Pocas épocas en el año son tan propicias para la reflexión espiritual como la cercana a la fiesta de Navidad, porque por naturaleza sentimos todos una especial tendencia a la paz interior en preparación para la festividad que rememora el nacimiento del Hijo de Dios. Y en la Guatemala de hoy, tan cargada de tensiones y confrontaciones que exacerban sentimientos de lucha de clases, es muy importante que sepamos aprovechar este período para entender que por esa vía, la de darnos todos en la madre unos a otros, no vamos a construir el país que ansiamos.
Por el contrario, lo que nos hace falta es buscar la concordia entre los habitantes del país para avanzar hacia grandes acuerdos que nos permitan a todos, independientemente de pensamientos políticos y de condición económica, trabajar por el bien común dejando atrás ese sello de radicalismos alentado tan torpemente en el debate que se ha vivido en los últimos días con relación al tema fiscal.
Creemos que es indiscutible que tiene que haber un pacto entre los distintos sectores del país para mejorar la capacidad de inversión para cubrir el déficit fiscal acumulado durante años de abandono que han significado pobreza y marginación para muchos de los habitantes del país. Y está clarísimo que Guatemala no puede lograr pleno desarrollo ni aspirar a cosas importantes en el futuro mientras muchos de sus hijos ni siquiera tengan acceso a comida para nutrirse aceptablemente, porque la desnutrición afecta a casi la mitad de la población y eso es un lastre enorme para ésta y futuras generaciones.
Pero esperar que la solidaridad llegue como consecuencia de andar azuzando a los sectores de la sociedad para que se enfrenten de manera violenta, como ya pasó en el Congreso entre alcaldes y diputados y se sintió en las calles cuando piquetes pequeños del magisterio afectaron la movilidad de los guatemaltecos, es un absurdo y peor si viene del Gobierno que si algo no puede hacer es confrontar a los sectores nacionales porque, en teoría al menos, es el representante de la unidad nacional.
Bajar los ánimos y buscar el diálogo serio y profundo en pos de un pacto fiscal que nos sirva de punto de partida para la construcción del país que ansiamos es la tarea de cualquier líder serio y sensato. Los bochincheros y oportunistas pueden tomar el camino de la confrontación, pero que lo hagan quienes dirigen los destinos del país es un absurdo porque nadie podrá prever hasta dónde nos ha de conducir la política de enfrentar a las distintas clases sociales en Guatemala.