Rebeca Grynspan, directora regional de América Latina y el Caribe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y representante del Grupo de Naciones Unidas para el Desarrollo de Nueva York visitó Guatemala con motivo del lanzamiento de la campaña mundial íšNETE para poner fin a la violencia contra las mujeres. En esta entrevista se refiere a la situación de inequidad y violencia que sufren las mujeres del Continente, habla sobre la urgencia de combatir las desigualdades, erradicar todas las formas de violencia contra las mujeres y promover una segunda generación de demandas por la equidad económica y política.
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– ¿Cuál es el trabajo que realiza el PNUD en nuestros países y cuál es su principal propósito?
– En realidad el principal propósito del PNUD es apoyar a los países -tanto a los gobiernos como a los ciudadanos y ciudadanas- a encontrar un camino para mejorar las condiciones de vida, un camino para el desarrollo, y especialmente para el desarrollo humano. Yo creo que una de las contribuciones más grandes que el PNUD ha dado al mundo es el paradigma de desarrollo humano en el cual el desarrollo está centrado en las personas, no está centrado sólo en la producción de bienes materiales, sino en las capacidades de las personas, en su libertad para poder tener un proyecto de vida que puedan llevar adelante. Me parece que el haber movido el foco de la discusión del desarrollo de una medición basada en el Producto Interno Bruto, a una medición basada en el bienestar de las personas, es una contribución mayor.
Por lo tanto, la principal función del PNUD es apoyar a los países a encontrar ese camino de desarrollo humano, que es un camino propio, pero que tiene unos valores muy específicos.
– ¿Hace falta mucho en América Latina para hablar realmente de un desarrollo humano sostenible?
– Es muy interesante porque yo le diría que si usted toma los índices de desarrollo humano de América Latina, básicamente en todos los países sin excepción, ha habido un mejoramiento permanente en el índice de desarrollo humano a través del tiempo. El problema es que ese índice de desarrollo humano, que es un promedio de lo que está pasando en el país, pues no refleja lo que les está pasando a los grupos humanos específicos que se han quedado rezagados con respecto al promedio nacional. Nosotros hemos dicho que de alguna manera el paso que sigue es liberarnos de la tiranía de los promedios, porque realmente en América Latina, como somos sociedades muy desiguales, los promedios muchas veces esconden más de lo que revelan. Por lo tanto, podríamos avanzar en el promedio y aún así vivir profundamente las desigualdades que se reflejan por etnia, por raza, por lugar de residencia, por estrato socioeconómico, por género, entre otros. Es precisamente la interacción de estas desigualdades lo que en América Latina produce círculos viciosos de pobreza y de rezago en la sociedad.
Entonces la respuesta que puedo darle es mixta. Por un lado, efectivamente sí ha habido avances en el desarrollo humano de América Latina, pero todavía dentro de un marco de grandes desigualdades, que afectan las oportunidades y las posibilidades de desarrollo y el potencial de un grupo muy importante de las poblaciones de la región.
– ¿Cómo empezamos a romper el círculo de la desigualdad?
– Lo primero que hay que hacer es reconocer que la desigualdad es un problema en sí mismo. Esto nos parece muy obvio a usted y a mí, pero debemos reconocer que en los años ochenta y noventa se habló mucho del combate a la pobreza, que es fundamental, pero del combate a la inequidad o de la importancia de combatir al mismo tiempo la desigualdad no se habló. Por lo tanto, lo primero que hay que hacer para combatir la desigualdad es ponerla como un problema relevante en la agenda pública, en la agenda política.
El segundo paso es entender que no hay una cosa que se llama «la desigualdad», sino que más bien lo que hay son desigualdades. Hay desigualdades diversas para lo cual tienen que haber soluciones específicas. Hay desigualdades por género, y por lo tanto habrá que enfrentar la raíz de lo que causa la desigualdad entre hombres y mujeres. Hay desigualdades que se reproducen por la desigualdad en educación, no sólo por el número de años de estudio, sino por la calidad a la que tienen acceso los grupos que tienen más recursos económicos. Entonces el combate a la desigualdad educativa y la mejora de la educación, del acceso y la calidad, se convierte en un arma fundamental.
También tenemos que ver las desigualdades territoriales. Depende de dónde a usted le tocó nacer, las posibilidades de desarrollarse en todo su potencial como ser humano. Tenemos que enfrentar todo el tema de las dinámicas regionales, las dinámicas económicas, de los problemas ligados al medio ambiente dentro de la ruralidad, que requiere de un conjunto de instrumentos distinto a los instrumentos de los que hablamos anteriormente.
A mí me parece que lo primero es entender cuáles son las desigualdades más importantes en la dinámica de la desigualdad de los países y poder encontrar las soluciones y las propuestas específicas para enfrentar cada una de estas.
