Es tal el afán de mucha gente por aparentar lo que no son, que la presente semana vimos diversas manifestaciones de algarabía porque habíamos mejorado nuestra posición en el ranking de la percepción internacional en cuanto a corrupción se refiere. Pero a la hora de analizar la información escrita con mayor detenimiento que la escuchada o vista por la radio o la televisión, nos encontramos con que no hay tal mejoría, sino pírricas e interesadas declaraciones de que fue «el único país de Centroamérica que había logrado subir su indicador» por lo que Guatemala había sido calificada como «regular» por el índice que mide el programa «Transparencia Internacional».
Antes que nada hay que hacer notar que el país no es el corrupto sino ese calificativo se le endilga a los ciudadanos. También hay que tomar en cuenta que se trata de una percepción y no de una medición exacta, es decir, que se habla de una representación en la mente de quienes evaluaron nuestra situación y no precisamente que esa sea la realidad por la que estamos pasando. Por otra parte, estaría bien autocalificarnos de «regulares», si hubiéramos alcanzado el nivel 5 de los 10 puntos máximos a obtener, posición en la que sí se encuentra nuestro vecino país Costa Rica pero, que eso sirva para brincar de alegría, es volvernos a ver cara de lo que no somos. Hay algo peor todavía en el simplista análisis e información que se nos presenta, como es que nuestras autoridades quieran tomar los resultados de la medición mencionada como logro de las pequeñísimas acciones que se han tomado para combatir la corrupción.
Lo que más impresiona de todo esto es el contraste noticioso recibido el mismo día, porque paralelamente se informó que el precio de los votos de nuestros legisladores había subido para aprobar el proyecto de presupuesto 2010. De ahí el titular empleado en esta columna, ya que el significado de corrupción y prostitución es prácticamente el mismo. La primera, la acción y efecto de echar a perder o dañar y la segunda, la acción y el efecto de corromper, deshonrar o envilecer. Eso da como resultado que por un lado sonreímos porque alguien dice que hemos mejorado en cuanto a corrupción, pero a la vez comprobamos que la prostitución cotidianamente sigue en alza.
Por favor, ya basta de pretender engañar a la gente. Si en verdad queremos progresar es hora de ponerse a trabajar para combatir eficazmente la corrupción que sigue latente en todos los campos susceptibles de nuestra sociedad. Es pecar de ingenuo o de tontos querer llevar una doble vida. Como ejemplo, tenemos la revelación de la científica británica que trabaja como investigadora en la Universidad de Bristol, que a la postre resultó ser la autora de un blog y de un libro sobre sus vivencias como prostituta, revelación que ahora causa el natural asombro y estupefacción.