Hace seis meses le quitaron la vida a tres de sus pequeñas hijas y ahora Aura Socoreque, en medio de limitaciones y pobreza, busca justicia en Guatemala, que tiene los peores índices de violencia contra mujeres en el continente y donde el 98% de los crímenes quedan impunes.


Antes de los atroces crímenes, Socoreque no sabía de campañas dedicadas a erradicar la violencia contra la mujer, pero el miércoles junto a cientos de guatemaltecas marchará en la capital para exigir justicia en el Día Internacional de la No Violencia Contra la Mujer, cuenta.
Madre de siete hijos, la mujer de 37 años sufrió el 29 de mayo pasado la muerte de sus hijas Wendy Yoselin, Diana Lisseth y Heidy Yolanda, de 12, 9 y 8 años, respectivamente, crimen del que están acusados y detenidos tres hombres, entre ellos el esposo de su hija mayor, Jessica Aracely.
Los otros detenidos por este crimen que tuvo lugar en la aldea Chicamén, en el departamento de San Juan Sacatepéquez, son el hijo de un primo de Socoreque y un cuñado de su yerno.
Asesorada por la Fundación Sobrevivientes, esta trabajadora doméstica, uno de los sectores más explotados en el país, busca justicia afirmando que aunque «todos me dicen que Dios sabe por qué hace las cosas, pero yo no me resigno a eso».
«Ellas no eran delincuentes para que hayan muerto así. Unas niñas inocentes no pueden morir así», sostiene frente a los nichos donde yacen los restos de sus hijas en el cementerio de San Lucas Sacatepéquez, unos 40 km al oeste de la capital.
Afirma que sus hijas fueron asesinadas porque su yerno había abusado sexualmente de Wendy Yoselin y sus hermanitas se dieron cuenta de ello.
Las tres niñas fueron atacadas por los sospechosos en un área boscosa cerca de su hogar cuando regresaban de la escuela: sus uniformes forman parte ahora de una muestra itinerante de la Fundación Sobrevivientes.
Como si fuera insuficiente haber perdido a sus hijas, ahora su hija mayor dejó de hablarle y le reprocha acusar injustamente a su esposo por la muerte de sus hermanas.
«í‰l ya confesó y dijo que lo hizo porque estaba drogado. La deseaba sexualmente porque ya era una señorita, pero ahora mi hija no me habla, dice que son inventos míos y eso no es así. La encuentro en la calle y voltea a ver para otro lado», explica Aura Socoreque con lágrimas.
«Pido a Dios que ilumine a las autoridades para que hagan lo que tienen que hacer, y que caiga todo el peso de la ley. Que paguen lo que hicieron», subraya acariciando la cabeza de Sergio Julián, el menor de sus hijos, de 5 años.
Este año han sido asesinadas al menos 546 mujeres en Guatemala, que junto a México y El Salvador, son los países con mayores índices de feminicidios en América Latina, según organismos multilaterales.
Este miércoles Naciones Unidas lanzará en Guatemala la campaña «íšnete para poner fin a la violencia contra las mujeres» en América Latina y hace unos días se realizó en el país un seminario sobre la violencia contra la mujer auspiciado por la Embajada de Francia.
«Hay una tendencia imparable a aumentar los casos de mujeres asesinadas cada año y las cifras se resisten a disminuir y no disminuyen porque la respuesta del Estado no es la adecuada», asegura el jefe de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), auspiciada por la ONU, el jurista español Carlos Castresana.
La CICIG fue creada para luchar contra la impunidad en Guatemala, que alcanza al 98% de los crímenes, según esta comisión.