No hay duda que detenerse en la vida para beberse un trago es un acto que lejos de ser banal se impone como reparador y una experiencia de aprendizaje si el hábito se arraiga en un lugar popular. No es lo mismo tomarse un buen guaro si se hace en una cantina con historia que en un lugar reluciente, pero sin la inspiración de la gente, que alzó la copa una y otra vez, brindando por tristeza y por felicidad, por frustración y resignación, hasta convertir las paredes del lugar en santuarios de veneración. Lo importante no es pues el tipo de trago, aunque no es lo mismo una Gallo que una Cabro, lo trascendental es resaltar la tradición de la vieja cantina como lugar que recoge historia, casi siempre atendida por una vieja señora en una vieja casona. Ella, cual bruja, hechizó las inocentes bebidas alcohólicas para convertirlas en elíxires espirituosos, y de paso se hizo de unos lenes para sacar el sustento que el marido no dejó porque con seguridad se lo bebió. Dicho lo anterior, el acometido de esta ocasión es compartirles los detalles de una selección de añejas cantinas, resaltando las bondades y bellezas de cada lugar, también una descripción de bocas para que se animen un día de estos y perciban los susurros en las paredes de esos bares que acogieron en mil y una noches, un sin fin de anécdotas y brindis de interminable número de personajes que alzaron el vaso, o como decía el maestro Quiroa: «Se tomaron un par de litros de «alegría envuelta en vidrio». Este relato es el resultado del respectivo estudio empírico que da fe de lo anteriormente exaltado; cada año por estos días un grupo de notables personas emprendemos recorrido por dichas cantinas para contribuir a su historia.
La selección comienza con un viejo lugar de nombre Manto Sagrado que deriva su nombre de la cortina roja que solía hallarse en la entrada; atendido por doña Marta, hermana de la dueña original, el sitio permanece cerrado y hay que conocer para tener acceso, a la altura de la 5ta. avenida y 1ª. calle en el vértice de la zona 1 con la 2, el lugar tiene una bocas insuperables de comida tradicional, se recomienda el revolcado. A cien metros se ubica el bar Granada, recientemente de aniversario número 46, y resalta del lugar la casa histórica con arquitectura de los años 20 que lo alberga, con mesas ubicadas en los cuartos y el corredor, todos con vista a un patio con jardín de rosas; se sirven suficientes bocas por trago de las cuales resalta el caldo guatemalteco. La tercera estación se llama Guadalajara, y solo por beberse un trago en el salón de la «Rial Academia» ya vale la pena. En sus paredes yacen frescos de Maco Quiroa (QEPD) y textos suyos, se encuentra en la 2ª. avenida y 6ª. calle de la zona central, es atendido por doña Lidia. Como elemento sincrético resalta una fotografía del Mico Sandoval con un cristo negro de fondo.
Hacia el otro vértice de la zona 1 en colindancia con la zona 3 a la altura del viejo barrio de la Avenida Centroamérica está la joya de la corona, El Olvido, la cantina por excelencia, puertas de paleta que giran hacia adentro y afuera, lúgubre y con olor a creolina lo recibirá doña Elsa con mal humor casi siempre, quizá por la reciente irrupción de juventudes posmodernas, el lugar sostiene en sus paredes en deslumbrantes pósters a Daniela Romo, María Conchita Alonzo, Roberto Carlos, Cantinflas, la selección de Brasil del 70´ y la Virgen de Guadalupe, de cuando eran jóvenes. El Olvido es inolvidable por una vieja rocola que por un quetzal le permite una selección de boleros y viejísimas canciones. Finalmente, no por falta de bares sino de espacio en esta columna, les recomiendo el Portalito, bar de día y de noche ubicado en el pasaje Rubio atrás del Portal de Comercio, ha sido testigo de buena parte de la historia de la ciudad, es un oasis permanente y tranquilo, bocas insuperables y constantes, tiene una barra amplia y digna para beber solo, las chibolas de clara oscura o mixta irrigan cualquier sequía.
Quedan sin justa explicación lugares como el Pasatiempo, La Mezquita, El Tango Azul, Alicante o bar Europa, joven entre los viejitos, que se suman a la lista de antañones lugares donde se puede resolver el mundo y sus conflictos o simplemente diluir las penas en una bebida espirituosa.