«Te encargo que cuides a tu mamá», fue lo que le dijo su padre, luego de que soldados lo introdujeran a un camión junto a habitantes de la aldea El Naranjo, Alta Verapaz. Este grupo de hombres forma parte de los miles de desaparecidos que dejó el conflicto armado interno, así como el arrasamiento de poblaciones y El Naranjo no fue la excepción.
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A sus 8 años, él junto a tres hermanos se refugiaron en un convento, sin embargo, las monjas no tenían suficiente espacio puesto que eran decenas los niños que, en los años 80, quedaban desamparados.
Las monjas lo llevaron, junto a sus hermanos, a la Casa del Tío Juan, donde lo cobijaron hasta cumplir 18 años. En dicho orfanato le dieron educación, recreación, le inculcaron valores y, además, lo orientaron en un oficial. í‰l se inclinó por la cocina. Empieza su vida laboral y, con ello, las juntas bohemias, las parrandas y los destrabes.
Sin embargo, pese a no haber crecido con sus padres, puesto que su madre había muerto de muerte natural, deja «las malas juntas» y conoce a una señorita, que posteriormente sería su esposa. Con ella procrea a una niña y un niño. Desde hace ocho meses atiende un comedor en el Centro Histórico, donde sirve comida «como hecha en casa», cuya calidad rebasa los estándares que se pueden encontrar en la zona 1.
-No guardo rencor contra nadie por haber perdido a mi papá. Fue muy triste lo que le ocurrió a varias familias. Pero ahora tengo a mis hijos y esposa, así como unos grandes cuñados con quienes trabajamos en el restaurante, comenta.
Se trata de «mi chef», con quien a la hora del almuerzo converso sobre distintos temas: futbol, política, economía, ecología y cuanta conversación podamos entablar. Sin duda que «mi chef», es uno de esos personajes «curtidos» por el sufrimiento, pero que no dejaron de soñar y de trabajar por lograr sus anhelos.
-Yo quisiera que Guatemala fuera diferente, donde los niños fueran felices, donde no hubiera tanto pobre y que el trabajo no faltara. También espero que nunca se vuelva a repetir una guerra, porque es muy doloroso, dice.
Ahora «mi chef» tiene que enfrentar a la competencia, puesto que dos meses a la fecha, en varias cuadras del Centro Histórico, han surgido pequeños restaurantes.
-Creo que para todos hay clientes. No me preocupo, este negocio es de poco a poco y de seguir adelante, argumenta.
De plano que «mi chef» no sólo es un buen cocinero y excelente conversado, sino que es un hombre que pese al sufrimiento padecido, mantiene firme su convicción de mantener a su familia unida, de amar a sus hijos y desearle lo mejor a quienes han instalado comedores en la zona 1.
* Lindo pinabete.-Una mañana de sábado me acosté bajo un pinabete, tenía años de hacerlo. Me relajé y, además, vi lo hermoso que es este árbol en vías de extinción.
* ¿Qué les pasa?.- El Centro de Pronóstico se confunde demasiado. Pronostican frío y hace calor; alertan por lluvia y ni nubes aparecen; anuncian ondas frías y nos entran calientes.
* María Green.-Su artículo «La URL y el lago» está bien informado y usted ha estado aportando su grano de arena en esta crisis pues no ha escrito una vez sino varias. Muchos quisiéramos hacer algo por el lago, pero no confiamos en varias asociaciones que no precisamente invertirían en el lago sino en su nombre, con intereses muy personales. Otras que no han hecho absolutamente nada en mucho tiempo. Se podría hacer una donación, pero ¿a quién en este país tan corrupto? La naturaleza armonizó desde la creación del planeta y fue el hombre, el único ser vivo que ha desentonado destruyendo lo que puede y seguimos sobre poblando.
* Baldemar Díaz.-Los estudios que sobre el lago de Atitlán son impresionantes, fácilmente podrían averiguar con toda esa tecnología y un poco de estadísticas, para hacer más creíble la mentira, la cantidad de orín cargado de urea, que cada persona deposita en el lago. Por otra parte, nadie dijo nada cuando devastaron el bosque que está en el km 18, de la carretera a San Juan Sacatepéquez.
* Julio Pereira.-A finales de los 70s, el Ing. Juan González investigó sobre la invasión de algas en el lago de Amatitlán. Desde esa época se notaba el deterioro acelerado de ese lago. De seguir como vamos nos precipitamos en un abismo catastrófico. ¿Cambio o continuismo? Lo que está en juego es la subsistencia de la especie. ¿Vale la pena pagar un alto precio por lo que se conoce como «desarrollo»? ¿Será que podremos vivir de otras maneras? Probemos vivir en armonía con la naturaleza.