Rescatar lo rescatable


A trece años de la firma de la paz en Guatemala, creemos fundamental que se haga un gran esfuerzo por rescatar lo rescatable aún de los Acuerdos de Paz y para ello en esta fecha debiera convocarse a un gran esfuerzo de actualización de su contenido para que los distintos sectores de la sociedad guatemalteca entendamos que si bien se firmó la paz, no se han concretado los acuerdos que la hubieran hecho en realidad firme y duradera.


La mayorí­a de los guatemaltecos ni siquiera llegó a conocer los acuerdos, mucho menos a hacerlos suyos para comprometerse a su cumplimiento y es obvio que no se trataba únicamente de acuerdos oficiales que demandaran compromiso del Estado, sino también de los habitantes del paí­s para construir un orden más tolerante e incluyente que permitiera superar las causas profundas del conflicto. Celebrar la paz sin asumir para nada el tema de los acuerdos es vací­o y tonto, porque lo único que le puede dar contenido a una celebración efectiva es la promoción de un nuevo esfuerzo para darle vida a lo que en aquellos años se consideró como absolutamente necesario en la construcción de la paz. Muchos de esos acuerdos, profundos y orientados en realidad a la necesidad de democratizarnos, de integrarnos y de superar las causas de la guerra, quedaron como letra muerta sin que nadie se ocupara de darles seguimiento para cumplirlos a cabalidad. Hoy proponemos que el Gobierno, en vez de actos carentes de sentido y que tienen únicamente fines propagandí­sticos, asuma un papel distinto, convocando a la sociedad a encontrar la fórmula en que los podamos implementar y mejorar en lo que ahora sea necesario. Porque es obvio que si bien alcanzamos la paz, más que nada suscribimos y efectuamos un cese al fuego por cansancio de las partes, pero que no ha resuelto los problemas estructurales más profundos del paí­s. Seguimos siendo intolerantes, persiste el racismo, hay profundas diferencias sociales y económicas, se le niega a la población acceso a oportunidades para una vida digna y nos domina la cultura de la muerte que adquirimos en aquellos aciagos años y que ahora sigue cobrando miles de vidas. No tenemos instituciones polí­ticas fuertes sino grupitos electoreros. La institucionalidad democrática es un sueño aún y aunque exista libertad de expresión, no hay diálogo ni debate serio de la temática nacional. El dogmatismo ideológico sigue pesando en la realidad guatemalteca y necesitamos repasar todos y cada uno de los acuerdos suscritos hace trece años para encontrar nuevamente el sendero de la paz y la concordia, sobre la base de la justicia.