En la década de los ochentas se produjo el no muy deseado advenimiento del famoso Parlamento Centroamericano por obra y gracia, como decía Juan Pueblo, del gobierno democristiano que presidió Marco Vinicio Cerezo Arévalo.
En realidad, Cerezo Arévalo, con el consenso de la mayoría de sus pariguales del Istmo, trajo al mundo la mencionada criatura.
El PARLACEN viene siendo como una malhadada réplica del Parlamento Europeo, pero sin los logros supuestamente positivos del citado ente del viejo continente.
Han figurado a raíz de la creación del PARLACEN cuatro países de la región centroamericana: Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua. Costa Rica no quiso ni quiere hasta hoy subirse al carro. Panamá sí lo hizo ya tarde, pero últimamente se ve dispuesta a romper filas…
Ocupan o han ocupado las butacas del PARLACEN los políticos del partidismo que han dejado los sillones presidenciales de los respectivos países, entre otros personajes de elección popular, dizque popular, mas no los que han hecho gobierno o desgobierno al margen de la constitucionalidad, o sean los de facto, surgidos, casi todos, de los golpes de audacia.
La multinacional criatura ha sido blanca, a lo largo de casi todos los períodos, de verdaderas cataratas de críticas avinagradas. Y es que se le considera una carga muy pesada para los pueblos que, según se dice, representa.
A estas fechas, el PARLACEN cuenta con más de un centenar de diputados que gozan de una serie de privilegios. El sueldo les es pagado, puntualísimamente (¡?!), en dólares estadounidenses que, haciendo equivalencias monetarias de cada Estado centroamericano, dan resultados por demás halagí¼eños? ¡Lo suficiente para posibilitar el dolce farniente!?
Se recordará que hace algún tiempo fueron asesinados en las proximidades de la capital unos diputados salvadoreños, pero como se trató de crímenes políticos, hasta hoy no se sabe a ciencia cierta por qué los «liberaron»?
La experiencia nos dice, al menos respecto de Guatemala, que cuando hay implicaciones de esa índole -política- las cosas quedan en profundo misterio. Como quien dice: ¡Todo pasó sin que haya pasado nada!!! Podemos ejemplificar con los casos de los coroneles Francisco Javier Arana y Carlos Castillo Armas; de Jorge Carpio Nicolle y de otros de menor relevancia.
El PARLACEN no ha rendido buenos frutos desde que surgió aquí por iniciativa del líder de la Democracia Cristiana que ahora es ya un partido difunto… íšnicamente se ha convertido, el controvertido ente, en un gran tragante de la economía de los países miembros. Son los pueblos los que, mediante los impuestos bien impuestos, lo soportan con ajobo.
El unionismo centroamericano es la mentira de un sueño de sectores mayoritarios de las sociedades, pero nada más que la mentira de un sueño.
En realidad de realidades, el ente en mención no ha dado a los países de la región los beneficios que se han deseado y esperado. Han sido nugatorias sus «realizaciones». En otras palabras, todo se ha reducido a un mero bla, bla, blá, porque? ¡nada en dos platos!, pero? ¡eso sí, que viva la Pepa!, dirán los zánganos de la colmena.
Por la soberana voluntad de la comunidad centroamericana, hace buen rato que hubiera desparecido del mapa el susodicho Parlamento, porque indiscutiblemente defrauda las esperanzas que en mala hora cifraron los politiqueros y sus peones de acarreo en él.
Ya Panamá está emprendiendo la escurribanda, decepcionada, como está, porque el armatoste no camina para adelante ni para atrás por estar atollado en un fangal. No cabe duda que se estancó y corre el riesgo de desgranarse por completo.
La desintegración del Parlamento Centroamericano sería la mejor salida y merecería el aplauso de las mayorías populares de toda el área que, con los dineros que aportan por fas o por nefas para cubrir los impuestos, lo consideran un agobiante y repudiable sobornal.