Del 30 de noviembre al 2 de diciembre se realizará una nueva reunión ministerial en Ginebra para avanzar en las negociaciones de la Ronda de Doha sobre la Agricultura, en el marco de la Organización Mundial del Comercio -OMC. Algunos países participantes, con mucha influencia, y haciendo de operadores políticos de las empresas transnacionales, están empeñados en que dicha Ronda concluya en 2010.
Los objetivos no son precisamente reducir las desigualdades económicas que generan los actuales mecanismos de comercio. Todo lo contrario, se busca reducir más aranceles, y garantizar las inversiones de los grandes grupos de capital.
La reunión se presenta luego de concluida una fracasada cumbre en Roma, convocada por la FAO, en que no lograron acuerdos sustantivos para enfrentar el hambre que afecta a casi 1,020 millones de personas en el mundo, y deriva en unas 30 mil personas diarias que mueren por hambre en el mundo, de las cuales unos 17 mil son niños y niñas.
Este nuevo intento por hacer prosperar la Ronda de Doha también se presenta con antecedentes muy negativos por los nulos avances presentados en las últimas reuniones. Uno de los nudos de estos encuentros es la imposibilidad de encontrar acuerdos para la eliminación de aranceles y subsidios por parte de las potencias mundiales, principalmente la Unión Europea y Estados Unidos.
Mientras estas potencias siguen buscando la apertura arancelaria en países en desarrollo, no piensan en abrir realmente su comercio para evitar la dependencia alimentaria en sus propios países -se estima que en EE.UU. 17 millones de niños y niñas, y 49 millones de adultos padecían inseguridad alimentaria en 2008. En tanto, algunos países con vastas producciones agrícolas han tomado medidas con el fin de proteger su producción, como es el caso de Argentina, China y Nidia, que han desincentivado las exportaciones agrícolas para no aumentar el precio al consumo de alimentos de sus connacionales.
En el caso de Guatemala, luego de la liberalización de algunos granos básicos, desde 1985 nos hemos hecho dependientes, casi en su totalidad, de las importaciones de maíz amarillo y trigo; lo cual ha repercutido en un alto costo de productos que requieren de estos granos.
En el caso del maíz blanco y los frijoles, son productos que no tienen niveles altos de importación, el primero porque está protegido. Sin embargo, el crecimiento de las importaciones de estos granos empieza a ser alarmante, y ni imaginarse cómo sería el maíz si se liberalizara por completo.
Por las implicaciones que tiene en la vida de los países como el nuestro, es necesario que en las negociaciones de la OMC se establezca claramente la importancia que tiene la producción de granos que son indispensables en nuestra dieta. Son bienes públicos y no mercancías que puedan ser tranzadas por transnacionales. Antes de abrir más las puertas a las importaciones, el país debe fortalecer -con programas de apoyo reales- a la producción nacional de alimentos.
Humberto Mazzei, economista que reside en Ginebra, concluye en uno de sus artículos respecto a esta ronda que «los países en desarrollo que controlan sus políticas nacionales, tienen en el desarrollo interno y regional, una opción de crecimiento válida, mientras se perfila el cambio geopolítico que hará del comercio internacional un intercambio más equitativo, pagado con dinero más sólido».
Esperamos de nuestras autoridades esa misma visión.