El pianista


Fernando Ramos

La inmensa mayorí­a de las personas vive en continua lucha contra la adversidad, algunos pierden, pero al final es mucho mayor el número de los que sobrevivimos, se puede decir, entonces, que la mayor fuerza que posee el ser humano se encuentra en el deseo de sobrevivir.


Las historias que dan cuenta de lo anterior son innumerables y el cine se ha encargado de recrear gran cantidad de ellas.

Uno de los pasajes más terribles que el ser humano ha sido capaz de ejecutar es, sin duda alguna, el holocausto judí­o perpetrado por la Alemania nazi.

Sobre el tema hay muchas pelí­culas, una de ellas es: «El pianista», pelí­cula que narra, con todo realismo, la odisea de Vladyslaw Szpilman en su lucha por sobrevivir al holocausto.

Se trata de una monumental producción dirigida por Roman Polansky, uno de los más reputados directores del séptimo arte (la referencia es hacia su obra como cineasta, no a la reputación ganada por su conducta), quien decidió hacer, finalmente, un ajuste de cuentas con su pasado alemán.

La música de Chopin, ejecutada al piano por Szpilman, sirve de marco para los primeros bombardeos y para fijar el rumbo que ha de seguir el filme. Desde la incredulidad inicial de los judí­os, hasta la destrucción total que, los más afortunados, alcanzan a observar; todo montado de manera impecable.

La cinta está llena de logros artí­sticos, entre ellos se pueden mencionar: la textura que el director de fotografí­a confiere a los colores, nótese el tono grisáceo de la ciudad en ruinas, la luz que se cuela sobre el piano, las sombras proyectadas sobre el rostro de los personajes.

La dirección artí­stica recrea con todo detalle los escenarios; el sonido logra transmitir al espectador los niveles de angustia que llegan a experimentar los protagonistas.

El conjunto de las actuaciones está a tono con los demás elementos, pero sobresale el trabajo de Adrien Brody, quien interpreta a Vladyslaw Szpilman, su actuación merece todos los elogios que se le puedan dar, pues con aparente sencillez elabora un personaje memorable; lo cierto es que se trata de un papel de enorme dificultad; póngale atención a los cambios en la expresión facial, al deterioro fí­sico, a la expresión corporal, elementos que le valieron para ganar el premio de la academia, un mérito mayor si se toma en cuenta que competí­a contra Jack Nicholson, Michael Caine, Nicolas Cage y Daniel Day Lewis.

«El pianista» es un verdadero homenaje del cine al espí­ritu humano, a ese incontenible deseo de sobrevivir, es asimismo una muestra de que no basta con luchar, que algunas veces la suerte también es decisiva

Calificación 10/10
En Internet


http://cineforochapin.blogspot.com

FICHA Tí‰CNICA


TíTULO: El pianista

DIRECCIí“N: Roman Polanski

PRODUCCIí“N: Roman Pola?ski, Robert Benmussa y Alain Sarde

GUIí“N ADAPTADO: Ronald Harwood (Adaptación)

NOVELA ORIGINAL: V?adys?aw Szpilman

MíšSICA: Wojciech Kilar

FOTOGRAFíA: Pawel Edelman

MONTAJE: Hervé de Luze

ESCENOGRAFíA: Sebastian T. Krawinkel y Nenad Pecur

VESTUARIO: Anna B. Sheppard

REPARTO: Adrien Brody, Thomas Kretschmann, Frank Finlay, Maureen Lipman, Emilia Fox, Ed Stoppard y Julia Rayner

PAíSES: Alemania, Francia, Estados Unidos y Polonia

Aí‘O: 2002

DURACIí“N: 150 minutos

PRODUCTORAS: R.P. Productions, Heritage Films, Studio Babelsberg, Runteam, Agencja Produkcji Filmowej, Beverly Detroit y Canal Polska

PRESUPUESTO: $35 millones (estimado)

SINOPSIS


ViadysIaw Szpilman (Adrien Brody) es un músico polaco de origen judí­o que trabaja en la radio de Varsovia y que ve como todo su mundo se derrumba con la llegada de la Segunda Guerra Mundial y la invasión de Polonia en septiembre de 1939. Después de que la estación de radio donde estaba trabajando es bombardeada, Szpilman llega a su casa donde se entera de que el Reino Unido y Francia le han declarado la guerra a Alemania. Creyendo que la guerra se acabará pronto, él y su familia se alegran por la noticia y la celebran con una gran cena.

