La mujer como ví­ctima


La frágil condición de la mujer en Guatemala puso a nuestro paí­s como escenario del inicio de la campaña mundial contra la violencia que se comete en contra de ellas en el mundo. El Dí­a Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer nos tiene que obligar a compromisos firmes y debiera motivar al Estado para actuar con más firmeza y determinación. Por supuesto que los casos más importantes siguen siendo los de violencia intrafamiliar que son resultado del machismo, pero también tenemos una forma de violencia cotidiana de criminales que escogen a mujeres para robarles.


Según estudios, alrededor del noventa por ciento de los atracos a automovilistas para robarles sus pertenencias desde motocicletas se dirigen contra mujeres conduciendo los vehí­culos. Y es que dado el alto nivel de portación de armas en el paí­s, los criminales prefieren asegurarse dirigiendo sus asaltos en contra de mujeres que tienen menos probabilidad de ir armadas y de reaccionar en defensa propia.

La vejación y el sentido de humillación que provoca ese comportamiento reiterado (hay mujeres que han sido robadas hasta cinco veces) es un fenómeno cotidiano que no conmueve a las autoridades que siguen sin reaccionar no obstante que se conocen al detalle cuáles son las zonas en que actúan esos bandoleros motorizados que gozan de la mayor impunidad.

El irrespeto a la mujer se manifiesta de muchas maneras, pero la violencia en su contra no la podemos ni debemos medir únicamente en términos de los hechos fatales, sino en la acumulación de sucesos que dí­a a dí­a atentan contra su dignidad, tanto en el hogar como fuera del mismo. La forma en que son manoseadas en las aglomeraciones y especialmente en los buses sobrecargados es algo que provoca todos los dí­as un sentimiento de indefensión a la mujer que sigue sufriendo en esta sociedad machista.

Pero los casos de violencia cotidiana, esos que se ceban en la debilidad de la mujer que no puede reaccionar ante el ataque grosero de criminales que las escogen con alevosí­a para despojarlas de sus pertenencias, especialmente de los teléfonos celulares, es algo que tiene que cesar. Además, la indiferente incapacidad de las autoridades las pone en mayor riesgo, porque los criminales andan armados y no vacilan en usar sus pistolas para obligar a la ví­ctima a entregar su teléfono.

Si alguien merece una condena especial en este dí­a es nuestro gobierno que no ha mostrado ni un ápice de inteligencia en la lucha contra el crimen que afecta a todos en el paí­s, pero que se ceba en contra de las mujeres.