– Hablemos de las desigualdades entre hombres y mujeres, que lamentablemente se traduce en violencia. ¿Qué lugar ocupa en la agenda de Naciones Unidas la lucha por la eliminación de todas las formas de violencia contra las mujeres?
– Yo digo de manera categórica lo siguiente: no habrá desarrollo humano si no eliminamos toda forma de violencia contra la mujer. Más aún, voy a decirlo incluso más fuerte: no habrá desarrollo humano si no tenemos una cultura de paz. El primer obstáculo que debemos vencer para tenerla, es esa violencia que se desarrolla, que se vive, que se respira, que se testifica desde muy temprana edad en el caso de la violencia género.
– ¿Por qué los países de América Latina tenemos tan altos índices de violencia contra las mujeres?
– En el informe de desarrollo humano que presentamos para Centroamérica, efectivamente nosotros decimos que las condiciones que producen una sociedad violenta son multidimensionales. En Centroamérica tenemos la convergencia de muchas de esas condiciones. Un poco la razón de porqué nosotros decimos esto, es porque cuando uno considera que el fenómeno es unidimensional cae en la tentación de soluciones que en realidad son simplistas, parecieran ser mágicas y no han llevado a la región para donde debe ir. Esta es la falsa dicotomía entre la mano dura y la mano blanda, las dos son inefectivas porque simplifican el problema. Nosotros hemos dicho, por lo tanto, que realmente la solución para poder tener seguridad ciudadana en la región y enfrentar este problema es superando esa falsa dicotomía y no hablar ni de mano dura y de mano blanda, sino de mano inteligente. Con esto hablamos de un diagnóstico que pueda entender esta multidimensionalidad, que pueda desmenuzar el problema y por lo tanto encontrar la solución para cada una de estas cosas.
Efectivamente, el fenómeno de la violencia debe ser atacado desde la política pública, no sólo protegiendo a la mujer, sino empoderándola, proveyéndola de los medios para tener autonomía económica; proveyéndola de las condiciones para poder desarrollar todas sus capacidades. Creo que debemos saber también que la lucha en contra de toda forma de violencia contra la mujer tiene una base cultural y una base en la cual la sociedad misma tiene que revisarse y tiene que hacer votos por parar ese fenómeno. Romper el voto de la complicidad, el voto del silencio, el voto de la falta de censura, de la falta de asombro ante un fenómeno que viola la dignidad básica de ser humano. Por lo tanto, no es sólo una política pública diseñada y un Estado comprometido, sino una sociedad comprometida, que efectivamente rompa los estereotipos, los roles.
– Retomando estas ideas, ¿Qué vinculación hay entre los aspectos culturales y económicos y la violencia contra las mujeres?
– Hay una cosa interesante y triste a la vez, y es que el fenómeno de la violencia contra las mujeres cruza todos los estratos educativos, todos los estratos socioeconómicos, y por lo tanto pareciera ser un fenómeno vinculado a una cosa más básica: la dominación y el poder de unos sobre otros. Amparados en marcos de inequidad, muy fundamentados en lo que yo llamo el sistema «sexogénico». Yo creo que esto es lo primero que hay que romper, es decir, el poder construir una sociedad basada en la igualdad, en el respeto mutuo, en la ausencia de dominación, y por lo tanto, en arreglos sociales distintos.
El segundo punto es, para lograr esa equidad y estructuración distinta de las relaciones humanas basadas en el respeto mutuo y no en la dominación, hay que empoderar a las personas que están bajo ese sistema de dominación. Por eso nosotros decimos que es tan importante todo el tema del empoderamiento de la mujer para poder combatir la discriminación, la inequidad y la violencia.
– En este marco de ideas ¿en qué consiste la campaña mundial «íšnete para poner fin a la violencia contra las mujeres» que se impulsa desde la Secretaría General de Naciones Unidas?
– En primer lugar, en realidad tenemos que agradecerle al Secretario General el hecho de que haya tomado él personalmente este tema. Yo creo que esto vigoriza la lucha para ponerle fin a la violencia contra las mujeres. Este es un tema que ha estado presente, que han llevado adelante las organizaciones de mujeres, en donde ha habido muchos avances normativos, pero en donde el fenómeno sigue estando muy extendido. La campaña, en primer lugar, reconoce este hecho, que no hemos podido como sociedad ponerle fin a las distintas formas, diversas y profundas, de violencia contra las mujeres, y que por lo tanto hay que energizar ese esfuerzo para tener avances mucho más certeros y firmes en ese camino.
-¿Qué resultados esperarían después de echar a andar esta campaña en países como Guatemala?
