Para comprender a Magritte


La pintura de René Magritte ha estado vinculada con el surrealismo, exponiendo simbologí­a novedosa para ilustrar sus metáforas. FOTO LA HORA: ARCHIVO

El artista belga es sin dudas uno de los más populares artistas del movimiento surrealista. Sus imágenes adornan discos, portadas de libros, folletos, calendarios y carteles y se utilizan en todo tipo de campañas publicitarias. Ahora, una investigadora austriaca deconstruye su imagen más pura.

Redacción Cultural
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La última etapa de la pintura de Magritte estuvo vinculada con el Realismo Mágico. FOTO LA HORA: ARCHIVO

La austriaca Patricia Allmer señala que, con notables excepciones, como el breve ensayo de Foucault sobre el cuadro «Esto no es una pipa» o el libro de Scott Durham «De Magritte a Klossowski: el simulacro, entre la pintura y la narrativa», muy pocos autores han tratado de descifrar las claves del arte de Magritte con los instrumentos de las últimas teorí­as estéticas y filosóficas.

En René Magritte: Beyond Painting (Más allá de la Pintura), Manchester University Press, Allmer, investigadora del Manchester Institute for Research and Innovation in Art and Design, se ha propuesto deconstruir la imagen «limpia y coherente» que se ofrece muchas veces del artista belga para mostrar cómo «la ambigí¼edad, la incoherencia y la negación son elementos esenciales de su obra».

Allmer señala, entre otras cosas, el interés que mostró siempre Magritte por la metafí­sica, hasta el punto de que en el momento de morir tení­a en su biblioteca varias obras de y sobre Heidegger.

Su interés por la filosofí­a contrasta con la repugnancia que sintió hacia el psicoanálisis y con su rechazo de la reducción de las imágenes por él utilizadas a sí­mbolos susceptibles de interpretación psicoanalí­tica, como en el caso de Salvador Dalí­.

«El psicoanálisis no tiene nada que decir de la obra de arte , que evoca el misterio del mundo. Es el mismo psicoanálisis el que deberí­a psicoanalizarse», escribió el artista en cierta ocasión.

Para Magritte, interpretar un sí­mbolo es «desconocer la cosa misma», señala la autora, para quien ese rechazo es a la vez el de la ideologí­a burguesa, que necesita siempre los sí­mbolos como algo en que apoyarse para no encontrarse de pronto ante el vací­o.

Allmer estudia las estrategias de representación empleadas por Magritte como el recurso al sistema de cajas chinas, el uso del «trompe-l»oeil» o incluso las simples falsificaciones, como desafí­o a la originalidad artí­stica, todo lo cual complica su horizonte ontológico y le aproxima a la ficción posmodernista.

La experta austrí­aca señala por otro lado una incongruencia entre el rechazo de la tradición que expresa Magritte en sus escritos y la afirmación de la misma en su pintura, en la que hay referencias a modo de palimpsesto a cánones, tradiciones y prácticas tanto del pasado como de las vanguardias contemporáneas, o la atención que presta a la reproducción, al plagio y a las falsificaciones.

Allmer analiza asimismo la importancia del lenguaje y la comunicación en su obra, reflejada en muchos de sus tí­tulos, como «El Discurso del Método», «El Uso de la Palabra» «El Lenguaje de los Colores», «El Sentido Literal», «El Origen del Lenguaje» o «El arte de la Comunicación».

La pintura, señala la autora, es para Magritte un sistema de representación que, al igual que la escritura, está constituido por diálogos, reglas y convenciones propias.

A través de una serie de nudos temáticos, Allmer explora las preocupaciones centrales del arte de Magritte, la centralidad de sus estructuras e imágenes, la influencia de las ilustraciones enciclopédicas o los gabinetes de curiosidades, o la negación de la obra de arte original con sus supuestas falsificaciones de otros artistas, desde Max Ernst o Giorgio de Chirico hasta Hobbema.

Señala también la autora las causas de su ruptura con André Breton y su rechazo del automatismo y otras técnicas de creación espontánea tí­picamente surrealistas como el cadáver exquisito, los «frottages» o «grattages» de Max Ernst o los «fumages» de Wolfgang Paalen.

Y entre los capí­tulos más interesantes está el que explora la función del marco en la pintura de Magritte: marcos de puertas y de ventanas, de espejos y de cuadros, cortinajes, encuadrados de todo tipo que parecen indicar la artificialidad de la representación y que muestran una y otra vez que al otro lado no hay nada o, en todo caso, hay más de lo mismo.