Dos años después, las condiciones de vida para los judí­os en Polonia se han ido deteriorando rápidamente, quedando reducidos sus derechos: tienen limitada la cantidad de dinero por familia, han de llevar brazaletes con la Estrella de David para ser identificados y, a finales de 1940, son obligados a trasladarse al Gueto de Varsovia. Ahí­ se enfrentan al hambre, a las persecuciones y humillaciones que los nazis llevan a cabo, además del miedo a la muerte y las torturas que siempre están presentes. Después de un tiempo, los judí­os son reunidos y deportados al campo de exterminio de Treblinka. En el último minuto, Szpilman es salvado de ese horrible destino por un policí­a del gueto judí­o, antiguo amigo de la familia. Separado de sus familiares y seres queridos, Szpilman sobrevive, primero en el gueto como esclavo obrero de unidades de reconstrucción alemanas y posteriormente escondido en el exterior del gueto, confiando en la ayuda de amigos que no son judí­os y que todaví­a lo recordaban.

Mientras se mantiene escondido, presencia los muchos horrores cometidos por los nazis, como las palizas, incendios y matanzas indiscriminadas. Asimismo, presencia el levantamiento de los judí­os del Gueto en 1943. En poco tiempo, el ejército alemán entra por la fuerza al gueto y elimina a casi todos los rebeldes que quedaban.

Pasado un año, la vida en Varsovia se ha deteriorado más todaví­a. La resistencia polaca organiza otro levantamiento contra la ocupación alemana, que nuevamente falla. Como consecuencia, la ciudad queda virtualmente deshabitada y, en más de una ocasión, Szpilman queda al borde de la muerte debido a las enfermedades y la desnutrición.

Después de una frenética búsqueda de algo que comer por las ruinas de las casas bombardeadas y escapando de los nazis, Szpilman encuentra una lata de pepinillos Ogorki en conserva, pero nada con que poder abrirla. Después de continuar buscando, encuentra algunas herramientas e intenta abrirla, pero entonces se da cuenta de que un oficial alemán le observa, el capitán Wilm Hosenfeld, que al instante se da cuenta de que Szpilman es judí­o. Al enterarse que anteriormente era pianista, Hosenfeld le lleva hasta un piano y le pide que toque algo. En ese momento un decrépito Szpilman ejecuta una desesperada pieza de Chopin (la primera ballada Op. 23 en sol menor) ante un Hosenfeld que se compadece de él, y a la vez muestra su admiración tras la tocata, de manera que no solo no le delata sino que le esconde en el ático del edificio, llevándole regularmente comida y un abrelatas.

Semanas después, los alemanes son forzados a retirarse de Varsovia debido al avance del Ejercito Rojo. Antes de abandonar la zona, Hosenfeld acude a despedirse de Szpilman y le da su abrigo, prometiendo que le escuchará en la radio polaca. El abrigo casi resulta ser fatal para Szpilman cuando aparecen las tropas soviéticas ya que le confunden con un oficial alemán y le disparan y lo persiguen en un edificio donde le lanzan una granada. Solo consigue que dejen de disparar tras convencerles de que es polaco y que solo lleva el abrigo porque tiene frí­o.

Al ser liberado un campo de concentración cercano, el capitán Hosenfeld y otros alemanes son capturados. Estando retenido, Hosenfeld le pide a un prisionero judí­o que pasaba por allí­, que contacte con Szpilman para liberarle. Szpilman, que ha retomado su vida normal tocando en la radio de Varsovia, llega al lugar demasiado tarde ya que todos los prisioneros han sido reubicados en destinos desconocidos.

En la escena final de la pelí­cula, Szpilman interpreta triunfalmente una pieza de Chopin frente a una gran audiencia en Varsovia. Antes de los créditos finales, se revela que Szpilman falleció en el año 2000 y Hosenfeld en 1952 en un campo de prisioneros de guerra soviético.