Serán los villancicos, las emociones, los sentimientos, el amor, la nostalgia, la tristeza, la alegría o será el clima frío del Hemisferio Norte, o el clima caluroso del Hemisferio Sur, o todo en conjunto, lo que hace que en el mes de diciembre tengamos la tendencia a proceder y actuar de diferente manera. En todo caso, abramos el corazón hacia quienes queremos y hacia quienes nos quieren y abramos el arca, la bolsa de nuestros recursos para darle especialmente a quienes carecen materialmente y así en el mes de diciembre sientan nuestra solidaridad.
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La situación económica mundial se hace sentir aún más que en años anteriores en estas navidades. Ello no significa que no realicemos el esfuerzo de llevarle un apoyo, un agrado, un obsequio a quienes se encuentran en los hospitales, en las cárceles, en los asilos, en los orfanatos de nuestro país y de la ciudad donde nosotros residimos.
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Pensemos en la posibilidad de sugerirles a nuestros amigos, a nuestros parientes y a quienes deseen agasajarnos y obsequiarnos que nos den una bolsa de Maseca, una lata de Sustagen, una caja de Splenda u otro para que en su nombre y en el nuestro, durante estos días, lo llevemos a esas personas que se encuentran en una situación de mayor necesidad.
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Todas las noches, todos los días, son buenos, pero de alguna forma los días de diciembre se les acepta como días más propicios para buscar compartir, para saludar y agasajar a nuestro prójimo en general y con mayor razón a nuestra familia y a nuestros amigos.
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Muchas veces la distancia, las circunstancias nos impiden el encontrarnos al lado de quienes más queremos y si bien no es un sustituto sí debe ser una alternativa el poder estar con alguien que necesite el calor humano.
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El año pasado les propuse a mi familia y a mis amigos lo que hoy repito, que en lugar de obsequiarme algo personal me obsequiasen algo que yo a su vez pudiese llevar a un asilo de ancianos. No se imaginan la emoción que me produjo el hacerlo, es casi imposible poder transmitir la sonrisa, la alegría de las mujeres y hombres que recibieron un pequeño recuerdo; esa impresión es de aquellas que uno siempre conserva.
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Si todos los hombres y mujeres que ya no contamos con nuestros padres, con nuestro cónyuge o que por designios de Dios hemos perdido un hijo o un nieto, evocando su recuerdo, nos acercamos a la institución de beneficencia que más nos parezca adecuado, las fiestas de Navidad tendrán un mayor significado, una mayor sensación de alegría y paz para nosotros y para nuestro prójimo.
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Es por ello que en todas las religiones está claro el concepto de servir al prójimo y para los cristianos en particular el concepto está expresado en el evangelio según San Mateo (Mt. 25, 31-46) que dice: «Vengan, benditos de mi Padre; tomen posesión del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo; porque estuve hambriento y me dieron de comer, sediento y me dieron de beber, era forastero y me hospedaron, estuve desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, encarcelado y fueron a verme».
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Aceptar, comprender lo que el Evangelio de San Mateo nos dice, sin duda alguna, nos enriquecerá espiritualmente y será la comprobación que nuestro corazón se ha abierto y que con un pequeño sacrificio o aporte material seremos más felices por haber dado que por haber recibido.