después de treinta años, escuchó lo que ese Niño, ya de grande, hacía en Galilea y quiso verle. Desdichadamente nunca llegaba ese momento oportuno, porque cuando lo intentaba, siempre aparecían en su camino, las miserias humanas que iba atendiendo con amor.
Por fin, ya anciano, alcanzó a Jesús cuando cargando una pesada cruz, subía con gran esfuerzo las colinas del Gólgota.
El anciano le dijo: «Toda mi vida te he buscado sin poder encontrarte.»
Jesús, tomando un poco de aliento le respondió: «No necesitabas buscarme, porque tú siempre estuviste a mi lado. Tuve hambre y me diste de comer; tuve sed y me diste de beber; fui forastero y me diste abrigo; estuve desnudo y me cubriste; enfermo y me curaste, en la cárcel y me visitaste. De cierto os digo que, lo que hiciste a uno de mis hermanos, me lo hiciste a mí.»