Vargas Llosa se confiesa


Mario Vargas Llosa, escritor peruano, participó activamente en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, la cual concluyó el fin de semana pasado. FOTO LA HORA: AFP IVíN GARC´IA

El peruano Mario Vargas Llosa montó en la Feria del Libro de Guadalajara una exposición a la que aportó -receloso- tesoros como cartas, fotos y manuscritos, y luego reveló duros secretos de infancia al presentar el libro «La libertad y la vida».


Vargas Llosa aprovechó para presentar su libro

«Nunca se me hubiera ocurrido a mi la idea de una exposición, tení­a vagamente la impresión que esas cosas se hací­an cuando los escritores se morí­an, no cuando estaban vivos, y tengo la sensación que es un monumento a lo que fui que prescinde de lo que soy», dijo Mario Vargas Llosa, al inaugurar la muestra.

La muestra -inicialmente presentada en Perú- fue creada sin intervención directa del autor, que abrió su casa, archivos y escritorio a su editorial para montarla.

«Si hubiera intervenido desde luego hubiera aplicado una censura muy estricta a muchos textos para los que les ruego su indulgencia», bromeó.

La exposición contiene algunos tesoros í­ntimos, como el guión teatral «La huida del Ica», que -escrito en 1952- permaneció guardado en su biblioteca, o las cartas de amigos como Gabriel Garcí­a Márquez, Carlos Fuentes y Julio Cortázar.

Copias de estas misivas fueron plasmadas en el piso de madera del recinto que alberga la muestra, en la que también se exponen objetos de infancia como los poemas escritos a los siete años e incluso una cartita -con faltas de ortografí­a incluidas- dirigida al niño Dios.

«Como estás tan pobre no me traigas muchas cosas, quiero los anteojos de aviador que hay en la bombonerí­a España, también si pudieras, cartera y billetera, al otro año, haber si puedes, el cine que hay en la casa Marilú», pide en ella.

Otras confesiones de esa época las hizo la noche del viernes, al presentar el libro, con un dramatismo que nunca habí­a usado antes según dijeron algunos escritores asistentes que siguen de cerca su vida.

Vargas Llosa fue especialmente duro al evocar a su padre, al que recién conoció a los 10 años, después de creerlo muerto. Tení­a «una voz dura de autoridad» y con él conoció los golpes y lo que era el dolor, la soledad y el terror.

A mi padre le «debo desde esos años mi rechazo a toda forma de autoridad impuesta a la fuerza por la violencia y mi amor a la libertad», confesó.

La exposición refleja otros momentos duros de su vida, como las tarjetas en las que escribió su discurso de despedida como candidato a la presidencia de su paí­s por un partido de derecha en 1990.

«Aunque he hecho muchas cosas en la vida, en periodismo, la polí­tica, lo mucho que he viajado, lo central, lo más importante, a lo que nunca traicioné ha sido la literatura», sostuvo.

Otros objetos cercanos al escritor son las cuatro primeras hojas manuscritas de la novela «La ciudad y los perros», así­ como un cuaderno de notas en el que está escrita a mano una de las entregas de su columna «Toque de piedra» fechada en 2007.

También se puede ver una lista de propósitos para el quinquenio de 2006-2011 que son: terminar «A orillas de Támesis», escribir la adaptación de «Las mil y una noches», un ensayo sobre Juan Carlos Onetti y escribir la historia del irlandés Roger Casement (1864-1916), un diplomático que denunció los abusos durante la colonización en el Congo belga y la Amazoní­a.

La historia de Casement, en proceso, es el único de esos propósitos que le queda por concluir, mientras que en 2008 publicó «El viaje a la ficción: el mundo de Juan Carlos Onetti», a quien rindió homenaje en su primera aparición en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.