El país es un paraíso fiscal, pero no por la falta de impuestos, sino porque se ha encontrado una serie de «justificaciones» y vacíos legales para ya no pagarlos. Por ello, gravar más el Impuesto Sobre la Renta (ISR) y el Impuesto de Solidaridad (ISO) -este último de carácter temporal-, no representan un cambio profundo en la práctica fiscal.
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Obviamente, el Estado de Guatemala está urgido de ingresos, lo cual es comprensible, porque si queremos un mejor país, debemos invertir en él; sin embargo, el Gobierno está desaprovechando la oportunidad para desgastarse con una Reforma Fiscal que realmente valga la pena, y no con esta propuesta que es simplemente una forma de obtener ingresos a corto plazo.
Empezando con el ISR -incluyendo el IVA por servicios profesionales-, éste se evade en gran parte, ya que la mayor parte de la economía se maneja en la informalidad (y no precisamente ventas callejeras), por lo que no hay un mecanismo eficiente para recolectar este tributo; actualmente, son las empresas las encargadas de reportar los ingresos de sus empleados.
La parte más productiva de la informalidad no son las ventas callejeras; más bien, gran parte de la economía informal se maneja a través de empresas que subcontratan o que contratan con plazo fijo a sus empleados, aparentemente exigiendo facturas por sus servicios profesionales -lo cual debería ser el mecanismo para pagar el IVA y el ISR-. Sin embargo, a las empresas informales poco o nada les interesa si sus empleados reportan sus ingresos, y éstos no tienen un mecanismo coercitivo para obligarlos a reportar.
¿Y cuál es el interés para mantenerse en la informalidad? De hecho, no hay ningún incentivo para que se formalicen. Por ejemplo, uno de los «beneficios» de la informalidad es no pagar IGSS, y muchos les darían la razón, porque el Servicio Social no es ni la sombra de lo que hace 60 años se soñó que fuera. Claro, esto viola los derechos laborales, ya que no tienen resguardo laboral y en caso de accidente o de enfermedad, no tienen garantías.
A lo que voy es que el Gobierno de Guatemala presenta este paquete de aumento de impuestos sin que haya una verdadera reforma fiscal, que debería basarse -no sólo en crear y aumentar impuestos- sino también en combatir las prácticas evasivas y los vacíos legales, y, también muy importante, la asignación de los ingresos tributarios.
Quiero decir que hay que combatir la corrupción (la que roba de 82 millones de quetzales, por ejemplo), la evasión en aduanas, el robo de grandes mercaderías (como gasolina) y cambiar el alto porcentaje de informalidad de la economía (que actualmente, está en más de 80%). Y, en el otro punto, es que nuestros impuestos deben ser de beneficio para nosotros, y no para financiar cualquier cosa, sin rumbo fijo.
Por ejemplo, gravar el uso de la telefonía celular sólo es aprovechar el auge de esta actividad comercial. Sin embargo, no se especifica hacia dónde irán esos recursos recaudados. Por ejemplo, sería bueno que ese tributo fuera al combate de las extorsiones y violencia contra pilotos, ya que buena parte de la práctica pasa por la falta de control de las compañías celulares hacia sus usuarios.
Gravar las municiones y armas de fuego, y el alcohol, para financiar el sistema de salud, ya que los hospitales se ven sobrepoblados por víctimas de balazos y accidentes viales. Y, así, pensar que los impuestos sean visibles
Pero, lastimosamente, el Gobierno sólo pensó la forma de ganar unos 3 o 4 millardos de quetzales más, y tiró a la basura nuestras ambiciones de tener un país mejor. (http://diarioparanoico.blogspot.com)