– Esperaríamos efectivamente que pueda haber mucho más concientización, información y sensibilización de la población; que podamos tener más aliados en esta lucha, en esta batalla; el poder incorporar a los hombres con nosotras en esta lucha, que me parece que es un objetivo fundamental. Precisamente, el Secretario General lanzó en Nueva York la Red de Hombres para acabar con la violencia contra las mujeres. Además, esperaríamos que esa mayor asociatividad, esa mayor conciencia, también se traduzca en dotar de mayores recursos humanos y financieros a las instituciones que tienen que implementar las leyes y los avances normativos.
– ¿Qué estrategias eficaces se plantean desde Naciones Unidas para poner fin a todos los tipos de violencia?
– Yo estoy convencida que lo mejor es la violencia que no se produce, y por lo tanto mucho del esfuerzo tiene que ir a eso: a evitar que la violencia se produzca. No tengo ninguna duda que parte de la lucha para acabar con todas las formas de violencia es evitar la impunidad, porque como yo decía antes, la impunidad no sólo en el poder judicial, la impunidad es en la sociedad, en la indiferencia de la sociedad que observa inerme lo que está pasando en relación a la agresión hacia las mujeres. El objetivo es acabar con impunidad, y en ese sentido, todo el tema del fortalecimiento del sistema policial y el sistema de justicia es un eje fundamental. La lucha contra la impunidad no es sólo la impunidad judicial, es también contra la impunidad que se produce en la indiferencia social.
Quiero decir que la lucha de las organizaciones de mujeres por 30 años para que este tema salga de la esfera privada, silenciadora del fenómeno, para convertirla en un tema público, de denuncia, de política pública, de responsabilidad del Estado, es una cosa que tenemos que agradecer todos y todas. Es precisamente la lucha de las mujeres la que ha logrado esto.
– Uno de los retos pendientes es lograr el acceso equitativo de las mujeres a puestos de decisión. ¿Cómo podemos ir avanzando en este camino?
– En el pasado, uno de los huesos duros de roer fue la inequidad en la educación; las mujeres tenían menos acceso a educación, las mujeres que tenían acceso a la educación básica, tenían más dificultad para ingresar al nivel universitario, etc. El hueso duro de roer de la inequidad en la educación lo hemos ido venciendo; en algunos países ya vemos brechas inversas de género en el tema educativo, las mujeres son el 50% de la población universitaria. En otros países, la permanencia escolar de la educación media es mayor para mujeres que para hombres. También está el tema de la salud, el acceso de las mujeres a la salud, a sus temas específicos de salud, a su acceso directo y no sólo a través de, esos temas han mejorado bastante en la región.
Hay dos huesos duros de roer todavía: el hueso duro del poder político y el hueso duro del poder económico. Nosotros creímos que la apuesta por la educación nos iba a ayudar en la equidad en lo económico y en el mercado de trabajo, y no fue así. Las inequidades en el mercado y en las instituciones persisten a pesar de los grandes logros educativos que han sido alcanzados por las mujeres. Inclusive en algunos de los países, a mayor educación, mayor brecha salarial entre hombres y mujeres.
Entonces, ahora nos toca pasar a una segunda generación de demandas por la equidad: una es efectivamente la inequidad en lo económico, que se refleja en brechas salariales, en acceso al crédito, y en acceso a activos; y en el lado del poder político, ha habido avances, pero los avances sostenidos en la mayoría de los países han sido sólo en aquellos en donde se han implementado las leyes de cuotas. Los países que no tienen leyes de cuotas para los cargos de representación presentan una altísima volatilidad, es decir, la representación sube en unos años y después vuelve bajar, no es un avance continuo. Los únicos países que han mantenido avances constantes y un alto nivel de representación son aquellos países que han recurrido al apoyo de las leyes de cuotas para lograr hacer esa transición. El ideal es que las leyes de cuotas haya que eliminarlas porque ya no se necesitan, pues no queremos que estén allí para siempre, pero viendo la realidad, yo no tengo ninguna duda, de que para lograr una mayor equidad en la representación política las leyes de cuotas son un instrumento poderoso.
– Además de esas leyes de cuotas o de paridad, ¿cómo hacemos para terminar de roer ese hueso duro y entrarle a la equidad en la representación política y económica?
– Sin un paso atrás, porque yo creo que hay que reconocer que éstos son cambios muy profundos en la sociedad y fundamentales en el avance de una sociedad mejor. Pero sin duda estos cambios requieren de mucha persistencia de nuestra parte para lograrlos. Ya no queremos que pasen 2000 años más en la inequidad, y por eso hay que empujar los cambios, no debemos cansarnos, porque tenemos que entender que son muy importantes y que tocan elementos básicos de la convivencia humana. Yo soy optimista, yo creo que el cambio va en la dirección correcta, que hay que empujarlo un poquito, porque no queremos perder la liberación de mujeres sumidas en la violencia y en la inequidad.